Por lo general, la economía clásica computa en sus cuentas los bienes y servicios naturales
que tienen un valor tangible de mercado (e.g., alimentos, materias primas, agua, energía). Sin
embargo, la pérdida de un activo ambiental impone un costo que la sociedad no percibe fácilmente
cuando el mismo es intangible. Por razones prácticas (i.e., diseño de políticas, toma de decisiones,
pago por activos ecológicos), en los últimos años se han multiplicado los esfuerzos dirigidos a valuar
los bienes y servicios intangibles de la naturaleza. Los enfoques económicos tienden a enfatizar su
valor de uso, y se idearon procedimientos relativamente subjetivos tales como la “predisposición
a pagar”, “el valor contingente”, “el valor de reemplazo”, “el costo evitado”, “el costo de viaje”
o el “precio hedónico”. Los ecólogos tienden a criticar esta concepción y a enfatizar su valor de
no-uso, o sea, el valor intrínseco que tienen los bienes y servicios intangibles. La objetividad del
escrutinio científico parece ser el elemento que puede ordenar el debate, orientar valores de
mercado y dar fundamento a las políticas y programas de conservación. La tesis que desarrollamos
en esta contribución sostiene que la incorporación de atributos biofísicos al análisis es un camino
posible para mejorar la objetividad de las estimaciones. De manera exploratoria, se propone un
“método funcional” de valuación basado en la identificación de atributos físicos y biológicos (e.g.,
productividad primaria y su variabilidad temporal, cuerpos de agua, áreas anegables, pendientes,
temperaturas medias, altura sobre el nivel del mar, etc.) que pueden ser asociados, directa o
indirectamente, a la provisión de servicios ecosistémicos. Como no vamos a poder ignorar la
influencia del mercado, la opción es intentar minimizar sus fallas mediante valoraciones correctivas
que, a partir de una base biofísica, racionalicen el proceso de valuación puramente monetario.