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- 19 -
El conocimiento sistemático de la biodiversidad y el
impedimento taxonómico
José Antonio González Oreja
Depto. Agroecosistemas y Recursos Naturales; Neiker, Instituto Vasco de Investigación y
Desarrollo Agrario; Parque Tecnológico Bizkaia, 812 L; 48160 Derio.
E-mail: jgonzalez@neiker.net, jgonzorj@hotmail.com
RESUMEN
El conocimiento sistemático de la biodiversidad es un componente esencial en la gestión racional de los
recursos bióticos; sin embargo, el apoyo a la realización de inventarios biológicos y la cantidad de expertos en
taxonomía han caído en los últimos tiempos, lo que ha provocado una falta generalizada de conocimiento
sobre la magnitud, la identidad y la distribución de la biodiversidad: el “impedimento taxonómico”. ¿Cómo
disfrutar y proteger la biodiversidad si no sabemos qué disfrutar y proteger? En un mundo que pierde especies
a una velocidad entre 100 y 1.000 veces mayor que la tasa de extinción de fondo, y que atraviesa la Sexta
Extinción, es necesario y urgente impulsar la formación de calidad y el empleo continuado de taxónomos, así
como la inversión en la investigación sistemática de la biodiversidad. En el texto se critican algunas de las
soluciones propuestas, como los megaproyectos en internet (All-Species, Species 2000 o Tree of Life), así
como las razones que justifican tal necesidad (valores instrumentales, valores intrínsecos, etc.). Nuestra propia
supervivencia como especie se basa en la comprensión que tenemos de una mínima fracción de la diversidad
biológica, pues sólo se han descrito entre 1,5 y 2 x 10
6
especies, del total estimado entre 3,6 y 100 x 10
6
. ¿Qué
oportunidades no estaremos desaprovechando debido a nuestra ignorancia manifiesta?. eVOLUCIÓN 4(1):
19-32 (2009).
Palabras Clave: sistemática, taxonomía, diversidad biológica, conservación, descubrimiento de
nuevas especies, ignorancia, internet.
ABSTRACT
Notwithstanding that systematic knowledge of biodiversity is an essential element in the rational management
of biotic resources, financial support for biological inventaries and the number of practizing taxonomists have
both declined in the recent past, which have provoked a generalized lack of knowledge on the magnitude,
identity and distribution of biodiversity: the “taxonomic impediment”. How to enjoy and protect biodiversity
if we do not know what is out there to enjoy and protect? In a world that is loosing species at a rate 100-1,000
times faster than background extinction rates, and that is in the middle of the Sixth Extinction, it is imperative
to promote the sustained formation and employment of qualified taxonomists, and to fund the systematic
research of biodiversity. Some of the proposed solutions are discussed through the text, like internet-based
megaproyects (All-Species, Species 2000 or Tree of Life), as are the reasons that justify such necessity
(instrumental values, inherent values, and so on). Our own survival as a species is based on our understanding
of a tiny fraction of the total biological diversity, since only from 1.5 to 2 x 10
6
species have been described,
out from a total estimated between 3.6 and 100 x 10
6
. Which opportunities aren’t we missing due to our
manifest ignorance? eVOLUCIÓN 4(1): 19-32 (2009).
Key words: systematics, taxonomy, biological diversity, conservation, discovery of new species,
lack of knowledge, internet.
La sistemática y su importancia en
biología de la conservación
La sistemática es el estudio comparado de la
biodiversidad ―la increíble variedad de formas
que adopta el fenómeno de la vida―, y sus
objetivos principales son descubrir, describir,
clasificar y nombrar a las especies que habitan en
la Tierra; situarlas correctamente en el árbol
evolutivo de la vida; e interpretar los procesos y
los patrones evolutivos que han ocurrido a lo
largo del tiempo. El conocimiento sistemático de
los seres vivos enlaza todas las demás áreas de la
biología en un marco de trabajo que permite
interpretar de modo coherente las características,
actividades, distribuciones e historias evolutivas
de los seres vivos. La sistemática biológica en
general, y la clasificación y nomenclatura en
particular, han cambiado notablemente desde sus
remotos y venerables orígenes, o desde la publi-
cación de la obra que está en su nacimiento
formal para la ciencia, la décima edición del
Sistema Naturae de Linneo, en 1758. Ya no
consiste solamente en la descripción y
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
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catalogación ordenada de los seres vivos dentro
de un sistema estático y rígido, entendido como
reflejo de la Obra de Dios, sino que se ha
convertido en una ciencia dinámica que interpreta
las relaciones evolutivas de los organismos y
propone clasificaciones acorde con el mejor
conocimiento disponible sobre su filogenia.
Actualmente, las grandes áreas en las que se
desenvuelve la sistemática son (Cracraft 2002):
(1) el estudio de la biodiversidad, (2) la documen-
tación de la filogenia de los seres vivos, (3) el
análisis de los procesos evolutivos que dan lugar
a los patrones biogeográficos pasados y actuales,
y (4) la teoría y la práctica de la clasificación y la
nomenclatura (i.e., la taxonomía).
Del mismo modo, la sistemática es un compo-
nente esencial en los esfuerzos que la sociedad
hace para conservar y gestionar de modo racional
los recursos bióticos (Cracraft 2002; Wheeler et
al. 2004; Kim y Byrne 2006). La crisis a la que se
enfrenta la biodiversidad en la actualidad (Wilson
1994; Chevalier et al. 1997) supone una oportu-
nidad excepcional para incentivar los conoci-
mientos derivados de la taxonomía, empezando
por conocer la propia identidad de los grupos de
organismos a conservar (Simpson y Cracraft
1995). Ahora bien, aún son muy pocos los taxó-
nomos y sistemáticos que dedican sus esfuerzos a
la conservación (Lowry 2001). Documentar la
identidad, el estatus y las necesidades de conser-
vación de las especies y sus hábitats tendrían que
ser consideradas como labores básicas de investi-
gación y gestión de los recursos bióticos, que se
deberían realizar incluyendo no sólo a las espe-
cies más visibles o emblemáticas, sino a los espa-
cios naturales de gran tamaño en los que se
desenvuelven, así como a los ecosistemas que ahí
se encuentran. En el pasado reciente, la designa-
ción de espacios naturales como áreas protegidas
ha estado dirigida bien por la presencia de unas
pocas especies carismáticas, bien por las convi-
cciones personales de quienes han considerado
que “su” área de trabajo debía ser protegida. Esta
forma de hacer funcionó “bien” mientras que las
fuentes de financiación fueron generosas; pero, a
medida que los fondos económicos se han ido
reduciendo y la pérdida de hábitat ha seguido
avanzando, se han desarrollado otros criterios
más objetivos para establecer prioridades en la
selección de áreas naturales a proteger. En este
sentido, lo que más se necesita es una amplia
evaluación de diversos grupos de organismos que
permita identificar áreas con concentraciones
particularmente elevadas de riqueza, endemismos
locales, especies amenazadas o taxones con alta
importancia para la conservación (Méndez
Iglesias 2003; Sarkar et al. 2006). Los taxónomos
pueden contribuir de modo exitoso a la práctica
de la biología de la conservación, pues son ellos
quienes atesoran los conocimientos necesarios
sobre las especies y sus distribuciones, almace-
nados muchas veces en vetustas e infrautilizadas
colecciones de pliegos o ejemplares mantenidos
en Universidades, herbarios o museos. Al ofrecer
los datos esenciales para implementar métodos de
trabajo más objetivos en la selección de áreas
naturales a proteger, los taxónomos pueden jugar
un papel crítico que hará más fuerte y efectiva la
conservación de la naturaleza (Lowry 2001).
El impedimento taxonómico
Sin embargo, el apoyo económico a las labores
de recolección de muestras y realización de
inventarios ha disminuido de modo notable en los
últimos tiempos (Wheeler et al. 2004), y la
cantidad de expertos bien formados en taxonomía
de diversos grupos de organismos ha caído en
picado, en parte como resultado de la escasa
reputación y los limitados recursos económicos y
humanos con que contaron las formas de hacer
sistemática durante gran parte del siglo
XX. Todo
ello provocó el olvido y casi abandono que ha
rodeado a las actividades tradicionales de
descripción, clasificación y nomenclatura de los
seres vivos (Godfray 2002; Schweitzer 2008), y
generó lo que ha sido identificado como el
principal problema para el avance de esta ciencia
hoy en día: la escasez de taxónomos, que forma
parte del así llamado “impedimento taxonómico”
[Anexo 1].
En esencia, el impedimento taxonómico se
refiere a la falta de conocimientos disponibles
sobre la magnitud, la identidad, y la distribución
de la biodiversidad, y a las limitaciones que ello
impone en las labores de conservación y gestión
racional de los recursos bióticos. El impedimento
taxonómico se refleja, por ejemplo, en la docu-
mentada escasez en el número total de espe-
cialistas en taxonomía, con cifras globales
estimadas actualmente en torno a los 6.000-7.000
expertos (Schnack y López 2003; Wilson 2003a),
o en el lamento de algunos jóvenes investigadores
en taxonomía, que se han percatado del reducido
número de colegas profesionales con que
cuentan, casi todos ellos como una decena de
años más viejos (Schweitzer 2008). Esta sensa-
ción de aislamiento afecta en realidad a muchos
taxónomos que trabajan en Universidades
rodeados por bioquímicos, biólogos celulares o
biólogos moleculares, cuyos proyectos reciben
generalmente un mayor presupuesto (de Carvalho
et al. 2008). Podríamos decir que así como la
biodiversidad está en peligro de extinción (véase
más abajo), también lo están quienes se dedican a
su estudio sistemático. La situación podría
empeorar en el corto plazo, ya que la edad media
del plantel de taxónomos crece con el tiempo
(pues casi no hay regeneración), debido a que los
estudiantes universitarios se decantan mayorita-
riamente por otras ramas de la biología, más
“atractivas” (Raven 2004).
Además, la distribución del esfuerzo investiga-
dor en taxonomía no sigue el patrón que sería de
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
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esperar de acuerdo con la biodiversidad. Si las
cosas no han cambiado de modo significativo
desde el estudio de Gaston y May (1992), un
poco menos de un tercio de todos los taxónomos
trabajan sobre vertebrados (un grupo poco impor-
tante numéricamente, con unas 45.000 especies),
aproximadamente otro tercio investiga sobre
plantas (con una riqueza en especies casi 10
veces superior a los vertebrados), y la mayor
parte del resto (un poco más de un tercio del
total) se centra en los animales invertebrados (que
superan en especies a los vertebrados por un
factor de 100 o más). La pasión que despiertan
los vertebrados de pluma y pelo (i.e., las aves y
los mamíferos) se refleja también, por ejemplo,
en el hecho de que la Royal Society for the
Protection of Birds, del Reino Unido, agrupa a
más de un millón de socios, mientras que la
Botanical Society of the British Isles está formada
por sólo unos 10.000 (May 2002). En fin, casi el
82% de la población del planeta se localiza en los
países pobres y poco desarrollados, que capita-
lizan tan sólo como el 15% de los recursos
económicos y humanos, aunque atesoran quizás
hasta el 80% de la biodiversidad global (Raven
2004).
Lo cierto es que no es posible conocer y menos
aún evaluar, conservar o utilizar la biodiversidad
sin contar con los taxónomos necesarios, expertos
en las múltiples formas que adopta el fenómeno
de la vida. Incluso hoy en día, más de una década
después del reconocimiento inicial del problema,
falta la experiencia taxonómica necesaria y
suficiente como para describir de modo efectivo
la biodiversidad de la Tierra (Evenhuis 2007).
¿Cómo vamos a disfrutar y proteger la biodiver-
sidad si antes no tenemos el conocimiento sobre
lo que podemos disfrutar y debemos proteger? Es
necesario impulsar las labores de investigación
sistemática de la biodiversidad y, aún más impor-
tante, es urgente hacerlo ya (Simpson y Cracraft
1995; Wheeler et al. 2004; Schweitzer 2008).
Por si fuera poco, además de la escasez de
expertos en taxonomía, se han descrito otros
problemas que podrían ralentizar aún más el
conocimiento de la biodiversidad de la Tierra,
como lo que podría denominarse un impedimento
nomenclatural (Acosta 2007), o la baja tasa de
producción científica de los taxónomos (i.e., de
publicación y divulgación de resultados obtenidos
en proyectos de investigación), que es menor que
la esperada (Evenhuis 2007). Medio en broma,
medio en serio, Evenhuis (2007) ha publicado
incluso una guía para cubrir los “Ocho Pasos a la
Iluminación Total y el Nirvana Taxonómico”
(sic) que permiten darse cuenta y apreciar en su
justa medida el gozo derivado de (1) el trabajo en
íntimo contacto con la naturaleza, (2) la recole-
cción de muestras y ejemplares, (3) su clasifica-
ción y ordenación posterior, (4) el descubrimiento
de especies raras o incluso nuevas, (5) la
investigación bibliográfica, (6) la descripción e
ilustración de nuevas especies, (7) la escritura de
manuscritos y su publicación, así como (8) la
educación y formación final de quienes leen y
consultan las publicaciones realizadas (véase
también Flowers 2007, y con más detalle de
Carvalho et al. 2008). Pero esto es harina de otro
costal. La buena noticia es que la taxonomía
puede volver a florecer como ciencia (Godfray
2002; Wheeler et al. 2004).
Posibles soluciones
Hay quien ha propuesto una evolución de la
taxonomía hacia una nueva ciencia de la
información, basada en una estructura cibernética
propia del siglo
XXI, administrada de forma
centralizada desde internet (Godfray 2002; véase
Godfray et al. 2007 para detalles sobre la así
llamada Iniciativa CATE: C
reating a taxonomic
e
-science). Una nueva forma de hacer sistemática
que genere productos “entregables” útiles a la vez
que atractivos para sus usuarios finales, la
sociedad en general; y que sea capaz de competir
por la asignación de recursos económicos
limitados con proyectos de gran calado y
reconocido prestigio internacional, como por
ejemplo el Proyecto Genoma Humano
(http://www.ornl.gov/sci/techresources/Human_
Genome/home.shtml) o la Cartografía Digital del
Cielo (http://www.sdss.org/). Si cada especie de
ser vivo presente en la Tierra ocupara una página
web en internet, con un resumen de lo que se
conoce sobre sus características diagnósticas,
distribución geográfica, requerimientos de hábi-
tat, relaciones ecológicas, posición filogenética,
genoma, importancia para la humanidad, etc.,
entonces el conjunto de todas esas páginas darían
forma la Enciclopedia de la Vida (Wilson 2003a),
el esperado y justo colofón a la magna empresa
iniciada por Linneo en el siglo
XVIII: una
representación completa de la biodiversidad de la
Tierra, de polo a polo, de los virus a las ballenas,
del genoma a los ecosistemas (Wilson 2004).
Para muchos autores, el objetivo de descubrir,
describir y clasificar todas las especies de este
planeta es una empresa de magnitud global, que
necesita de herramientas globales, y tiene todos
los requisitos como para ser considerada “Gran
Ciencia” (Wilson 2003a; Wheeler et al. 2004).
Empero, también hay quien opina que la globali-
zación de la taxonomía puede repercutir de modo
negativo precisamente allí donde más se necesita,
en los países en vías de desarrollo, y que la
solución no está en la informatización del
conocimiento en sistemática (de Carvalho et al.
2005, 2008; véase más abajo).
Quizás algo más “esotéricamente”, otros han
pensado que la secuenciación masiva del DNA y
la generación de herramientas que faciliten la
identificación directa de los seres vivos, similares
a los “códigos de barras” que se usan en los
supermercados para identificar los productos de
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
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la cesta de la compra (Hebert et al. 2002; DeSalle
et al. 2005; véase, por ejemplo, Lanteri 2007 para
una aproximación en español a algunas de sus
aplicaciones), pueden ayudar también al renaci-
miento de la taxonomía en general, y de la
investigación para describir e inventariar la
diversidad de la vida en particular.
En realidad, todas estas ideas podrían ser tan
sólo mucho ruido y pocas nueces: una tormenta
de verano que se olvide poco después de que
pase, con lo que se desperdiciaría la oportunidad
actual y se perdería el ímpetu necesario para
mejorar el conocimiento sistemático de la
biodiversidad (Mallet y Willmott 2003). Como
ejemplo están los revuelos y esperanzas que
levantaron la facilidad operativa y aparente
objetividad de los métodos de la Taxonomía
Numérica (Hull 1970), y que sedimentaron en
prácticamente nada tras unos 25 años (de
Carvalho et al. 2008). Quienes critican el nuevo
paradigma reduccionista de la “ciberautomatiza-
ción” de la taxonomía, que equipara la sofistica-
ción tecnológica con el progreso conceptual, y
que llevado al extremo apostaría por la
sustitución de los taxónomos por máquinas
capaces de avanzar en la identificación de
muestras biológicas, argumentan su punto de
vista en los logros de programas de formación de
taxónomos que han recibido suficiente apoyo
económico (de Carvalho et al. 2007). Allí donde
este apoyo económico ha sido sostenido en el
tiempo, se ha formado suficiente personal investi-
gador en taxonomía, que ha sido contratado
posteriormente por la Universidad, y que ha
avanzando en el conocimiento de la biodiversidad
(de Carvalho et al. 2008).
En todo caso, la importancia del conocimiento
derivado de la sistemática en diversas ramas de la
biología aplicada queda de manifiesto al recordar
que la supervivencia de nuestra propia especie en
este planeta depende de nuestra comprensión
sobre la diversidad biológica que nos rodea, así
como de la interacción prudente que tengamos
con sus componentes. La economía del mundo
gira en torno a los bienes y servicios derivados de
una fracción mínima de la biodiversidad (pues,
quizás, conocemos aún menos del 5-10% de
todas las especies existentes, y explotamos una
fracción ínfima de este valor; véase más abajo).
¿Qué oportunidades no estaremos desaprove-
chando debido a nuestra ignorancia? Afortunada-
mente, ya se están llevando a cabo iniciativas que
buscan mantener y promover el desarrollo de la
sistemática y la taxonomía en general, así como
mejorar nuestro conocimiento sistemático de la
realidad natural en particular. Estos proyectos
están descubriendo, describiendo e inventariando
la diversidad de especies de la Tierra; analizando
los datos obtenidos en forma de clasificaciones
que reflejen la historia evolutiva; y organizando
toda esta información del modo más útil posible a
la sociedad. Además de la Global Taxonomy
Initiative [Anexo 1], entre los proyectos más
ambiciosos están All-Species, Diversitas, Species
2000 y Tree of Life [Anexo 2].
Necesidad del conocimiento en sistemática
¿Cuántas especies habitan la Tierra; cuáles son
sus características y propiedades; qué relaciones
evolutivas se dan entre ellas? Nadie duda de que
sea deseable responder a estas y otras cuestiones
similares (Cracraft 2002). Es decir, descubrir,
describir y conocer las relaciones evolutivas de
todas las especies que habitan la Tierra.
Asumiendo que la biodiversidad total de la Tierra
es de ~ 10-20 x 10
6
especies (véase más abajo), y
que sólo se han descrito cerca del 10% desde los
tiempos de Linneo, entonces quedaría por
describir el 90% restante. Desde una posición
quizás muy optimista, algunos autores (por
ejemplo, Wilson 2003a [Anexo 2]) han realizado
una defensa entusiasta de la idea, y para
completarla han marcado un horizonte temporal
de tan sólo una generación, ¡25 años! Desafortu-
nadamente, ni siquiera se sabe con exactitud
cuántas especies han sido descritas ya por la
taxonomía, y las estimas están en el rango 1,5-2 x
10
6
; ello implica la existencia de una cantidad
similar de epítetos binomiales (sin contar con los
de rango taxonómico superior), entre los que hay
una gran cantidad de sinónimos (Alroy 2002):
nombres distintos que designan la misma realidad
biológica. En todo caso, nadie duda de que la
biodiversidad conocida sea sólo una pequeña
parte de la realmente existente. ¿Cuántas especies
hay en la Tierra? La mejor respuesta a esta
pregunta es que… ¡nadie sabe la respuesta! Ni
siquiera dentro de un orden de magnitud. En
efecto: ésta es una de las siete grandes preguntas
de la sistemática biológica, y una de las cuestio-
nes que aún forman parte de la “Gran Ciencia” de
hoy en día (Cracraft 2002). Admitiendo nuestra
enorme ignorancia, y con resultados diversos en
función de los métodos utilizados, se estima que
la magnitud total de la biodiversidad puede estar
entre 3,6 y 100 x 10
6
especies eucariotas
(Cracraft 2002; Wilson 2003a; Mace et al. 2005).
En todo caso, el grado de conocimiento taxonó-
mico de la diversidad biológica ya descrita es
muy heterogéneo, y varía con el tamaño corporal
del organismo (cuanto más pequeño el organis-
mo, peor se conoce el grupo al que pertenece) y
con la localización geográfica del área de estudio
(pues se conoce mejor la biodiversidad de las
regiones templadas del hemisferio norte, y peor la
de latitudes tropicales o regiones muy distantes
de los centros de investigación). Nuestra ignoran-
cia es máxima respecto a las bacterias y otros
microorganismos de los que depende toda la
biosfera, la “materia oscura” de la biodiversidad
(Wilson 2004), y queda patente al recordar que
las cianobacterias (antiguas algas verde-azuladas)
pertenecientes al género Prochlorococcus, que
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
- 23 -
capitalizan entre el 30 y el 80% de la producción
primaria global, y que probablemente son los
seres vivos más abundantes en la Tierra (pues se
estima que su abundancia total es de unos 10
29
individuos, aproximadamente 100 x 10
3
en cada
mililitro de agua de los grandes mares y océanos),
no se describieron para la ciencia hasta 1988
(Wilson 2003a).
¿Dónde están todas las especies, todos esos
seres vivos que comparten con nosotros este
planeta, la Tierra? Tampoco lo sabemos, y ésta es
otra de las siete grandes cuestiones de la siste-
mática, la más básica para el conocimiento
biogeográfico de la biodiversidad; cualquier
respuesta a esta pregunta será sólo tan buena
como lo sean los inventarios biológicos disponi-
bles (Cracraft 2002). De ello dependen, por lo
menos en parte, el descubrimiento de nuevas
medicinas, el ecoturismo, el comercio de recursos
naturales y bióticos, el control de plagas y
enfermedades, así como de especies invasoras, la
mejora de los cultivos gracias a la diversidad
presente en parientes silvestres, el análisis de los
efectos del cambio global, etc. Lo cierto es que la
biodiversidad está en todas partes: en los desier-
tos, los océanos, los cuerpos de agua dulce, las
selvas tropicales siempre verdes, los bosques de
latitudes templadas, las praderas de la alta monta-
ña, los parques urbanos, los jardines… Una gran
parte de la riqueza en especies de este planeta se
registra en las selvas y junglas de América
Central y del Sur, África ecuatorial, y el Sureste
de Asia, así como en los arrecifes de coral de las
mismas latitudes.
Ahora bien, ¿qué sabemos en realidad de las
características, la ecología o el estado de conser-
vación de las especies que ya han sido descu-
biertas y nombradas por la ciencia? En la
inmensa mayoría de los casos, ¡prácticamente
nada… o casi! Hay enormes lagunas en nuestro
conocimiento sobre la biodiversidad ya descrita.
Baste señalar que quizás más de la mitad de las
especies se conocen tan sólo de la localidad en la
que fueron descubiertas; o, aún peor, que en un
buen número de casos el conocimiento se limita a
un único espécimen, nada más (Stork 1997). Pero
es que, más importante aún, la biodiversidad es
en realidad mucho más que la extraordinaria
cantidad y variedad de especies y sus nombres
(Wilson 1994; Sarkar 2002; Mace et al. 2005).
Incluye la variabilidad genética que hay entre los
organismos que componen las poblaciones y
finalmente las especies, variabilidad que se pone
de manifiesto en las numerosas y muchas veces
sutiles diferencias interindividuales, como las
velocidades de reacción metabólica de las enzi-
mas de peces de aguas polares vs. tropicales; los
sabores de las variedades de chile que encontra-
mos en los mercados; los cantos de los pájaros de
los bosques; o los rasgos de todo tipo (molecu-
lares, anatómicos, de comportamiento y persona-
lidad, etc.) que hacen que todos y cada uno de
nosotros seamos únicos e irrepetibles. El
concepto de biodiversidad también incluye la
variedad de organizaciones jerárquicas de orden
superior que crean las especies y su medio
ambiente: comunidades y ecosistemas, también
diversos en su estructura y funcionamiento, como
las formadas por los detritívoros y descompone-
dores de materia orgánica de todo tipo que
habitan en el suelo de las junglas y selvas siempre
verdes, y los mutualistas de limpieza de los
arrecifes de coral de las latitudes tropicales; o las
plantas del sotobosque de los encinares medite-
rráneos y las comunidades infaunales de las rasas
intermareales sobre sedimentos fangosos de las
costas de nuestras latitudes.
Lo cierto es que aún estamos lejos de poder
cubrir el ambicioso objetivo de completar la
Enciclopedia de la Vida, y también hay quien
cree que podría ser inalcanzable, al menos a una
escala global y en un horizonte de tiempo
razonable (Godfray 2002).
Incluso teniendo en
cuenta las mejoras que se están produciendo en la
práctica taxonómica (imágenes digitales, secuen-
ciación de DNA y códigos de barras genéticos,
bases de datos informatizadas en internet, etc.), el
límite temporal antes citado de una generación
[Anexo 2] resulta simplemente “increíble” para
algunos autores, por decirlo suavemente (como se
desprende de la pregunta retórica “What these
people had been smoking?”, May 2004). En otro
lugar (González Oreja 2008a) he explorado las
relaciones que hay entre la tasa a la que se
describen nuevas especies, el tiempo necesario
para describir todas las especies de la Tierra a esa
velocidad, y la pérdida de biodiversidad que se
produce a lo largo de ese tiempo. Asumiendo
algunos valores previos (como el número de
especies ya descritas, el número total de especies,
el número de taxónomos existentes en la actua-
lidad, la tasa de formación de nuevas especies por
especiación, la tasa de extinción, etc.), es posible
calcular que se necesitan, ahora mismo, y durante
los próximos 25 años, entre 66.000 y 236.000
taxónomos que describan la biodiversidad no
conocida a una velocidad entre 5 y 1,4 nuevas
especies cada año, respectivamente. Sin embargo,
está claro que esas grandes cantidades de
expertos en sistemática y taxonomía son inexis-
tentes, debido, precisamente, al impedimento
taxonómico. Llegados a este punto, alguien
podría preguntar: ¿qué más da si no aumenta
nuestro conocimiento sistemático de la
biodiversidad? Teniendo en cuenta los múltiples
valores que atesora (servi-cios ecosistémicos
realizados, relacionados con la polinización de
los cultivos, la purificación del aire y del agua, el
control de la erosión y de las inundaciones, el
ciclo biogeoquímico de los nutrientes, o el
control y la regulación del clima, por ejemplo;
valores instrumentales (por beneficios económi-
cos directos e indirectos) derivados de su uso
como fuentes de recursos bióticos útiles en
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
- 24 -
alimentación, salud, etc.; valores intrínsecos de
naturaleza estética, ética, moral, o espiritual; y un
largo etcétera), lo cierto es que son muchas las
razones que llevan a pensar que la sociedad en
general puede resultar profundamente perjudica-
da si continuamos en nuestra ignorancia sobre la
realidad de la biodiversidad. No voy a explorar
aquí este asunto, pero remito al lector interesado
a la abundante bibliografía al respecto (véase, por
ejemplo, Wilson 1994; Chevalier et al. 1997;
Alonso et al. 2001; Chivian 2002; Delibes de
Castro 2005; Crisci 2006; González Oreja
2008b). Realmente, es una lástima estar
quemando los metafóricos libros que componen
la Enciclopedia de la Vida sin haber podido
siquiera hojearlos, y sin haber sido capaces de
generar las riquezas que se esconden en las
sugerencias de sus páginas (May 2002).
Nuestra generación es la primera en enfrentar y
comprender, por lo menos parcialmente, una
crisis de la biodiversidad de la magnitud actual; a
la vez, quizás sea la última con la oportunidad de
explorar y documentar la diversidad de la vida en
la Tierra, pues el tiempo disponible para hacerlo
se acaba rápidamente (Wheeler et al. 2004). En
este sentido, el gran reto que la biología actual
tiene por delante consiste en crear un conoci-
miento lo más exacto posible sobre la realidad
natural de un planeta que está inmerso en lo que
se ha denominado la Sexta Extinción (Wilson
1994; Meine 1999), una lamentable característica
de nuestra propia época (Crisci 2006). Los
biólogos de la biodiversidad están de acuerdo en
que nos enfrentamos a una crisis de extinción,
como consecuencia de nuestras propias activi-
dades; sin embargo, nuestra ignorancia sobre las
tasas actuales de extinción es aún muy grande
(May 2002). Se estima que, a lo largo de muchas
épocas del registro geológico, la tasa de forma-
ción de especies estuvo entre 10
-5
y 10
-7
nuevas
especies cada especie y año, con un valor prome-
dio cercano a 10
-6
. También durante mucho
tiempo, este promedio de especiación estuvo
prácticamente equilibrado con la tasa de extin-
ción de fondo (10
-6
especies extintas cada especie
y año, dentro de la incertidumbre de las estimas,
que es de 2 órdenes de magnitud). Pero las cosas
ya no son así. Para una gran colección de grupos
de organismos más o menos bien estudiados
(como plantas con flores, moluscos, o aves), se
estima que la tasa actual de extinción está entre
10
-3
y 10
-4
especies extintas cada especie y año.
Es decir, la extinción es unas 100-1.000 veces
mayor en la actualidad que en la mayor parte del
registro geológico (Meine 1999; May 2002;
Wilson 2003b).
Reflexiones finales
En un mundo que, como hemos visto, está
perdiendo especies a una velocidad acelerada, la
sistemática y la taxonomía deben ser vistas como
ciencias de importancia crucial para cumplir los
desafíos del cambio ambiental global derivado de
las actividades de las sociedades humanas
(Cracraft 2002; Wilson 2004; Kim y Byrne
2006). Si queremos que la taxonomía pueda
prosperar de nuevo, y cubrir en parte las lagunas
de conocimiento aún existentes, es necesario
desarrollar proyectos de conocimiento e inventa-
rio de la biodiversidad con objetivos relevantes y
accesibles, que reciban apoyo desde otras cien-
cias biológicas y ambientales, y que atraigan el
interés del público en general y de quienes
financian la investigación en particular (Godfray
2002).
Todo esto no quita la necesidad de formar
nuevas generaciones de estudiantes en biología
evolutiva y sistemática ―con una robusta base
teórica y práctica, con conocimientos amplios en
teoría de la evolución, microbiología, botánica,
zoología, ecología, biogeografía, cladística,
etcétera―, que sean capaces de progresar en el
conocimiento sistemático de la biodiversidad
(Kim y Byrne 2006), lo que sólo puede alcanzar-
se si se observan unos sólidos principios teóricos
y epistemológicos, y no por la simple aplicación
de innovaciones tecnológicas (de Carvalho et al.
2008). También es necesario que los expertos en
sistemática ya formados, investigadores meticulo-
sos y de calidad, puedan desarrollar su labor en
centros adecuados, como Universidades, herba-
rios, museos, etc. (de Carvalho et al. 2007).
Igualmente, la taxonomía biológica debe ser
reconocida como una ciencia robusta por sus
pares y por quienes desarrollan las políticas
científicas; de lo contrario, la taxonomía como la
conocemos puede estar condenada a la extinción
(Raven 2004).
En resumen, es necesario aumentar el número
de expertos en sistemática y taxonomía, capaces
de afrontar el reto de describir la biodiversidad
que existe en la Tierra, y de hacer público ese
conocimiento para el bien de la sociedad.
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Información del Autor
J. A. González Oreja es biólogo de ecosistemas
por la Universidad del País Vasco, y doctor en
ciencias biológicas por la misma Universidad.
Durante seis años y medio ha sido profesor de
varias asignaturas de biología en la Universidad
de las Américas Puebla (México), incluyendo
biología evolutiva y sistemática. Como investiga-
dor, se interesa por el estudio de la estructura y el
funcionamiento de comunidades, la biología y la
ecología de la conservación (en especial de aves
y mamíferos), y la ecología del estrés y la
recuperación. Desde inicios de 2008 trabaja en el
Departamento de Agroecosistemas y Recursos
Naturales de Neiker.
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
- 27 -
Anexo 1.
El impedimento taxonómico, la Iniciativa Mundial sobre Taxonomía,
y la Declaración de Darwin
El impedimento taxonómico hace referencia a las lagunas que hay en el conocimiento taxonómico
acumulado a lo largo del tiempo, en especial para determinados grupos de organismos, incluyendo los
fósiles, y para ciertas áreas geográficas, en especial las tropicales. En efecto, es muy poco, por no decir
nada, lo que se sabe sobre la taxonomía, la distribución, la biología o la genética de la mayoría de especies
conocidas por la ciencia, por no mencionar las que aún no han sido descritas. Igualmente, el impedimento
taxonómico se refiere a la insuficiencia de taxónomos con un mínimo nivel de experiencia, así como a la
falta de cuidadores de colecciones biológicas, y a los efectos que tales carencias tienen en nuestra capacidad
de gestionar de un modo racional los recursos naturales y de poder utilizar la biodiversidad.
La existencia del impedimento taxonómico pone de manifiesto la necesidad de movilizar recursos de todo
tipo para mejorar la infraestructura, el entrenamiento, la investigación y el acceso a la información
taxonómica disponible en diversos ámbitos de trabajo. Es esencial eliminar este impedimento para poder
gestionar de modo adecuado los recursos bióticos disponibles en la Tierra. Urge aumentar el número y
mejorar el nivel de los expertos en taxonomía, así como reforzar las infraestructuras disponibles para
ejercer su labor con normalidad y continuidad, y así avanzar en el descubrimiento y entendimiento de las
relaciones que se establecen entre los componentes de la biodiversidad. Esta perspectiva debería formar
parte de las políticas y los programas que contribuyan a lograr un desarrollo sostenible y a conservar la
diversidad biológica. Entre estos ámbitos se incluyen, como ejemplos, la agricultura, la silvicultura, la
ganadería, la pesca, la gestión del hábitat (incluyendo la protección de las áreas naturales declaradas como
tales), la producción de energía, la gestión de los usos del suelo, la educación medioambiental o el
ecoturismo. Además, la perspectiva taxonómica tendente a disminuir el impedimento señalado debería estar
contemplada en todos los programas diseñados para inventariar y evaluar los recursos bióticos de nuestros
ecosistemas, así como los requerimientos ambientales a una escala más amplia.
El conjunto de acciones necesarias para resolver el impedimento taxonómico forma parte de lo que se
conoce como Iniciativa Mundial sobre Taxonomía (en inglés, Global Taxonomy Initiative, GTI), propuesta
en 1996 por la Tercera Conferencia de las Partes (COP3) del Convenio sobre la Diversidad Biológica, y
tema importante durante la Cuarta (COP4). El propósito general de la GTI es eliminar, o por lo menos
reducir, el impedimento taxonómico, para asegurar que se dispone de la información pertinente requerida
para satisfacer los objetivos del Convenio sobre la Diversidad Biológica. Para avanzar en el desarrollo de la
GTI, varias instituciones de relevancia internacional se reunieron en febrero de 1998 en Darwin (Australia),
durante la COP4, para analizar la situación y formalizar un conjunto de recomendaciones y propuestas,
conocidas con el nombre de Declaración de Darwin: “Suprimir el impedimento taxonómico”.
Como resultado de la reunión, se identificaron áreas prioritarias de trabajo y se propusieron respuestas a
las necesidades existentes. El desarrollo real del Convenio sobre Diversidad Biológica requiere de la
taxonomía al menos en tres grandes áreas, a saber: (1) identificación, evaluación y seguimiento o
supervisión; (2) conservación, y (3) uso o utilización sostenible de la biodiversidad. En cada uno de estos
bloques se identificaron un conjunto de actividades taxonómicas necesarias. Por ejemplo, para el elemento
1, la taxonomía es ineludible en las tareas de muestreos biológicos, recolección de muestras, desarrollo de
métodos de evaluación rápida (mediante identificación de grupos indicadores, morfoespecies, o taxones de
rango supraespecífico), inventarios de biodiversidad, etc. Para el componente 2, la taxonomía permite
identificar los taxones que necesitan de planes de acción urgente en su conservación, así como compilar
listas de especies amenazadas (clásicamente llamadas “listas rojas”), o proponer criterios para seleccionar
áreas naturales protegidas con base en su riqueza de taxones, su riqueza de endemismos, su
representatividad, etc. En fin, en lo tocante a la unidad 3, la taxonomía facilita identificar los recursos
cosechables, integrar el conocimiento etnobiológico tradicional, o desarrollar una agricultura, horticultura o
silvicultura sostenibles.
Estas consideraciones, y otras más incluidas en el original de la Declaración y sus modificaciones y
añadidos posteriores, ponen en evidencia que la taxonomía es crucial para la conservación y utilización
sostenible de la diversidad biológica. Sin embargo, este aspecto fundamental todavía no se ha presentado
con la claridad suficiente a quienes crean y constituyen los mercados para los bienes y servicios que la
taxonomía ofrece: a las agencias locales, nacionales e internacionales que financian la investigación, o al
sector privado que necesita de los productos desarrollados por taxónomos, o a las instituciones de
educación. En efecto, la visión predominante entre el público en general es que la taxonomía ha sido, y
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
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todavía es, una ciencia con un comportamiento más bien introvertido. Por ello, la Declaración de Darwin
considera que es totalmente necesario cambiar esta percepción errónea y reflejar la importancia de los
puntos de vista antes presentados.
La Declaración de Darwin incluye un amplio conjunto de sugerencias para implementar en varios niveles
de acción la Iniciativa Mundial sobre Taxonomía, desde el individual o institucional, al de los gobiernos
nacionales. Entre estas sugerencias merece destacarse la creación del All Species Foundation [Anexo 2].
5 Más información: http://www.cbd.int/, y referencias allí dadas.
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
- 29 -
Anexo 2.
Proyectos e iniciativas internacionales para el desarrollo de la sistemática
1. All Species Foundation
La misión declarada de All Species Foundation (la Fundación para Todas las Especies, ALL como se
simboliza en inglés) es simple, aunque difícil, por su total ambición: descubrir, describir y diseminar la
información relativa a todas las especies vivas (sic) en el planeta Tierra… ¡y todo ello en la duración
limitada de una generación humana, es decir, 25 años! Sólo así, dicen, será posible mejorar las capacidades
para conservar de verdad la biodiversidad. Destacados líderes científicos en el estudio de la biodiversidad
se han vinculado con mayor o menor intensidad con ALL, como Terry Erwin, de la Smithsonian Institution,
Peter H. Raven, del Missouri Botanical Garden, o Edward O. Wilson, del Museo de Zoología Comparada
de la Universidad de Harvard.
Es necesario coordinar esfuerzos entre taxónomos, biólogos, científicos de todo tipo, etc., para completar
un amplio mapa de la diversidad biológica de todo el planeta, de todas las criaturas, y en un período de
tiempo razonablemente corto. ALL catalizará los esfuerzos destinados a cubrir tales objetivos, para obtener
uno de los mayores logros científicos de todos los tiempos. El descubrimiento de nuevas formas de vida se
convierte en una aventura sin igual: la exploración de un planeta poco conocido, la Tierra.
El inventario de especies de ALL ofrecerá una lista completa de los seres con los que compartimos la
Tierra. Lo que permitirá, entre otras cosas, contar con una base confiable para desarrollar un nuevo
entendimiento de la naturaleza que nos rodea, descubriendo una infinidad de nuevas especies, muchas de
las cuales tendrán valor económico, científico y cultural. Las oportunidades que ALL genera, relacionadas
con la taxonomía, se centran en aumentar las labores de recolección, preservación y cuidado de las muestras
de biodiversidad, en incrementar la escala y la calidad de las colecciones biológicas existentes, en
desarrollar nuevas maneras de describir nuevas especies, y en organizar y diseminar la información así
generada utilizando para ello nuevas tecnologías.
5 Más información: http://www.all-species.org/.
[Desgraciadamente, desde el 30/07/2008, la dirección está pendiente de renovación o eliminación de la
web.]
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
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2. Diversitas
El plan científico de Diversitas responde a una aproximación dinámica e integradora a la biodiversidad.
La diversidad biológica cambia como resultado de numerosos factores, y a su vez influye en las sociedades
humanas, que deben adaptarse a tales cambios. Entender y predecir estos cambios necesita de una mayor
integración entre las disciplinas relacionadas. El programa Diversitas se desarrolló para arrojar luz sobre
cómo la biodiversidad permite el desarrollo de la vida en la Tierra, sobre las consecuencias de la pérdida de
diversidad en la supervivencia de los ecosistemas y de las propias sociedades humanas, y sobre cómo
utilizar de un modo sostenible, y en su caso conservar, la biodiversidad. Busca establecer y coordinar redes
de trabajo multidisciplinar a nivel internacional, formadas por científicos que investiguen en biodiversidad,
y que se enfoquen a resolver las prioridades del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Las metas globales de Diversitas son promover una ciencia integradora de la biodiversidad, uniendo
disciplinas biológicas, ecológicas y sociales en un esfuerzo por lograr un nuevo conocimiento socialmente
relevante, y ofrecer las bases científicas para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad. Para
ello, entre otras cosas, es necesario sintetizar el conocimiento previo existente, identificar las carencias
restantes y los temas emergentes de importancia global, promover nuevas iniciativas de investigación, y
hacer llegar este conocimiento a los gestores y políticos en diferentes ámbitos de importancia.
La estructura de Diversitas gira en torno a tres proyectos centrales: (1) descubrir la biodiversidad y
predecir sus cambios; (2) evaluar los impactos de tales cambios en la biodiversidad, y (3) desarrollar una
ciencia de la conservación y uso sostenible de la biodiversidad.
5 Más información: http://www.diversitas-international.org/
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
- 31 -
3. Species 2000
Species 2000 es una “federación” de organizaciones que desarrollan bases de datos taxonómicas, que
trabajan junto a sus principales usuarios, los taxónomos. El plan es crear un conjunto de bases de datos
globales sobre taxonomía que cubran todas las especies presentes en los grupos principales de organismos,
y la meta principal es enumerar todas las especies conocidas de seres vivos en la Tierra, ya sean microbios,
hongos, plantas o animales.
Species 2000 se contempla como una ambiciosa estrategia para dar forma al Catálogo de la Vida, en el
cual se indexen con un formato único y válido la totalidad de las especies descritas; éste índice podría ser
utilizado después en labores de inventario y seguimiento de la diversidad biológica, así como puerta de
entrada en internet a otras bases de datos sobre biodiversidad en todo el mundo, o como un catálogo lo más
amplio posible en el que poder comprobar el estado, la clasificación y la nomenclatura de las especies. Para
lograr estas metas, Species 2000 mantendrá un sistema de acceso común, a través del cual localizar una
especie a partir de su nombre, o producir un listado actualizado de la validez de la taxonomía de cierto
grupo de organismos, o establecer un conjunto de uniones que conecten las entradas de cada especie con la
información contenida en otras bases de datos sobre la misma.
Entre la información resumida para cada especie figuran el nombre científico aceptado como válido, sus
sinónimos, sus nombres comunes, y su posición taxonómica más actualizada. Las bases de datos
recopiladas hasta la actualidad en Species 2000 pueden suponer el 50% de las especies descritas, por lo que
aún resta un notable trabajo por realizar y cubrir así los taxones pobremente representados.
5 Más información: http://www.sp2000.org/
J.A. González Oreja - Conocimiento de la Biodiversidad
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4. The Tree of Life
The Tree of Life (El Árbol de la Vida; ToL, por sus siglas en inglés) es un proyecto de colaboración entre
biólogos de todo el mundo basado en los recursos de internet, que ofrece información sobre la diversidad de
organismos en la Tierra, su historia, y sus características.
Las metas esenciales de ToL consisten en ofrecer información útil a quienes la necesiten, sean biólogos o
no, sobre grupos concretos de organismos, como claves de identificación, imágenes, árboles filogenéticos,
etc. ToL es un proyecto sobre la diversidad de los organismos y los patrones filogenéticos que la han
generado, no sobre clasificación.
Entre los objetivos de ToL están ofrecer un marco de trabajo común en el que publicar de modo
electrónico información sobre la historia evolutiva y las características de todos los grupos de organismos,
presentar una visión integrada de las relaciones evolutivas que unen a todos los seres vivos, o servir de
herramienta educativa que ayude a apreciar la diversidad de los organismos desde un punto de vista
filogenético.
5 Más información: http://tolweb.org/tree/phylogeny.html.