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Sexología Integral 2005; 2(1): 36-42
reflexiones en sexología
Medicalización, erotismo y diversidad sexual:
una crítica sexológica al DSM-IV-TR (I parte)
Medicalization, eroticism and sexual diversity:
a sexological critique of the DSM-IV-TR (I part)
B. Useche Aldana, PhD
Senior Research Associate
University of Texas, Houston. School of Public Health
Correspondencia:
Bernardo Useche Aldana
University of Texas
School of Public Health
1200 Herman Pressler. RAS EGII
Houston, TX 77030 (EE.UU.)
E-mail: buseche@sph.uth.tmc.edu
Resumen
Las dos partes en que se divide este artículo presentan una crítica a la clasificación de las “Disfunciones Sexuales” y de los
“Trastornos de la Identidad de Género” que se incluye en la versión revisada de la cuarta edición del Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (APA). La crítica está desarrollada con
base en tres fundamentos teóricos: 1) un modelo sexológico basado en el reconocimiento del erotismo como función princi-
pal de la sexualidad humana; 2) los estudios más recientes sobre la evolución de la sexualidad; y 3) un análisis de la sexuali-
dad humana en el contexto de la globalización de la actual sociedad de mercado y de su impacto sobre las identidades y esti-
los de vida sexuales de la población. En esta primera parte se señalan las limitaciones de los modelos implícitos en la actual
clasificación de las disfunciones sexuales y de las parafilias, se proponen conceptos alternativos y se subraya la necesidad de
revisar las categorías clínicas que actualmente se fundamentan únicamente en la función reproductora y en un modelo que re-
duce la sexualidad al plano de la fisiología. Se concluye, además, que la presente clasificación hace parte de ltendencia
a medicalizar la sexualidad para comercializarla y utilizarla ideológicamente como elemento de estabilidad y control social.
Palabras clave: medicalización, disfunciones sexuales, parafilias, salud sexual.
Summary
The two parts in which this article is divided present a critique of the categories of “Sexual dysfunctions” and “Gender iden-
tity disorders” included in the Fourth Edition of the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Text Revision) by the
American Psychiatric Association (APA). The critique is based on three theoretical fundamentals: 1) A sexological model based
on the acknowledgment of eroticism as the main function of human sexuality; 2) A discussion of the most recent studies on the
evolutionary origins of sexuality; and 3) An analysis of the impact that the globalization of market society has had on the popu-
lations’sexual identities and sexual practices. This first part points out the limitations of the models used to define sexual dysfunc-
tions and paraphilias; it proposes alternative concepts; and it underlines the necessity to review clinical concepts based only on
Fecha de recepción: 27 de julio de 2004.
Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2004.
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A la memoria de Heli Alzate (1934-1998).
Introducción
Uno de los debates más importantes en la sexología
contemporánea es el relacionado con las formas especí-
ficas de medicalización de la sexualidad que se han ori-
ginado en las últimas décadas como consecuencia de la
globalización de la economía de mercado (1, 2). En es-
ta controversia, juega un papel principal la discusión de
los modelos teóricos de la Respuesta Sexual Humana
propuestos por Masters y Johnson (3)1y por Helen Ka-
plan (4, 5),2modelos que todavía predominan en la lite-
ratura sexológica y constituyen el fundamento de la cla-
sificación de los problemas sexuales del manual de diag-
nóstico de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana
(APA), incluida su última versión: el DSM-IV-TR (6).
La APA divide los problemas sexuales en 3 grandes
grupos: disfunciones sexuales, parafilias ytrastornos de
la identidad de género. La primera parte de este artículo
se centra en el análisis de las limitaciones de los princi-
pales fundamentos teóricos explícitos o implícitos en las
formulaciones del DSM-IV-TR con respecto a las dis-
funciones sexuales y a las parafilias y en señalar incon-
sistencias en la definición de estas categorías en orden de
sustentar por qué merecen ser revisadas. La segunda par-
te desarrolla con más profundidad la tesis según la cual
las variaciones de la identidad y rol sexuales que hoy tien-
den a ser agrupadas bajo la denominación general de trans-
generismo deben dejar de considerarse trastornos men-
tales y, por lo tanto, los trastornos de la identidad de gé-
nero deben excluirse de las clasificaciones psiquiátricas.
El análisis de las definiciones y conceptos explícitos
o supuestos en el manual se realiza sin perder de vista
que existe una tendencia a sobredimensionar la preva-
lencia de disfunciones sexuales y a medicalizar la se-
xualidad, en particular la sexualidad femenina, con el
propósito de comercializarla, política que ha generado
un movimiento de resistencia en un sector cada vez más
amplio de la comunidad sexológica (7, 8). Sin embar-
go, a diferencia de los autores que no sólo critican el
modelo de la Respuesta Sexual Humana, sino que apo-
yados en el enfoque del constructivismo social se resis-
ten a emplear cualquier modelo que facilite una mejor
comprensión de la sexualidad humana y sus problemas,
pues consideran que no es posible establecer un criterio
universal de “normalidad”, aquí se plantea que el com-
partir las críticas a la sexualidad como mercancía y a los
modelos reduccionistas de la sexualidad no excluye la
posibilidad de desarrollar constructos teóricos que per-
mitan avanzar en el desarrollo de enfoques terapéuticos
y en la investigación sexológica rigurosa y sistemática.
Por esta razón, se presenta a continuación el modelo ela-
borado por Heli Alzate, uno de los pioneros de la sexolo-
gía en Latinoamérica, como una alternativa a los modelos
de Masters y Johnson y Helen Kaplan (9).3El modelo de
Alzate parte de la premisa fundamental de considerar lo
erótico como núcleo fundamental de la sexualidad hu-
mana, y de aceptar, por tanto, la búsqueda y el ejercicio
consciente y responsable del placer sexual como activi-
dades saludables del ser humano, sin sujeción a la función
reproductora o a la exigencia de ligar necesariamente la
experiencia sexual a un vínculo amoroso (9, 10, 11).
La función erótica y los problemas sexuales
El DSM-IV-TR clasifica a su vez las disfunciones se-
xuales básicamente en tres subgrupos: trastornos del
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1Las mismas cuatro fases de la respuesta sexual humana (excitación, meseta, orgasmo y resolución) fueron descritas por Albert Moll a comienzos
del siglo XX en su obra La vida sexual del niño. Moll las describió en términos que podríamos traducir como: despertar de la voluptuosidad, equi-
librio de la sensación voluptuosa, clímax de la voluptuosidad y declinamiento inmediato (Moll, 1912 pp. 22-3; Useche, 1997).
2Desde una perspectiva clínica, Kaplan modificó el modelo inicial de Masters y Johnson introduciendo la fase de deseo y eliminando las fases de
meseta y resolución, lo que permitió el estudio sistemático de los problemas sexuales en el contexto del modelo: deseo – excitación – orgasmo.
3Implícito en la discusión sobre si es posible desarrollar un modelo que provea un marco de referencia al estudio de la sexualidad humana se encuen-
tra el problema epistemológico que ha alimentado la controversia entre el “esencialismo” y el “construccionismo social” o entre el “positivismo”
y el “posmodernismo”. El debate gira en torno al viejo problema filosófico de las relaciones entre el ser y el pensar, la realidad y el conocimiento,
lo universal y lo particular, la naturaleza y la sociedad. Desgraciadamente, por razones de espacio apenas podremos referirnos a esta discusión epis-
temológica muy brevemente en la segunda parte de este artículo.
4El DSM-IV-TR incluye también otras dos categorías: “Trastornos sexuales asociados con el dolor (vaginismo y dispareunia)” y “Disfunciones
sexuales debidas a una condición médica general”, las cuales no son relevantes para la presente discusión.
reproduction and physiology. It also concludes that current classification should be understood in the context of the global trend
toward medicalization of sexuality with the double purpose of profiting from it and maintaining society under ideological control.
Key words: medicalization, sexual dysfunctions, paraphilias, sexual health.
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deseo, trastornos de la excitación y trastornos orgás-
micos,4adoptando de manera explícita un modelo que
integra las fases descritas por Helen Kaplan con las fa-
ses de la Respuesta Sexual Humana propuestas por Mas-
ters y Johnson. Visto desde una perspectiva histórica,
el trabajo de estos investigadores norteamericanos cons-
tituyó una contribución al conocimiento de la fisiolo-
gía sexual y a la terapia sexual; no obstante, desde un
primer momento, especialmente desde las filas del mo-
vimiento feminista, se señalaron sus limitaciones.
El hecho de focalizar la atención en aspectos mera-
mente somáticos y la consecuente omisión de compo-
nentes claves de la experiencia sexual como son los re-
lacionales, las percepciones subjetivas y el contexto so-
cioeconómico y cultural originó que sexólogos como
Heli Alzate (9) y Leonor Tiefer (12, 13) criticaran el
modelo de la Respuesta Sexual Humana por su “re-
duccionismo biológico” (9, 12, 13).
Aunque se observa en los autores del DSM-IV-TR
cierto esfuerzo por darle mayor importancia a los as-
pectos subjetivos, el reduccionismo biológico persiste
en la actual edición del manual de diagnóstico de la APA.
Así, por ejemplo, el criterio para definir un trastorno de
la excitación sexual en las mujeres es “la incapacidad
persistente o recurrente para alcanzar o mantener hasta
el término de la actividad sexual una adecuada respuesta
de vaso congestión y lubricación”5(código 302.72).
Este tipo de definiciones, que se limitan a respuestas
somático-periféricas aisladas que no incluyen siquiera
los factores subjetivos propios de la experiencia sexual
humana ni los aspectos relacionales que típicamente ha-
cen parte de las “relaciones sexuales”, mucho menos el
contexto socioeconómico y cultural, se han criticado des-
de dos posiciones diferentes: la de los investigadores que
proponen modificaciones parciales al modelo de la Res-
puesta Sexual Humana descrito en el DSM con el obje-
to de crear nuevas categorías diagnósticas (14-17); y la
posición de quienes rechazan en su totalidad los mode-
los de Masters y Johnson y de Helen Kaplan, por cen-
trarse únicamente en lo biológico, por el desconocimiento
de las particularidades de la sexualidad femenina y por
su origen en un modelo médico más interesado en “pa-
tologizar” y comercializar la sexualidad que en explicar
su complejidad y sus determinantes sociales (7).
Los primeros, entre quienes se destaca la psiquiatra
canadiense Rosemary Basson, plantean, por ejemplo,
que se deben reclasificar las disfunciones excitatorias
femeninas en dos subtipos: genitales y subjetivas (18).
El problema con este enfoque reside, como correcta-
mente ha señalado Leonor Tiefer, en que los investiga-
dores que actualmente formulan nuevas categorías diag-
nósticas son financiados por la industria farmacéutica
y estos estudios se realizan expresamente con el obje-
to de crear nuevas disfunciones sexuales femeninas que
permitan abrir un mercado para la comercialización ma-
siva de medicamentos y procedimientos médicos (1, 7,
8, 19-21). La respuesta de los académicos que colabo-
ran con sus estudios en este proceso de medicalización
y comercialización de la sexualidad se ha reducido has-
ta ahora a la afirmación de que sin el dinero de los gran-
des laboratorios es imposible hacer investigación (22),
argumento que simplemente acepta que el conocimiento
sexológico debe coincidir y servir los intereses de las
compañías que financian los estudios y demuestra el
desinterés por contribuir a la salud sexual de toda la po-
blación y no únicamente de quienes pueden pagar por
los productos que salgan al mercado.
Tiefer (7, 12) y sus colegas del “grupo de trabajo por
una nueva visión de los problemas sexuales de las mu-
jeres” critican el modelo de Masters y Johnson y el
DSM por reducir los problemas sexuales a problemas
fisiológicos, con lo que ignora las desigualdades “re-
lacionadas con género, clase social, etnia, orientación
sexual, etc”. Hacen énfasis también en que el modelo
no diferencia entre la sexualidad masculina y femeni-
na y sus problemas, y en que no existe un patrón de res-
puesta sexual universal que pueda ser considerado “nor-
mal”. Defienden además la necesidad de una clasif i-
cación alternativa de los problemas sexuales femeni-
nos que parta de reconocer el papel de las fuerzas eco-
nómicas y del contexto sociocultural como determi-
nantes de la sexualidad, por lo que proponen agrupar
los problemas sexuales de las mujeres en cuatro gran-
des grupos: 1. Problemas sexuales debidos a factores
económicos, políticos o socioculturales. 2. Problemas
sexuales relacionados con la pareja o la relación. 3. Pro-
blemas sexuales debidos a factores psicológicos. 4. Pro-
blemas sexuales debidos a factores médicos (7).
La crítica de Tiefer señala con certeza las serias li-
mitaciones del modelo de la Respuesta Sexual Huma-
na y del manual de la APA;6asimismo, la nueva clasi-
ficación de los problemas sexuales femeninos defini-
5Las citas textuales del DSM-IV-TR en este artículo corresponden a traducciones libres al español de la versión original en inglés, por lo que segu-
ramente no coinciden literalmente con la traducción oficial de la edición española del manual.
6Actualmente, la doctora Tiefer trabaja en una propuesta de revisión para ser presentada al comité correspondiente que prepara la próxima edición
del manual diagnóstico de la APA.
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tivamente apunta a corregir la visión fisiologista y con-
ductista responsable de mantener durante décadas el
estudio de la sexualidad y los problemas sexuales ale-
jados de su contexto social, económico y político, co-
mo si la vida sexual de las personas existiera en el va-
cío. El llamado a oponerse a que la sexualidad se re-
duzca y sirva exclusivamente a los intereses comer-
ciales de las grandes corporaciones que producen me-
dicamentos es ciertamente una contribución a la se-
xología (1).
No todos los críticos de la Respuesta Sexual Huma-
na y del modelo trifásico de Kaplan coinciden en ne-
gar la importancia teórica y utilidad clínica de un mo-
delo explicativo de la experiencia sexual humana. Es
en este sentido en el que aquí se propone rescatar el mo-
delo que fuera desarrollado hace 17 años por Heli Al-
zate (9), precisamente con el propósito de superar el
“reduccionismo periférico” de los modelos de Masters
y Johnson y de Helen Kaplan (Fig. 1).
El modelo de la función sexual propuesto por Heli Al-
zate7(9) integra las diferentes fases (apetitiva, relacio-
nal, estimulatoria, excitatoria y orgásmica) en sus diver-
sos planos (psíquico o central, somático o periférico y
externo o comportamental), con lo que facilita la inves-
tigación en profundidad de aspectos fisiológicos, subje-
tivos y comportamentales de la vivencia erótica, a la vez
que favorece una aproximación clínica apropiada a la
complejidad de los problemas que entorpecen su pleno
disfrute (23, 24).
En primer lugar, Alzate incorporó el componente re-
lacional que en los modelos de Kaplan y Masters y John-
son estaba ausente y obligaba a estudiar los problemas
de pareja de manera superpuesta al problema sexual. En
la perspectiva de Alzate, la fase relacional está definida
básicamente por la búsqueda de parejas -objeto de de-
seo-, con el propósito de participar de actividades se-
xuales placenteras.8El condicionamiento cultural es, sin
embargo, responsable de la sobrevaloración y distorsión
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FASES
APETITIVA RELACIONAL ESTIMULATIVA EXCITATIVA ORGÁSMICA
PSÍQUICO
O
CENTRAL
SOMÁTICO
O
PERIFÉRICO
EXTERNO
O
COMPORTAMENTAL
DESEO
SEXUAL
Estimulación
Psicosexual EXCITACIÓN ORGASMO
Somatofisiología de la excitación
y del orgasmo
MASTERS & JOHNSON
INTERACCIÓN
CORPORAL
BÚSQUEDA
DE PAREJA
SEXUAL
Estimulación
de zonas
erógenas
SUPERESTRATO SOCIOCULTURAL
Determinantes económicos y regulación social de la sexualidad
FIG. 1. La función erótica (adaptado de Alzate, 1987). Al modelo original se agrega el nivel correspondiente al
superestrato sociocultural y un recuadro que permite observar con claridad la limitación del modelo de la respuesta
sexual de Masters y Johnson, el cual se centra en el plano somático o periférico de la excitación y el orgasmo “en
perjuicio de los aspectos psíquicos o centrales”. Estas dos adiciones son elementos también desarrollados inicialmente
por Alzate, pero que no fueron incorporados expresamente a su modelo de la función sexual.
7Alzate publicó más de 80 artículos en revistas sexológicas norteamericanas y fue miembro durante 25 años del comité editorial de los Archives of
Sexual Behavior. Desgraciadamente, su modelo de la función sexual nunca fue aceptado para ser publicado en inglés.
8Excepto en el caso de la masturbación, en el cual la relación con una pareja generalmente se limita al campo de las fantasías.
PLANOS
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del papel del enamoramiento que lleva a muchas perso-
nas a considerar que los vínculos afectivos son requisi-
to obligado para participar en una actividad sexual, pues
erróneamente creen que el amor es condición impres-
cindible para dignificar el erotismo. Es evidente que los
problemas relacionales inciden directa o indirectamente
en el desempeño sexual y en el grado de satisfacción eró-
tica obtenida, y que, por lo tanto, se hace necesario eva-
luar este componente para obtener una mejor compren-
sión de los problemas asociados con el deseo, la esti-
mulación/excitación o el orgasmo.
La inclusión de los planos psíquico o central, somá-
tico o periférico y externo o comportamental contribu-
ye a resolver la posición dualista soma/psique que ha
prevalecido hasta ahora en la aproximación a los pro-
blemas sexuales y, a la vez que reconoce que existe una
base material (el sistema nervioso central) para los fe-
nómenos psicológicos, acepta que el contexto socio-
cultural y la experiencia individual determinan y mol-
dean las percepciones subjetivas y las manifestaciones
somáticas del deseo, la excitación y el orgasmo.
Desde el punto de vista meramente clínico, la evalua-
ción diferencial de fases y planos facilita la definición
de pautas, procedimientos y técnicas de intervención
educativa o terapéutica dentro del criterio desarrollado
también por Alzate según el cual la gran mayoría de los
problemas sexuales son problemas menores originados
en la ignorancia, la falta de experiencia u oportunida-
des y a los efectos de la asimilación individual de la ero-
tofobia predominante en la cultura. “Los problemas se-
xuales mayores son aquellos que tienen causas más com-
plejas, de tipo psíquico (psicosocial), somático o mix-
to, y requieren tratamiento especializado, aunque algu-
nos de ellos también presentan el componente de igno-
rancia sexual, típico de los problemas menores” (9).
Además de definir el problema sexual como “la creen-
cia, orientación, estado o comportamiento sexual que
subjetivamente frustra o disminuye el placer específi-
co deseado, o que tiene consecuencias síquicas o so-
máticas nocivas (indeseables) para el individuo, la pa-
reja sexual o los demás” (9), Alzate consideraba que no
existen “enfermedades sexuales” sino personas con pro-
blemas sexuales originados principalmente en “el con-
dicionamiento cultural erotófobo”, “la socialización se-
xual de la mujer basada en el romanticismo alienante
y en el aprendizaje del maternalismo” y en el perma-
nente conflicto entre el deseo sexual individual y la ero-
tofobia social. Erotofobia que a su vez es responsable
de que muchas personas adultas permanezcan en la ig-
norancia con respecto a la fisiología del erotismo, la
complejidad emocional de la experiencia erótica, la par-
ticularidad del aprendizaje requerido para integrar a la
vida diaria actitudes positivas con respecto al placer se-
xual y para desarrollar el repertorio comportamental y
los criterios de ética sexual que hagan posible una vi-
da sexual satisfactoria y saludable.
Consecuente con su planteamiento, Alzate esbozó una
nueva clasificación de los problemas sexuales mayores
de acuerdo con las fases y planos de su modelo, al mis-
mo tiempo que insistió en la importancia fundamental
de una educación sexual positiva, es decir, una educa-
ción con el objeto de prevenir y solucionar la inmensa
cantidad de problemas sexuales menores que hacen mi-
serable la vida sexual de buena parte de la población.
Finalmente, su concepto del terapeuta sexual como
un profesional debidamente calificado, que entiende su
función en términos de promover el placer sexual de
las personas que consultan, contrasta con el rol médi-
co tradicionalmente relacionado con evitar o eliminar
el dolor y con la motivación meramente mercantilista
de los nuevos “sexólogos”, profesionales de la medici-
na con actitudes negativas hacia el erotismo, las cuales
son racionalizadas con el argumento de que en estos
tiempos la medicalización del placer sexual es una nue-
va y lucrativa franja del mercado.
Parafilias y fase relacional
de la Función Sexual Humana
Precisamente, en cuanto a las parafilias, la conceptuali-
zación subyacente al DSM-IV-TR está referida a la fase re-
lacional, la cual, como se anotó anteriormente, está ausente
en los criterios para definir las disfunciones sexuales. El
manual de la APA se apoya implícitamente en las teorías
según las cuales lo patológico de las parafilias reside en
que en estas conductas se ha separado completamente el
deseo sexual y la capacidad excitatoria y orgásmica del vín-
culo amoroso con una pareja apropiada para asociarse, in-
cluso en las fantasías a “objetos no humanos”, a la “humi-
llación de la persona misma o de su pareja sexual”. Estos
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9John Money (26) propone una teoría en la que las distintas parafilias son interpretadas como estrategias que le permiten al individuo, condiciona-
do por las culturas donde ha prevalecido el cristianismo, disociar el deseo prohibido y pecaminoso del amor santificado, y en consecuencia clasifi-
ca las más de 40 parafilias que se han logrado documentar en 7 grandes estratagemas: expiatorias, predatorias, mercantiles, talismánicas, estigmá-
ticas, solicitacionales y de sustitución.
10Las cuatro fases del cortejo según Freund son: escogimiento inicial de la pareja, interacción pre-táctil (posturas, gestos, verbalizaciones), interac-
ción táctil y contacto genital.
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conceptos coinciden con la definición de John Money (25,
26), para quien una parafilia es “un trastorno del amor o
de la capacidad de enamorarse”, causado por la vandali-
zación del mapa sexo-erótico normal del individuo,9y con
la idea de Kurt Freund (27) según la cual las parafilias son
esencialmente “trastornos del cortejo”, es decir, distorsio-
nes de las fases normales que según este autor se suceden
en el proceso normal de búsqueda de pareja sexual.10
Los comportamientos denominados parafilias cier-
tamente se caracterizan por incluir como objeto de de-
seo una pareja no socialmente aceptada o un objeto in-
animado; pero, al focalizar la atención en la fase rela-
cional de la función erótica como un elemento aislado
del contexto social, se deja de lado el hecho de que la
persona que presenta la parafilia probablemente ha si-
do objeto del condicionamiento que sobre el individuo
ejerce una dinámica social cada vez más patológica que
determina negativamente la libre búsqueda y encuen-
tro de parejas sexuales “apropiadas”. Si bien puede do-
cumentarse la existencia de parafilias a lo largo de to-
da la historia y seguramente en muchos de estos casos
hay experiencias individuales emocionalmente trau-
máticas que contribuyen a explicarlas, lo cierto es que
la ahora llamada “sociedad de mercado” (28) ha extre-
mado las condiciones que obstaculizan el hallar parejas
sexuales en la tradición de la familia típica de períodos
sociales anteriores.
En segundo lugar, el DSM-IV-TR incluye como ras-
go esencial de algunas parafilias el que estas activida-
des sexuales se lleven a cabo “con niños o personas que
no dan su consentimiento para participar en la activi-
dad sexual”. En este punto, nadie discute que toda ac-
tividad sexual que no sea voluntaria y consensual, in-
volucre a niños con adultos o sea lesiva para otra per-
sona es completamente inaceptable y debe ser objeto
de la acción legal apropiada. Sin embargo, la pregunta
es si todas estas conductas constituyen de por sí una pa-
tología mental o si, como Thomas Szasz (29) ha argu-
mentado, el incluir las ofensas sexuales y otros com-
portamientos sexuales delictivos en las clasificaciones
psiquiátricas es simplemente una modalidad más de la
medicalización de la sexualidad. De hecho, muchas de
las parafilias pueden considerarse inofensivas y se prac-
tican voluntaria y consensualmente. Ahora la sanción
legal se justifica en el caso particular de las paraf ilias
cuya práctica puede lesionar a alguien, al igual que el
tratamiento médico, psicológico o sexológico estaría
indicado para aquellas parafilias que presentan un ca-
rácter exclusivo o compulsivo, aunque entendiéndose
que la patología reside en la compulsividad, mas no en
la práctica erótica.
Bien lo expresó Heli Alzate (9) cuando definió su con-
cepto de normalidad sexual: “El criterio sexológico de
normalidad, que se fundamenta en los criterios biológico
y de salud mental verdaderos, establece que una conduc-
ta sexual, por muy extraña o repugnante que parezca, só-
lo puede ser considerada anormal, inadecuada o patoló-
gica si es intrínsicamente nociva para la integridad so-
mática o síquica del individuo o de otras personas”.
Por su parte, Ullerstam (30) en su texto sobre Las mi-
norías eróticas insiste en la necesidad de respetar el de-
recho al placer sexual que tienen las personas que pre-
sentan parafilias inofensivas, a quienes no se debe re-
chazar o castigar por comportamientos que satisfacen
necesidades sexuales originadas en experiencias per-
sonales de las cuales no son responsables. Más recien-
temente y con fundamento en un riguroso estudio del
DSM-IV-TR, Moser y Kleimplatz (31) han llamado a
la remoción de las parafilias de las clasif icaciones psi-
quiátricas al concluir que el concepto de parafilia es
ambiguo, no describe un trastorno mental específico,
ni cumple con los criterios del mismo manual para de-
finir un trastorno mental; para estos autores, el con-
fundir variantes inusuales de la conducta sexual con
psicopatología no sólo lesiona y discrimina a quienes
practican estas variantes, sino que es utilizado como ar-
gumento para “… la opresión de las minorías sexuales
y para servir agendas políticas”.
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