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El centro de la ciudad de México frente al desafío de un desarrollo urbano más
sustentable. (Elementos para el proyecto de investigación “Hábitat y Centralidad”)
René Coulomb
Profesor investigador en el área de sociología urbana de la UAM-AZCAPOTZALCO. Profesor
Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana y miembro del Sistema Nacional de
Investigadores. Sus intereses investigativos conciernen la políticas urbanas, la problemática de las
áreas metropolitanas, las políticas habitacionales, la vivienda en arrendamiento, los movimientos
sociales urbanos, los procesos de autogestión social, y más recientemente, el patrimonio cultural
urbano y las políticas referidas a las centralidades urbanas e históricas de América Latina y el
Caribe.
rene.coulomb@gmail.com tel. 53.18.92.67
Resumen:
Después de varias décadas de un urbanismo exclusivamente preocupado por el crecimiento
espacial de las ciudades, estamos asistiendo en América Latina a una vuelta hacia la ciudad
construida , por razones de economía urbana, de protección de los recursos ecológicos peri-
urbanos o bien por el interés renovado por la puesta en valor del patrimonio cultural urbano. En
el caso de la zona metropolitana de la ciudad de México, esta reorientación del urbanismo
contemporáneo se ha centrado sobre la dinámica poblacional de la llamada “ciudad central” y
se manifestó, por una parte con programas de renovación del hábitat deteriorado de los barrios
populares céntricos, y por la otra, por múltiples planes y programas de “rescate” de los centros
históricos. La ponencia se propone presentar un estado de la cuestión de los problemas y las
oportunidades que representan los centros de ciudad frente a la búsqueda de nuevas políticas y
estrategias, en pro de un desarrollo urbano más sustentable, equitativo y democrático.
Palabras clave: centro de ciudad, centralidad, ciudad central, centro histórico, renovación
urbana
1
Introducción. ¿Por qué el centro?
En México y América Latina, la problemática de los centros de las ciudades, particularmente de
sus “centros históricos”, está cada vez más presente en las agendas programáticas de las
autoridades locales. Si bien las razones de lo que se designa a veces como “regreso al centro”
(Rojas, 2004) son múltiples, está actuando una toma de consciencia cada vez amplia de la
necesidad de replantear las formas actuales de urbanización y que la sustentabilidad del
desarrollo urbano de las ciudades latinoamericanas pasa forzosamente por un cuestionamiento
de los procesos de expansión periférica y un regreso a la ciudad existente.
En efecto, hace ya algún tiempo que tanto los investigadores como los planificadores
han dejado de asimilar desarrollo urbano con urbanización periférica. Una visión cada vez más
crítica en torno a la (no) sustentabilidad medioambiental y económica del proceso de sub-
urbanización de las grandes ciudades, aunada a la desaceleración (muchas veces inesperada1)
de sus tasas de crecimiento poblacional, hizo volver la mirada hacia la “ciudad existente”,
particularmente hacia “el centro”, “ciudad central” o “centro histórico”.
El deterioro que caracteriza a varias áreas centrales se analiza como generador de des-
economías, las cuales se evalúan como incompatibles con la búsqueda de la sustentabilidad
del desarrollo urbano de las ciudades. En particular, su despoblamiento sostenido parece
implicar una subutilización de la infraestructura y de los equipamientos ahí acumulado a lo largo
del proceso de urbanización, mientras el financiamiento público de la urbanización periférica es
cada vez más difícil de sostener.
Por otra parte, las preocupaciones en torno al proceso de calentamiento global del
planeta, y la búsqueda de estrategias para frenarlo y, de lo posible, revertirlo, cuestionan cada
vez más un patrón de extensión horizontal de las grandes aglomeraciones urbanas que se
1 Poco se ha dicho en torno a las evidentes dificultades de proyectar con relativa precisión el crecimiento
futuro de las metrópolis. Hacia mitad de la década de los ochenta, se proyectaba una población de ¡30
millones de habitantes! para la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, cuando está terminó siendo
inferior a 19 millones.
2
caracteriza por ser excesivamente disperso.2 Se plantea entonces contrarrestar el costo
energético de la ciudad dispersa (caracterizada como sprawl city por los autores
angloparlantes) para la alternativa de la “ciudad compacta”, lo cual contribuye también a una
nueva visión del futuro deseable para las áreas centrales, en particular a su “re-densificación”. A
lo anterior, concurre también el hecho de que un tipo de desarrolladores inmobiliarios están
encontrando en este interés renovado por los barrios y colonias de más antigua urbanización
una oportunidad de inversión y de ganancias, a veces muy significativas.
Sin embargo, en muchas metrópolis, las políticas dirigidas a “re-urbanizar”, “re-
funcionalizar” o “reciclar” las estructuras urbanas existentes, se expresan todavía más nivel de
los textos que en la realidad de los programas y proyectos; o bien derivan en decisiones
voluntaristas y localistas que pueden llegar a generar efectos opuestos a lo deseado.
Plasmada, por ejemplo, en el Programa General de Desarrollo Urbano del D.F. del 1996 y
reiterada con fuerza en el año 2000 por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal con “su Bando
Nº 2”, se trata de una política que carece todavía de herramientas teórico-prácticas suficientes,
para conducir con éxito un desarrollo metropolitano que equilibre los procesos de expansión y
de consolidación urbana.3
El nuevo interés por el centro de la ciudad es también movido por la creciente toma de
conciencia, todavía insuficientemente difundida dentro de nuestras sociedades, del valor que el
patrimonio cultural urbano representa para la memoria y la identidad colectiva, de una ciudad o
de una nación. Es importante notar que este renovado interés por las ciudades históricas se
2 El vocablo de “mancha urbana”, que se sigue utilizando erróneamente en muchos medios académicos,
no da cuenta de la dispersión urbana que caracteriza la expansión espacial de la gran mayoría de las
metrópolis. Véase Connolly, Priscilla (1988) "Crecimiento urbano, densidad de población y mercado
inmobiliario", Revista A, Vol. IX, N° 25, septiembre-diciembre, UAM-A, México, pp. 61-85.
3 Sobre el papel que pueden llegar a jugar las políticas públicas en la búsqueda del “equilibrio” entre
expansión y consolidación urbana, en el caso de Toronto, véase el capítulo 8 “Toronto, entre la
concentración y la dispersión urbana”, en Gustavo Garza et alii, Políticas urbanas en grandes metrópolis:
Detroit, Monterrey y Toronto, El Colegio de México, México, 2003, p. 402.
3
está dando al mismo tiempo que un proceso de globalización que tiende, entre otros efectos, a
uniformar los patrones de consumo y a cuestionar la diversidad cultural que ofrecen las
identidades locales. Frente al anonimato y dispersión de las áreas periféricas, el centro es el
lugar a través del cual los habitantes se reconocen como ciudadanos de una misma ciudad, con
una historia e identidad propia.
En efecto, las ciudades, es decir nuestras sociedades urbanas (y notoriamente las
grandes áreas metropolitanas) están enfrentando una reestructuración de los espacios de
centralidad. La actividad económica tiende a desconcentrarse cada vez más, al ritmo de la
expansión espacial del área urbana; en particular las distintas actividades comerciales. Pero los
nuevos “centros” o las nuevas “plazas” comerciales presentan ciertos rasgos de segregación y
privatización y están lejos de asumir las complejas dimensiones del espacio público que
requieren las ciudades. En contra partida, con el deterioro socio-espacial de sus centros, las
ciudades pueden estar perdiendo mucho más que un conjunto de monumentos y de espacios
que son testimonios de su pasado histórico, arquitectónico y urbano. Está en juego la
permanencia de espacios públicos abiertos y plurales que, como en el caso de sus plazas y
alamedas históricas, cumple con la función urbana estratégica de la sociabilidad urbana.
Bajo el efecto de la difusión de la violencia urbana y del sentimiento de inseguridad, los
habitantes de las ciudades tienden a cerrar con rejas los accesos a sus barrios, colonias o
calles, a replegarse sobre los espacios protegidos de la vivienda, o de centros y plazas
comerciales vigilados, al que acceden en automóviles particulares. En la medida en que se
logre recrear, dentro de un ambiente razonable de seguridad,4 el disfrute del paseo peatonal,
del ocio, de la cultura y la recreación, del intercambio comercial y de la expresión política, la
rehabilitación del centro aparece como una nueva tarea pacificadora de los conflictos y
tensiones de la civilización urbana.
4 Habrá que investigar los tipos de acciones emprendidas en materia de seguridad pública y sus
implicaciones para la creación de un nuevo “orden urbano”, como en el caso del programa “tolerancia
cero” recomendado por el ex alcalde de New-York, Rudolph Guliani.
4
Como conclusión de lo anterior podríamos entonces avanzar una doble hipótesis. Por
una parte, que el decaimiento de la centralidad históricamente concentrada en la ciudad central
se articula con el proceso de expansión espacial de la urbanización y la “periferización” de
ciertas funciones de centralidad, caracterizadas por la polarización socio espacial y la
(auto)segregación urbana. En segundo lugar, que el renovado interés por los centros de ciudad
es producto, no sólo de una evidente especulación inmobiliaria, sino de un conjunto complejo
de factores que van desde la búsqueda de un proceso de urbanización medioambientalmente
más sustentable, hasta la voluntad de conservar y rehabilitar el patrimonio cultural urbano.
1. Dinámica urbana de los espacios de centralidad
“El centro no existe como tal sino en relación al no-centro. Por tanto, no conviene
situar el estudio de estos sectores al margen de las categorías interdependientes
de centralidad / dispersión e integración / segregación; categorías que
comportan una reflexión sobre el desarrollo urbano en conjunto (,,) La ciudad
histórica es parte de la ciudad actual y en su problemática global ha de
articularse su análisis"5
Las políticas públicas de renovación urbana de las áreas centrales no pueden desconocer las
razones de ser de las tendencias centrífugas de la dinámica urbana de muchas ciudades,
ignorando las ventajas comparativas que representa el modelo de urbanización periférica
dispersa para distintos sectores sociales. Para una mayoría de los sectores de mayores
ingresos, por lo menos hasta una época reciente, vivir en la periferia significa consolidar una
óptima diferenciación socio-espacial (exclusividad, auto-segregación) como también
condiciones medioambientales más favorables.
Para los sectores sociales de menores niveles de ingresos, los asentamientos periféricos
de auto- producción representan la posibilidad de acceder a precios de suelo más accesibles, a
5 E. Martínez, “Centros históricos en perspectiva. Observaciones sociológicas al análisis y la planificación
territorial”, Revista Catalana de Sociología, núm. 14, 2001, p. 92.
5
espacios habitables (lote, vivienda) más grandes, a la “seguridad” que ofrece el acceso a la
propiedad y a las ventajas de la auto-producción habitacional (no dependencia del crédito
hipotecario, vivienda evolutiva, etc. Para los accedentes a los conjuntos habitacionales de
vivienda de interés social, las ventajas percibidas son múltiples6. Para muchos de los
productores de espacio habitable, los espacios periféricos significan menores regulaciones y
normatividad, además de una menor oposición de la población residente a implantación de
nuevos conjuntos habitacionales.
Por otra parte, las nuevas tecnologías tienden también a reducir las ventajas de
localización que ofrecían hasta no hace tanto tiempo las áreas centrales de las metrópolis Es
así como se puede observar la decadencia relativa del denominado Central Busines District,
CBD, por la escuela de Chicago; proceso que puede ejemplificarse, en el caso de la ciudad de
México, por la concentración espacial de sedes empresariales corporativas en el desarrollo
urbano excéntrico de Santa Fe. Varias funciones de la centralidad urbana ya no se encuentran
concentradas en la “ciudad central”7, por lo menos para ciertos sectores sociales que
encuentran en los “centros” y “plazas” comerciales periféricos los espacios segregados de sus
intercambios mercantiles y culturales; lo mismo parece suceder con el terciario superior de las
finanzas y de la administración de las corporaciones trasnacionales.
En este sentido, es probable que la dinámica habitacional de las áreas más antigua
urbanización de una ciudad deba entenderse en relación con diversos procesos de su
reestructuración socio-urbana, particularmente en sus etapas de intensa expansión espacial. En
efecto, en las primeras etapas del desarrollo urbano, el centro de la ciudad concentra las
actividades comerciales y de servicios por ser el área de mayor accesibilidad, una importante
6 Véase: Villavicencio, Judith, coord., Durán, Ana María, Esquivel María Teresa y Giglia, Ángela (2006)
Conjuntos habitacionales en la Ciudad de México: en busca de espacios sociales y de integración barrial,
RNIU / UAM-A, México, 1998
7 En el caso de la Zona Metropolitana de la ciudad de México, se suele designar con este término a la
antigua ciudad de México (hoy, las delegaciones Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y
Benito Juárez)
6
característica de la centralidad. Se trata de una localización privilegiada en donde se maximiza
la cercanía para el conjunto de la población. Con el aumento de la movilidad derivada de la
extensión de la oferta de transporte público, y en mayor medida de la difusión del uso privado
del automotor, y la permanente multiplicación de obras viales, la población puede residir más
lejos del área central, dando lugar a la formación de asentamientos periféricos cada vez más
extensos y desvinculados del núcleo urbano original. Esta dinámica se exacerba en la fase
metropolitana de evolución de la ciudad, en la que se van absorbiendo unidades administrativas
(municipios) completas.
Con esto el centro va alejándose cada vez más de las nuevas áreas de expansión o
“periferias”, perdiendo respecto a ellas su calidad de mayor accesibilidad, generándose así la
demanda de nuevos equipamientos, de espacios para la prestación de servicios y el abasto
comercial; proceso de desconcentración relativa de los equipamientos colectivos y de los
establecimientos comerciales y de servicios, que eventualmente da lugar a la creación de sub
centros urbanos, pero también de “corredores terciarios (véase los trabajos coordinados por
Emilio Pradilla).8 Se apoya no pocas veces sobre una nueva infraestructura patrocinada
públicamente, y astronómicamente costosa, que posibilita la funcionalidad de nuevos “centros”
y “plazas” comerciales, articulando el centro con las nuevas periferias.
Para no pocos investigadores, este proceso de generación de “nuevas centralidades”
consagra la aparición de una ciudad “pluricéntrica”, que se contrapone a la ciudad
“monocéntrica” de la etapa anterior del proceso de urbanización. Existe en la actualidad un
amplio debate en torno a esta nueva estructuración urbana de las áreas metropolitanas.9 Lo que
8 Los primeros trabajos de Emilio Pradilla sobre los “corredores terciarios de la ciudad de México se
encuentran en: Fideicomiso de Estudios Estratégicos sobre la ciudad de México, La ciudad de México
hoy. Bases para un diagnóstico, GDF, México, 2000, p. 417. Véase también: E. Pradilla C. y Ricardo A.
Pino H., “Ciudad de México: de centralidad a la red de corredores urbanos”, Anuario de Espacios
Urbanos, UAM-A, México, 2004, pp. 71-93.
9 Véanse: M. Suárez-Lastra y J. Delgado-Campos, “Estructura y eficiencia urbanas. Accesibilidad a
empleos, localización residencial e ingreso en la ZMCM, 1990-2000”, Economía, Sociedad y Territorio,
vol. VI, núm. 23, 2007, pp. 693-724; igualmente el trabajo de E. Pradilla “Mundialización neoliberal,
7
es indudable es que esta dinámica de los espacios de centralidad lleva a preguntarse cuáles
son hoy, y serán en el futuro, las funciones de centralidad del centro de la ciudad. Teniendo en
cuenta, por lo demás, que el proceso de reestructuración urbana favorece las inversiones
públicas y privadas en las áreas de expansión urbana, en detrimento de la ciudad histórica.
Más allá de la referencia espacial que encierra, el concepto de “centro” remite a las
distintas funciones de centralidad que ese espacio ha ejercido, y en parte sigue ejerciendo en
relación al conjunto de la ciudad. Esta anotación es importante pues significa que, del mismo
modo que el centro del círculo no existe sino en función del círculo mismo, no se puede analizar
el centro de la ciudad si no es en relación a la ciudad en su conjunto. El centro es el espacio de
múltiples funciones de centralidad:
•la función simbólica que da identidad a una ciudad (a veces, en particular en el
caso de las ciudades capitales, a un estado o a la Nación): monumentos, museos,
etc.;
•la función de gobierno y administración pública: presidencia, palacio de gobierno /
municipal;
•la función de centro de negocios (“CBD): oficinas corporativas y bancarias, bolsa de
valores;
•la función de intercambio comercial: mercados, primeras tiendas departamentales,
comercios especializados;
•la función de expresión (multi)cultural: teatros, museos, universidades;
•la función de expresión de lo público y manifestación de lo político: el zócalo,
Senado, Palacio legislativo;
•la función de socialización y sociabilidad urbana (entre sectores sociales de niveles
socioeconómicos, grupos, de edad, de género).
cambios urbanos y políticas estatales en América Latina”, Cadernos Metrópole, vol. 12, núm. 24, Sao
Paulo, 2010, pp.507-533
8
En este sentido, el “centro” es mucho más que una realidad espacial. Es también una
construcción social, política, económica y cultural. Por eso es histórico y por ello también puede
y debe ser también objeto de planeación no sólo territorial sino también económica, social y
ambiental. Pero, ¿cuáles son los límites espaciales del centro? Pues de la misma manera que
no es evidente fijar cuáles son los límites físicos de la ciudad, tampoco lo es para su “centro”.
Por una parte, el centro tiene una muy fuerte carga histórica. El centro es la “ciudad vieja” como
dicen en distintos países europeos.10 Los límites del centro suelen ser entonces los que tenía
una ciudad hasta cierta época, por lo general antes de un fuerte periodo de expansión
horizontal. En ese sentido, el centro se distingue de las periferias de más reciente urbanización.
Esta dimensión histórica que tiene todo centro de ciudad ha llevada frecuentemente a
denominarlo como “centro histórico”, aunque este vocablo sea poco preciso y se preste a
muchas confusiones.
En efecto, es un tanto discrecional definir cuándo se termina lo “histórico” de una ciudad,
y por lo tanto fijar los límites espaciales de la “ciudad histórica”, pues la ciudad es histórica
desde sus orígenes y hasta el día de hoy. La ciudad es historia hecha espacio construido. Sin
embargo, la sobre valoración de patrimonio cultural heredado de la colonización española ha
llevado a confundir no pocas veces centro histórico y centro colonial. En ello ha contribuido la
aplicación en varias ciudades mexicanas de la figura jurídica de “zona de monumentos
históricos”, prevista por la Ley de Zonas y Monumentos Arqueológicos, Históricos y Artísticos de
1972, la cual fija por decreto presidencial los límites de un “centro histórico”. La reducción de la
historia urbana de una ciudad mexicana a la etapa colonial de su desarrollo urbano y
arquitectónico puede generar confusiones a la hora de aplicar determinados programas de
10 Es así por ejemplo como el centro histórico de Barcelona se suele denominar “Ciutat Vella”, que varias
ciudades francesas designan al centro como la “vieille ville”, o que varias ciudades designan en inglés
esa parte originaria de una ciudad como “old city” u “old town”.
9
desarrollo urbano en ciudades que no presentan una historia colonial, como en el caso de no
pocas ciudades del norte del país.11
En todo caso, concebir al centro como la “ciudad histórica”, debería significar que
estamos comprendiendo este espacio como ciudad. Ello tiene un conjunto de implicaciones que
analizaremos más adelante. Conviene solamente por el momento subrayar la importancia de la
cuestión de los límites del centro, pues por lo general el interés subyacente a tal delimitación
refiere a un conjunto de normas constructivas y urbanísticas, así como a determinadas políticas
públicas referidas a dicho espacio.
La delimitación espacial del área de estudio del proyecto de investigación “Hábitat y
Centralidad” es sensiblemente más amplia que la “ciudad central” definida por planificadores e
investigadores como el agregado de las cuatro delegaciones centrales del Distrito Federal.12 Su
traza poligonal parte de la idea que un espacio de centralidad constituye un polo de atracción
para la población no residente debido a la presencia de numerosas actividades vinculadas a los
sectores del comercio y de los servicios, de la administración pública o de las múltiples
actividades del subempleo y autoempleo.
No se trata de proponer una nueva definición de un hipotético “centro ampliado”, y
menos de delimitar un área homogénea, sino de delimitar un área que encierra muy diversos, a
la vez que complejos, espacios de centralidad y que resulta tener un fuerte poder de atracción
para la movilidad cotidiana de la población del área metropolitana. Esta área encierra tres
rasgos que parecen ser estructuradores de la problemática de la centralidad urbana e histórica
de las grandes aglomeraciones urbanas:
Su accesibilidad (confluencia de vialidades y medios de transporte), poder de atracción
(destino principal de la movilidad urbana cotidiana) y consecuente congestionamiento de
los espacios abiertos.
11 Es así como un funcionario municipal de una ciudad fronteriza del norte puede preguntar si, a pesar de
que su ciudad “no tiene centro histórico” es dable en tener un programa parcial de desarrollo urbano
12 Delegaciones Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y Benito Juárez.
10
La heterogeneidad, no sólo de usos y densidades de suelo, sino también de niveles
socioeconómicos de la población residente (centralidad socialmente heterogénea versus
periferia homogénea).
La presencia de una importante conflictiva urbana, que surge de los procesos de
producción y apropiación de un espacio fuertemente marcado por la heterogeneidad y la
pluralidad de intereses.
La definición del polígono de estudio responde fundamentalmente a dos propósitos:
a. Identificar un territorio en el que se dan los procesos socio espaciales que les interesa
estudiar a los investigadores que participan en el proyecto y
b. Construir un Sistema de Información Geográfica que permita entre otros, sistematizar y
compartir la información empírica, entre los investigadores.
De tal manera que, la definición del polígono debe entenderse más de carácter operativo
que como resultado de un estudio de la estructura urbana actual de la Metrólpoli. Se partió de
considerar como un factor relevante de la centralidad la accesibilidad, es decir, la oportunidad
de ir a un lugar útil desde otro de tal manera que, la localización de los puntos de atracción
urbanos (comercios, servicios y puesto de trabajo) define un patrón del movimiento de las
personas.
Se identificaron los lugares (“distritos” para la Encuesta de Origen y Destino de 2077,
EOD 2007), que atraen el mayor número de viajes / persona / día, considerando los motivos del
viaje.13 En un segundo momento se seleccionaron aquellos lugares que fueran adyacentes para
conformar un polígono compacto, el cual, por otra parte, contuviera todos los “tipos de
13 Los motivos de viaje que contempla la EOD 2007 son: “Trabajo”, “Ir a la escuela”, “Compras”, “Llevar o
recoger a alguien”, “Social”, “Diversión”, “Relacionado con el trabajo”, “Ir a comer”, “Tramite”, “Otro” y
“Regresar a casa”.
11
poblamiento” de la ciudad, según la tipología del espacio habitacional construida por el
Observatorio Urbano de la Ciudad de México de la UAM-AZCAPOTZALCO.14
Cuadro 1. Comparación del número de viajes / persona / día, según el motivo, en la
totalidad de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y en los distritos
que componen el polígono de estudio HyC (Hábitat y Centralidad)
Fuente: Mtro. José Castro L. Elaboración a partir de: INEGI Encuesta de Origen y Destino en la
ZMVM 2007.
Como resultado de lo anterior se decidió conformar un polígono de estudio para el
proyecto de investigación “Hábitat y Centralidad”, seleccionando 30 distritos (de un total de 158
para la ZMCM), que en conjunto atraen el 36.3% del total de viajes de la ciudad, excluyendo los
viajes de regreso a casa (ver Mapa 1 y Cuadro 1).
Mapa 1 Distritos de la Encuesta de Origen y Destino, 2007, que conforman el polígono
de estudio del proyecto “Hábitat y Centralidad”
14 Véase: P. Connolly Tipos de Poblamiento en la Ciudad de México, 2005. Se consulta en línea:
http://www.ocim.azc.uam.mx/OCIM-SIG%20ABRIL/poblamiento.pdf
12
Viajes % del Total % del Subtotal Viajes
% del Viajes por
motivo
Trabajo 5,588,292 25.45 46.17 2,215,256 39.64
Ir a la escuela 1,941,692 8.84 16.04 557,823 28.73
Compras 1,075,114 4.90 8.88 396,593 36.89
Llevar o recoger a alguien 1,198,867 5.46 9.90 376,571 31.41
Social, diversión 612,856 2.79 5.06 183,889 30.01
Relacionado con el trabajo 269,434 1.23 2.23 118,052 43.81
Ir a comer 131,958 0.60 1.09 50,289 38.11
Tramite 385,004 1.75 3.18 147,609 38.34
Otro 901,281 4.11 7.45 345,822 38.37
Subtotal 12,104,498 55.14 100.00 4,391,904 36.28
Regresar a casa 9,849,659 44.86 1,611,399 16.36
Total 21,954,157 100.00 6,003,303 27.34
Viajes en la ZMVM
Viajes en el Polígono HYC
Motivo del Viaje
Fuente: Mtro. José Castro. Elaboración propia. INEGI Encuesta de Origen y Destino en ZMVM 2007
2. Dinámica demográfica y socio-económica de los centros de ciudad15
Las cuatro delegaciones centrales de la ciudad de México (la “ciudad central”) presentaron de
1990 a 2000 una tasa negativa de crecimiento promedio anual de menos 1.3% y el centro
metropolitano de Monterrey de menos 2.1%. El fenómeno lleva implícita la pérdida progresiva
de las funciones de centralidad de las áreas centrales, ya que la ciudad pasa de un esquema en
que la mayoría de sus funciones comerciales y de servicios se encuentran en el centro de la
ciudad, a un esquema en el que van apareciendo nuevos sub centros que cumplen con parte de
15 Este apartado resume, y muchas veces reformula, lo expuesto en R. Coulomb (coord.) Proyectos
Estratégicos par las Áreas Centrales de las Ciudades Mexicanas, SEDESOL / HABITAT, México, 2006,
p.261. Véase también: CESPEDES, Ciudad de México. Enfrentar la decadencia, céspedes, México, 2000,
(www.cce.org.mx/cespedes/publicaciones/otras/cd_mex/indice.htm), así como E. Rojas, “Revitalización
urbana”, en R. Daughters y E. Rojas, La Ciudad en el Siglo XXI. Experiencias exitosas en gestión del
desarrollo urbano en América Latina, Banco Interamericano de Desarrollo, BID, Nueva York, 1998, pp.
73-78.
13
esas funciones.
Esta desconcentración de funciones de centralidad es la causa, al mismo tiempo que el
resultado, de la pérdida de competitividad del centro de la ciudad. Al ser menos atractivo y
competitivo el centro, se da un fenómeno de desvalorización, ya que los comerciantes y
prestadores de servicios están dispuestos a pagar menos por las localizaciones centrales. Esta
desvalorización favorece la permanencia y/o el incremento de actividades que tenían
anteriormente dificultades de solventar los altos costos de la localización céntricas, en particular
del precio del suelo.
A su vez, el deterioro es factor de expulsión de otras actividades llevando a mayor
desvalorización y al final a una espiral descendente que suele detenerse cuando logra un cierto
nivel de equilibrio con la demanda aún existente para el área central. Se trata de la demanda de
los residentes pobres que hayan querido (¿o más bien “podido”?) permanecer en la ciudad
central pero, sobre todo, de los residentes de las áreas periféricas pobres que por sí mismos no
constituyen una demanda suficientemente solvente para asegurar un retorno adecuada a las
cuantiosas inversiones, públicas y privadas, que representan los nuevos “centros” y “plazas”
comerciales, por lo que el centro de la ciudad se mantiene como el abastecedor de los bienes y
servicios de estos sectores mayoritarios de la población.16
A diferencia de las ciudades de los países industrializados, en donde se da el llamado
proceso de “emburguesamiento”, o de “aburguesamento” (en sustitución del anglicismo
“gentrificación”), en el caso de las ciudades latinoamericanas el proceso lleva a una suerte de
“proletarización” de las actividades en el centro. Es decir, no hay una pérdida de la
concentración de actividades ni de la vitalidad, sino solamente un cambio de perfil económico
16 Esta aseveración tiene que matizarse frente a la creación cada vez más frecuente de nuevas
“centralidades” en las periferias consolidadas de los asentamientos populares. Véase la investigación de
Emilio Duhau y Angela Giglia, “Espacio público y nuevas centralidades. Dimensión local y urbanidad en
las colonias populares de la ciudad de México”, Papeles de Población, núm. 41, UAEM, Toluca, México,
2004., pp. 167-194.
14
de las actividades y social de los usuarios. En este sentido, el centro de la ciudad
latinoamericana no ha perdido eficiencia funcional y sigue mostrando gran vitalidad comercial y
de servicios. Sin embargo, el carácter popular de las actividades implica por un lado, una menor
capacidad de pago en términos de mantenimiento de los inmuebles, una mucho mayor
intensificación en el aprovechamiento de los espacios y muchas veces esquemas de
irregularidad, como en el caso del comercio en vía pública; todo lo cual, en conjunto, puede
acelerar el deterioro del patrimonio inmobiliario y el mal uso de los espacios públicos, dos
componentes fundamentales de los centros de las ciudades.
Existen diferentes aproximaciones teóricas para la explicación de los procesos de
empobrecimiento, que a su vez dan lugar a la degradación social y al deterioro físico del centro.
Para Skifter17 existen explicaciones técnico financieras y de mercado inmobiliario. La explicación
técnico financiera se basa en el deterioro natural por el paso del tiempo de los inmuebles. Se
supone que los inmuebles van decayendo con el tiempo o que el mantenimiento necesario para
su conservación va siendo cada vez mayor, por lo que llega un momento que es incosteable y
se da el deterioro y posteriormente su desvalorización, creando así condiciones para lo que se
ha denominado como proceso de “sucesión”18 (gráfica 1)
17 Hans Skifter, Urban Stores. Urban and regional planning and development. ASHGATE, USA, 2003, pp.
55 y ss.
18 Es decir, la sustitución de los residentes originales por unos nuevos residentes de menor estatus
socioeconómico. En otras palabras, la sucesión se da cuando un grupo de menores ingresos reemplaza
al grupo de residentes originales. La sucesión también se puede aplicar a las actividades comerciales y
de servicios, cuando las actividades existentes son remplazadas por otras dirigidas a servir grupos de menor
estatus socioeconómico. Se podría decir que hay una proletarización de las actividades.
15
Condición
económica
Condición
Física
Residentes
Deterioro
Desvalorización
Sucesión
El ciclo de sucesión
Menor
calidad
Menor
demanda
Menor
inversión
Fuente: Tomado de Skifter, 2003: 63.
La explicación por el mercado inmobiliario, por su parte, plantea que la desvalorización
de los inmuebles centrales, como consecuencia de su propio proceso de deterioro, se conjuga
con la nueva y más valorada oferta habitacional en las áreas de expansión de la ciudad (acceso
a la propiedad, mayor superficie habitacional, etc.).19 El resultado es la liberación de viviendas
centrales a precios accesibles para población de menores ingresos (“sucesión”).
Existe una gran controversia alrededor de ambas explicaciones pero hay acuerdo en
que los mecanismos de sucesión y deterioro son complejos, que implican la articulación de las
razones expuestas y también el comportamiento de propietarios e inquilinos. En efecto, en
19 Los atractivos de vivir en la periferia urbana varían fuertemente según los niveles de ingreso de la
población, la edad de los jefes de hogar, las condiciones de habitabilidad, la disponibilidad de un
automóvil, etc. Para el caso de los habitantes de los conjuntos habitacionales, véase los trabajos de
Judith Villavicencio (coord.) M. Esquivel y A. Durán, Conjuntos y unidades habitacionales en la Ciudad de
México: En busca de espacios sociales y de integración barrial. Editorial de la Red de Investigación
Urbana y Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, México, 2006, p. 203; Igualmente, la
publicación de E. Maya y J. Cervantes (coord.) La producción de vivienda del sector privado y su
problemática en el municipio de Ixtapaluca: El caso de la Unidad Habitacional San Buenaventura. Facultad
de Arquitectura UNAM y Plaza y Valdés, México, 2005, p.208.
16
Gráfica 1
México, la cultura patrimonialista dominante entre los propietarios inmobiliarios puede favorecer
una falta de racionalidad económica de largo plazo y por tanto, una reducción de la inversión en
mantenimiento. También puede influir negativamente la normativa urbana y de legislación para
la “conservación del patrimonio” que cuando están mal diseñadas dificultan o limitan la
reinversión y muchas veces estimulan el abandono de los inmuebles por parte del propietario.
Otro factor importante para explicar la desvalorización y los procesos de sucesión es el
“efecto vecindario” que se refiere a la influencia que el conjunto de los inmuebles de un barrio
tienen entre sí, de tal manera que las inversiones en inmuebles individuales pueden verse
afectadas negativamente por la mala condición del resto del vecindario. Como se afirmó antes,
la sucesión y el deterioro del vecindario crean condiciones de degradación social que lleva
implícita profundas problemáticas de exclusión y marginalidad sociales, como la pobreza, el
subempleo, la informalidad e incluso la criminalidad.
Es necesario relativizar las generalidades anteriores. La ciudad central, por ser ciudad,
presenta una gran diversidad de contextos urbanos, habitacionales, sociales y económico. En
todo caso, se puede afirmar que están actuando, en los distintos barrios y colonias del centro
de la ciudad un conjunto complejo de factores que determinan su dinámica urbana y
habitacional. Entre los principales, podemos señalar:
(“la mano negra”) del mercado inmobiliario que desvaloriza fuertemente las edificaciones
con cierta antigüedad, hasta negarles la posibilidad de respaldar un crédito hipotecario;
la existencia (hasta una época reciente) de las tan mencionadas “rentas congeladas”
pero sobre todo de una propiedad inmobiliaria de “manos muertas” (propiedad pública,
inmuebles intestados) que distorsiona el mercado inmobiliario; incluidos ciertos
problemas de ocupación irregular (“invasiones”);
17
la presencia de significativos déficits en los servicios públicos: (in)seguridad pública,
recolección de basura, falta de mantenimiento o rehabilitación de las redes de
infraestructura; degradación de los espacios públicos (comercio en vía pública,
congestionamiento del tráfico vial);
una fiscalidad que desincentiva el arrendamiento a la vez que favorece la sustitución del
uso habitacional por usos más rentables;
los sistemas públicos de producción y financiamiento de vivienda, que excluyen un
amplio porcentaje de la población, la vivienda nueva ofertada no corresponde a la nueva
estructura de los hogares, no se contempla un financiamiento para el mejoramiento o
rehabilitación de los inmuebles, no existe financiamiento público alguno para la vivienda
en arrendamiento;
controles normativos que dificultan la viabilidad económica de los proyectos de reciclaje
de inmuebles, en particular de los considerados con valor histórico o artístico, además
de autorizar usos a veces incompatibles entre sí (por ejemplo vivienda y “giros negros”);
la generación de un comercio monopólico que grandes centros comerciales que provoca
el cierre del comercio en pequeño y de los servicios de proximidad en los barrios
céntricos;
una resistencia de los vecinos a la transformación de su colonia o barrio, y más
generalmente fuertes déficits de gobernabilidad que se expresan en la incapacidad de
conciliar los distintos intereses en presencia (comerciantes establecidos / comerciantes
“ambulantes”, propietarios / inquilinos, población residente / población flotante, etc.)
debido, entre otras causas a la ausencia de un proyecto consensuado en torno al futuro
de las áreas centrales;
18
deficiencias en la planeación urbana, o más bien graves insuficiencias en su articulación
con la planeación económica y del desarrollo en general, limitándose a la planeación
normativa físico espacial y omitiendo todo proyecto que involucre a los distintos actores
económicos y sociales, en particular los propietarios de los inmuebles, y, por
consecuencia:
ausencia de una planeación estratégica, que hable más en términos de proyectos que
de planos de usos del suelo, para las áreas centrales20
Es decir, la problemática de degradación de las áreas centrales no es simplemente de
deterioro físico, sino que es mucho más compleja porque conjunta dimensiones sociales,
económicas, culturales y medioambientales; lo que implicaría el diseño de políticas integrales
de intervención, más allá del arreglo de los inmuebles y de mejoramiento de los espacios
abiertos.
A] La dimensión demográfica21
La dinámica demográfica del centro de las ciudades está estrechamente relacionada a los
fenómenos de reestructuración urbana, y en su papel cambiante en relación al doblamiento del
conjunto de una ciudad. Como se sabe, el modelo construido por John Turner de la trayectoria
migratoria recorrida por los emigrantes rurales hacia el alquiler céntrico de las ciudades ha
sufrido importante modificaciones. Sin embargo se conoce poco de las corrientes migratorias
desde y hacia las áreas de más antigua urbanización, bien sea que sigan sumidas en el
deterioro o que hayan sido sometidas a distintos programas de rehabilitación habitacional. El
análisis de la movilidad residencial de la población residente de las áreas centrales ha sido, a
20 Aunque, evidentemente, esta carencia no es propia de dichas áreas, es ahí en donde posiblemente su
existencia hace más falta.
21 Se retoma ampliamente aquí lo expuesto en: R. Coulomb (coord.) Proyectos Estratégicos par las Áreas
Centrales de las Ciudades Mexicanas, SEDESOL / HABITAT, México, 2006, pp. 69-71.
19
pesar de su importancia, poco desarrollada por la investigación urbana.
Pero junto a la dinámica cuantitativa de la población residente, muy común en las
grandes ciudades del país como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, se presenta el
fenómeno de envejecimiento y muy comúnmente de feminización, en parte por la mayor
esperanza de vida de la mujer y en parte por la mayor proporción en el área de mujeres jefas de
familia. Estas características demográficas impactan las políticas económicas y sociales de
regeneración de las áreas centrales.
B] La dimensión económica
Que la vitalidad de un territorio urbano requiera de cierta eficiencia económica que se
materialice en la calidad de vida de sus habitantes, parece ser una evidencia que sin embargo
es poco estudiada y, por lo tanto, escasamente incorporada a las políticas públicas. Tanto el
deterioro habitacional como la posibilidad de su mejoramiento en beneficio de la población
residente remite a los niveles de ingresos de la población residente, como también a la
estabilidad de sus empleos. No es propia del centro de la ciudad, pero es ciertamente en ese
espacio que la articulación vivienda-empleo se presenta con mayor intensidad.
Un punto de análisis importante es entonces la relación que guardan, o no, las
características de la Población Activa Residente, con las características de los empleos que
generan en las áreas centrales. No siempre el tipo de empleo que se presenta o se promueve
en las áreas centrales es el que puede ocupar a los residentes pobres y generalmente poco
preparados de las áreas centrales.22 En la vinculación vivienda-empleo juega un papel relevante
un conjunto de factores como son: las redes familiares y sociales, las oportunidades de
autoempleo que representan la gran afluencia de población flotante, la articulación espacial
entre el espacio privativo de la vivienda y las actividades artesanales y comerciales “de
22 Para el caso de la ZMCM, véase Suárez y Delgado, 2007.op.cit. en la nota 9.
20
proximidad” a nivel del vecindario. En la búsqueda de un nuevo perfil competitivo para el área,
ciertas funciones de servicios de carácter metropolitano vinculadas al patrimonio y simbólica del
área aparecen también como generadoras de nuevos empleos; caso del turismo.
C] La dimensión social
La participación de la población parece haberse intensificada recientemente en relación a los
procesos de cambio socio espaciales que conocen distintos barrios y colonias de los centros de
ciudad; en particular en las delegaciones céntrales del Distrito Federal, bajo el efecto, por una
parte de una política reciente de re-densificación, pero más generalmente, en relación a los
importantes transformaciones en los usos del suelo, como también a la afectación que dichos
cambios suelen implicar para el patrimonio edificado, artístico o histórico.
D] La dimensión ambiental
La condición medioambiental se presenta como una matriz que recibe y condiciona a todos los
demás elementos del centro. Influye sobre la calidad de vida y el atractivo residencial, sobre la
viabilidad comercial e incluso sobre las condiciones de conservación de patrimonio histórico
construido. A su vez, la situación medio ambiental del centro es resultado, en parte de factores
externos al centro, como los grados de contaminación de la ciudad y las características de su
localización y, en parte, de la propia lógica de ocupación y funcionamiento del centro. Es así
como el comercio en vía pública, tanto para la venta de productos como para la preparación de
alimentos, el exceso de tráfico y la presencia de vehículos de carga, el comercio al mayoreo o
los nodos de transporte público, entre otros aspectos, se convierten en limitantes importantes
de su regeneración.
En cuanto al tráfico, uno de los principales factores de impacto ambiental, debe
considerarse el asunto de la escala de servicios del centro. En sus funciones metropolitanas
21
resulta imprescindible contar con facilidades para el acceso y estacionamiento de automóviles
así como un sistema de transporte público eficiente, ya que en las funciones de alta jerarquía
concurren habitantes de toda la ciudad; pero al mismo tiempo, en la medida que se quieren
rehabilitar las funciones residenciales en los casos de los áreas centrales que han iniciado su
declinación y pérdida de funciones económicas, es oportuno voltear a la escala vecinal, tanto en
el sentido de la promoción de actividades básicas en comercio y servicios, como de su acceso.
La lógica y alcance de los servicios se transforma radicalmente cuando está dirigida
hacia el habitante del barrio en una dinámica fundamentalmente peatonal. Las plazas públicas
son espacios de sociabilidad para el vecino-peatón, no para el automovilista; lo mismo puede
decirse de los parques y jardines. Algo aquí está en juego de la oposición, ya ampliamente
teorizada y discutida, entre “la ciudad de los flujos” y la “ciudad de los lugares”.
E] La dimensión simbólica
El centro de las ciudades es casi siempre la parte más antigua y en donde se encuentran
componentes urbanos estrechamente ligados a la historia de la sociedad que habita esa ciudad.
A diferencia de la mayoría del resto de las áreas de la ciudad, el centro en su dimensión
simbólica ofrece elementos de apropiación para todos los habitantes. Esta dimensión simbólica,
que se puede materializar en el patrimonio inmobiliario histórico, contribuye a la fortaleza de la
función de centralidad de los centros de ciudad, pues hace que sea un referente para todos y
un motivo de interés común. Así la restauración y rehabilitación para uso público de estos
espacios es un elemento clave en la revitalización de áreas centrales.
3. Repoblar y/o habitar el centro
22
El concepto de hábitat hace referencia a las condiciones físicas, naturales o construidas, de un
espacio habitado (por seres vivos), mientras que el concepto de “habitar” hace referencia no
sólo a “dónde se habita”, sino también a “la relación que se establece entre los individuos y su
espacio habitable” es decir, “cómo se habita y quién habita”.23 Para los seres humanos el
habitar es un proceso social con dimensiones tanto socio económicas marcadas por la escasez
de recursos de su hábitat (el suelo, el agua, las fuentes no renovables de energía), como socio
políticas por las necesarias regulaciones que implica la gestión del habitar de un grupo humano;
pero también socio culturales por la gran diversidad cultural que caracteriza cada vez más las
sociedades contemporáneas, particularmente en los grandes conglomerados urbanos.
Los actores, los intereses y las acciones que estructuran los procesos del habitar las
áreas centrales son diversos. Podemos citar, entre los más relevantes para la dinámica del
hábitat del centro:
•Los movimientos migratorios de (des)poblamiento de las áreas centrales, incluyendo los
procesos de “sucesión” o de “gentrificación”.
•Las políticas urbanas y habitacionales aplicadas en las áreas centrales (y su evolución
histórica).
•Los procesos de protección y conservación del patrimonio cultural edificado (sobre todo
en caso de ser habitado.
•Las estrategias de propietarios, arrendadores, arrendatarios y organizaciones
inquilinarias, grupos de “solicitantes de vivienda”, etc.
•Las actitudes y acciones de resistencia de la población residente en relación a
implantaciones de usos no habitacionales en su vecindarios.
23 Véase: J. Villavicencio, Hacia la definición de áreas testigo, Seminario Hábitat y Centralidad, UAM-
Azcapotzalco, documento interno de trabajo, 2010.
23
•Los distintos modelos de gestión urbana y los espacios y reclamos de participación
ciudadana
La dinámica del hábitat de los centros urbanos está atravesada por dos grandes ejes
estructuradores:
a) las prácticas del habitar de la población, y
b) las políticas urbanas y habitacionales.
En el análisis del primero, surge una hipótesis, a saber que es cada vez más difícil
habitar en las áreas centrales especialmente (o sobre todo) para la población de bajos ingresos;
sin embargo (como sucede en muchas otras ciudades del mundo) hay sectores de la población
que buscan o desearían habitar en este tipo de áreas (o tratarían de no irse de ellas) si
existieran ciertas condiciones específicas que no han sido consideradas por los programas y las
políticas urbanas y que tienen que ver fundamentalmente con lo que estamos denominando
“barrio”.24
En la perspectiva sociológica, el barrio puede aparecer como el espacio de la
cotidianeidad del habitar y de la construcción de relaciones de vecindario y solidaridad, distinto
a la vez que complementario de los espacios más abiertos articulados con los ámbitos del
trabajo, del ocio y la cultura, o de la movilidad intra urbana. Desde las perspectivas socio
políticas el barrio aparece como el espacio privilegiado de la acción colectiva de los habitantes
de la ciudad frente a las políticas públicas (o ausencia de políticas, con el consiguiente desafío
para la gobernabilidad democrática de la ciudad pues tiende a incrementar la tensión entre el
barrio y la ciudad, entre las “necesidades” de la ciudad y los “intereses” localistas del barrio.25
24 Villavicencio, 2010, op.cit.
25 Véase Coulomb, 2010 y Villavicencio, 2010,op.cit.
24
En el estudio del barrio como construcción colectiva apropiada individualmente
adquieren gran importancia los espacios públicos que permiten los encuentros de los
individuos y su integración a la colectividad, la plaza, la iglesia, el mercado, y mediante los
cuales el vecindario construye sentimientos de pertenencia (de propios y de exclusión (de
ajenos). La permanencia o desaparición paulatina de estas prácticas barriales impacta en
buena medida la dinámica del hábitat barrial, su deterioro, mejoramiento y transformación
Pero hay también algunos autores para los cuales “el barrio” es sólo un mito nostálgico,
superado por los efectos espaciales de la globalización y el desarrollo en las ciudades desde
fines del siglo XX. Las relaciones “barriales” que tanto entusiasmaron a los urbanistas del siglo
XX no son ahora nada más que relaciones de grupos marginales que no han tenido acceso a la
movilidad (social, económica y espacial) en la ciudad actual. Además, estas relaciones (que se
dan sólo entre personas iguales) son fragmentadas y aisladas del resto de la ciudad. En este
caso, el barrio ha dejado de ser un espacio importante para el estudio de la ciudad porque no
da cuenta de las prácticas sociales propias de la época actual
En cuanto al segundo eje estructurador de la dinámica del hábitat en los centros de
ciudad, las políticas habitacionales, puede afirmarse que los programas de renovación
habitacional en los centros de ciudad de América Latina son todavía de escala reducida, con la
excepción de los programas de reconstrucción y/o rehabilitación post-sísmica (1987-89) en las
áreas centrales de la ciudad de México (45,000 viviendas), del importante desarrollo
habitacional que está llevando, desde hace algunos años, en el centro del área metropolitana
de Santiago de Chile, o más recientemente en el área central de Sao Paulo. Pueden formularse
distintas hipótesis al respecto, pero todo parece indicar que está actuando, entre otros factores,
una gran indeterminación sobre el papel actual y futuro que los centros de ciudad deben de
jugar en relación al proceso de desarrollo urbano y habitacional para el conjunto de una
determinada aglomeración urbana.
25
En materia de intervención de los centros urbanos existe una gran diversidad de formas
de actuación, muchas de ellas conocidas por conceptos que inician por el prefijo “RE” y que
generalmente se usan de manera indistinta, casi como si se tratara de sinónimos. Esta falta de
precisión conceptual no es relevante en los resultados de los programas, pero conocer acerca
de ella, puede abrir el panorama de formas de intervención, en el sentido de entender que los
diferentes conceptos se refieren a mecanismos también diferentes en donde los actores, sus
lógicas y consideraciones pueden variar de manera importante
Suele utilizarse el concepto de “reciclamiento urbano”, el cual es bastante similar al de
“redevelopment”, usado tanto en Gran Bretaña como en los USA, o al de “re-urbanización”
utilizado en España, para designar un conjunto de acciones dirigidas a “re-funcionalizar” áreas
urbanas centrales que se caracterizan por un grado avanzado de deterioro, obsolescencia y / o
de abandono de sus estructuras edificadas, así como de sus espacios abiertos.
El concepto de “reciclamiento urbano” se trata de una concepción fundamentalmente
económica que consiste, posiblemente con fundamento, en querer corregir las des-economías
que significan, para el conjunto de las ciudades, la decadencia y la desvalorización, el
despoblamiento y la subutilización de la infraestructura y de los equipamientos acumulados en
las áreas centrales a lo largo del proceso de urbanización. En el marco de esta concepción, se
suele plantear como objetivo: la mayor utilización de la infraestructura urbana existente,
enunciando una política de redensificación de las áreas centrales, mediante el reciclamiento del
suelo y de las estructuras físicas de la ciudad existente, fomentando el “regreso” de nuevos
habitantes hacia esas áreas.26
26 Es así, por ejemplo, como la Ley General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal, México, define al
reciclamiento urbano como “acción de mejoramiento; implica someter una zona del Distrito Federal a un
nuevo proceso de desarrollo urbano, con el fin de aumentar los coeficientes de ocupación y utilización del
suelo, relotificar la zona o regenerarla y que podrá recibir transferencias de potencialidades de desarrollo
urbano” (art. 7, párrafo LVIII).
26
Sin embargo, habría que preguntarse si el uso más racional de los recursos urbanos
existentes implica necesariamente densificar sistemáticamente y en forma homogénea todas las
áreas deterioradas, aunque hayan sufrido un lento y constante proceso de despoblamiento. O
si, por el contrario, se tiene que tomar en cuenta la especificidad de cada barrio, la
infraestructura y equipamientos existentes, el papel (la “vocación”) de cada uno en la economía
de la antigua ciudad y en la generación de empleo, el perfil sociodemográfico de la población
residente, y sobre todo la mezcla adecuada de usos y funciones urbanas. En el caso del Distrito
Federal, y solo como hipótesis a profundizar, la información disponible lleva a formular una
respuesta afirmativa a las dos preguntas anteriores.
Más profundamente, los objetivos del reciclamiento urbano carecen de una visión
integral del problema y suelen inducir acciones muchas veces parciales, intranscendentes e
incluso contradictorias con el objetivo enunciado de densificación o re-densificación de
determinada área urbana. Al utilizar como concepto alternativo el de “regeneración urbana” se
quiere diseñar un tipo de intervención que vaya más allá del simple re-uso o "reciclamiento" de
predios baldíos y de edificios desocupados dentro de la estructura urbana (estaciones de
ferrocarriles obsoletas, terrenos del ejercito inutilizables por estar rodeados de viviendas,
muelles en desuso por el cierre de parte o totalidad de la actividad portuaria, zonas industriales
abandonadas, etc.).
Por regeneración urbana se quiere designar una política integral, que se proponga
actuar con una visión urbana y no sólo inmobiliaria. Se concibe como una política que se
inscribe dentro un proyecto de ciudad. En efecto, las fuertes inversiones - y subsidios -
requeridos no pueden legitimarse de cara a los contribuyentes si no existe claridad, por parte de
gobierno y sociedad, en que la regeneración de las áreas centrales deterioradas constituye una
alternativa - parcial si se quiere – a la expansión periférica de las ciudades, y que contribuye
por lo tanto a disminuir los costos del proceso de urbanización, además de mejorar la
27
sustentabilidad medioambiental del proceso de desarrollo urbano. Esta conciencia sólo puede
surgir de un análisis de costo / beneficio que demuestre que enfrentar el deterioro de las áreas
centrales tiene un costo social y financiero menor al que representa la "colonización" y posterior
urbanización de nuevas áreas periféricas.
Pero si bien la regeneración urbana busca la obtención de una mayor productividad de
la estructura urbana, su objetivo central es que esto se logre primero en beneficio de sus
habitantes. Es por ello que la regeneración urbana pretende la integralidad de las acciones,
atacando en muchos frentes el fenómeno del deterioro urbano y enfrentando las causas y
factores que lo originan. Sin embargo, el “viviendismo” caracteriza muchas acciones en no
pocos centros antiguos de las ciudades de América Latina y el Caribe. A pesar de condenar la
no sustentabilidad de las “ciudades dormitorios” de las periferias urbanas, se sigue llevando el
mismo modelo de acciones meramente “viviendistas” en los barrios antiguos.
Habría entonces que evaluarse las posibilidades reales de llevar a cabo la tan
mencionada integralidad de las acciones, cuando la regla parece ser un funcionamiento
excesivamente sectorizado de la administración urbana y de la programación de la inversión
pública, que corren en paralelo con una burocratizada superposición de funciones y de
instituciones; en particular en los centros históricos, por la existencia de una doble legislación:
a) de asentamientos humanos (Ley General de Asentamientos Humanos) y b) de protección del
patrimonio cultural urbano (Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e
Históricos).
Por otra parte, la acción habitacional de los agentes públicos y privados en los centros
de ciudad presenta fuertes diferenciaciones espaciales. Aquí el caso de la ciudad de México es
paradigmático. A lo largo de más de cuarenta años de políticas habitacionales en la “ciudad
central”, se ha dado una suerte de “división socio-espacial del trabajo” entre distintos tipos de
instituciones, de formas de financiamiento y de modelos de gestión. Esta diferenciación de los
28
impactos socio espaciales de las distintas políticas y programas habitacionales refleja también
la gran diversidad de situaciones habitacionales de la “ciudad central”.
Es así como aparece una zona relativamente bien delimitada (conocida desde los años
cincuenta como “La Herradura de Tugurios”), en donde se han concentrada las acciones e
inversiones en materia de vivienda, las cuales contribuyeron a una relativa permanencia de la
función habitacional, mientras otras zonas habitacionales han sido objeto en mayor medida de
procesos inmobiliarios especulativos y presentan una mayor pérdida de función habitacional,
concomitante recientemente con cierto desarrollo inmobiliario habitacional para sectores medios
y medos altos, compatibles con valores del suelo más elevados.
En síntesis, se puede avanzar como hipótesis de trabajo que las formas y prácticas
sociales del habitar en los centros de ciudad son bastante contrastadas, como lo son también
los impactos socio espaciales de las distintas políticas y acciones habitacionales que han
llevado a cabo tanto las instituciones públicas como los desarrolladores inmobiliarios privados,
sean estos capitalistas o sin fines de lucro. Estas diferenciaciones socio espaciales de la
función habitacional se reflejan también, como era de esperarse, en la conflictiva urbana de los
centros de ciudad.
4. Los conflictos socio espaciales de la centralidad urbana e histórica
La ciudad central, comprendida en su diversidad de situaciones urbanas y habitacionales, se
presenta como un espacio conflictivo, que Duhau y Giglia caracterizan como “la ciudad del
espacio disputado”.27 Esta conflictividad estructural se deriva de la coexistencia
“altamente conflictiva y en equilibrio precario de los usos residenciales con los
no residenciales: el comercio, los servicios formales y los edificios de oficinas,
27 Véase Duhau, Emilio y Giglia, Ángela, (2004) “Conflictos por el espacio y orden urbano”, Estudios
Demográficos y Urbanos, vol. 19, núm. 2 (56), pp. 257-288
29
con el comercio y las más diversas actividades informales en los espacios
públicos” (id.: 268).
Habría aquí que recordar que lo que se denomina como “ciudad central”, fue en un
momento de la historia urbana la ciudad toda, y que por lo tanto, tenemos que preguntarnos
hasta qué punto sigue siendo ciudad. Parece válido formular la hipótesis según la cual, ese
espacio de la “ciudad central” es ciudad y que, por eso mismo, es portador de tensiones entre
las dos caras de una misma realidad urbana:
a] es ciudad para su población residente, para los cuales la función articuladora de los
distintos usos del suelo es el habitar y
b] es también ciudad para el conjunto de la aglomeración urbana, y particularmente para
la población que reside en áreas periféricas que carecen de varios de los atributos que presenta
la “ciudad central”: abundante y variada oferta de empleos, servicios consolidados y
equipamientos diversificados, espacios públicos de calidad, etc.
Este contraste entre la ciudad consolidada y la ciudad-en-proceso-de-consolidación hace
de la primera un muy fuerte polo de atracción. Pero esta fuerte atractividad es también
generadora de tensiones entre un universo complejo de actores y de intereses que entran en
conflicto por el uso de un mismo territorio, sea este de dominio privado o de uso público, y que
se articulan en torno a la doble función de la “ciudad central”: el hábitat y la centralidad.
Se puede entonces, como hipótesis inicial, construir una matriz de análisis para el
polígono de investigación, identificando cuáles son los elementos de tensión y de conflicto entre
funciones de hábitat y funciones de centralidad (cuadro 2). Sin embargo, conviene advertir que,
al inicio de la investigación, esta matriz inicial tiene solamente como propósito el de orientar el
análisis de los mecanismos, institucionales o no, legales o no, a través de los cuales se
“gestionan” el conflicto.
30
La interrogante se dirige en primer lugar hacia la planeación territorial como herramienta
propuesta del “ordenamiento del territorio” y de su (in)capacidad de regular la convivencia en un
mismo espacio de usos del suelo heterogéneos, las tensiones entre los espacios privativos del
“habitar” y los espacios abiertos de uso público, o los conflictos entre el uso peatonal de las
calles y el dominio que ahí ejercen los automotores.
Un segundo tipo de interés investigativo se refiere a la capacidad que tienen, o no tienen,
conjuntamente gobierno y sociedad civil de acordar y respetar las distintas normatividades que
la convivencia social requiere, a través de una gestión urbana democrática.
Y un tercer campo de investigación refiere al papel que la población residente juega tanto
en los procesos de planeación y gestión urbana, como en la construcción de una sociabilidad
urbana, que presenta en la actualidad distintos déficits de convivencia, solidaridad, cooperación,
liderazgo, tolerancia, territorialidad abierta, etc.
Cuadro 2. Elementos de tensión y de conflicto entre Hábitat y Centralidad
CENTRALIDAD vs HÁBITAT
Usos terciarios del suelo Uso habitacional predominante
Nuevos habitantes
Gentrificación habitacional
vs Antiguos pobladores
Vivienda de bajo costo
Población flotante vs Población residente
Comercio especializado vs Comercio de proximidad
Espacios públicos “de todos” vs Espacios públicos del barrio
La calle para el coche vs La calle para el peatón
Masividad / Anonimato vs Relaciones vecinales / Solidaridad
Centro histórico para “turistas” vs Centro histórico para sus habitantes
Desarrollo inmobiliario vs Conservación del patrimonio edificado
Planeación centralizada vs Planeación participativa
Las “necesidades” de la ciudad vs Los “intereses” del barrio / del
vecindario
6. Reflexiones finales
31
La comprensión de la problemática de los espacios centrales de la ciudad consolidada puede
explorarse a través de las tensiones potencialmente conflictivas entre la permanencia de su
función habitacional y la presencia de distintas funciones de centralidad, además de una muy
significativa función económica generadora del empleo para el conjunto de la metrópoli. Se trata
de un espacio que se caracteriza por una gran heterogeneidad de funciones y de usos del
suelo, y cuya gran riqueza urbana le otorga una dimensión eminentemente estratégica para el
futuro desarrollo de la aglomeración urbana en su conjunto. Todo ello representa un amplio
desafío para las políticas públicas sectoriales, como también para la planeación territorial, la
gestión urbana y la gobernabilidad democrática de la ciudad. En efecto, que sea bajo el
concepto de “reciclamiento” o bien el de “regeneración”, la intervención en las áreas de más
antigua urbanización debe tener un fuerte carácter de integralidad, pues concierne tanto el
espacio construido como los espacios abiertos, la vivienda como las actividades económicas, la
vialidad y el transporte como la imagen urbana. El desafío es grande: se trata de “re-urbanizar”,
cuando todo parece indicar que nuestras sociedades han olvidado como “hacer ciudad”
El reciclamiento urbano, sobre todo cuando se limita a la revalorización inmobiliaria, suele
producir un proceso de sustitución de la población residente a favor de residentes con mayor
nivel de ingreso. Las condiciones de posibilidad para la permanencia de la población de bajos
ingresos en las áreas centrales son complejas. Pueden difícilmente limitarse al subsidio
habitacional y apuntan a otras políticas sectoriales, en particular las que se refieren a las
actividades económicas de la “ciudad central”.
La regeneración de las áreas centrales es un proceso que, por su complejidad y costos,
no se agota en el corto plazo. La necesaria continuidad de los programas y proyectos, más allá
de las coyunturas político electorales, representa un desafío que parece encontrar obstáculos
insalvables, sobre todo en entornos políticos administrativos que se caracterizan por frecuentes
recambios políticos partidistas en los distintos niveles de gobierno y una gran inestabilidad en
32
los equipos técnicos a cargo de la administración urbana. Estas cuestiones remiten a reformas
administrativas pendientes en la agenda de la Reforma Política, tanto a nivel federal como local
(del Distrito Federal y Metropolitano).
Si bien se reconoce que “la reversión del deterioro que afecta a las zonas céntricas
urbanas requiere el liderazgo del sector público”28, es no menos cierto que los esfuerzos
públicos aislados y coyunturales han mostrado ser incapaces de revertir el proceso. Tanto los
organismos internacionales de financiamiento a los programas de recuperación de los centros
urbanos (en particular de los centros históricos), como los alcaldes de las grandes ciudades del
continente en su reuniones e intercambios cada vez más frecuentes29, han planteado como
estrategia la asociación institucionalizada entre sector público y sector privado, esperando que
la presencia del sector privado – a parte de aportar los recursos necesarios, obligue a las
administraciones cambiantes a respetar las políticas, estrategias, programas y proyectos que
hayan sido consensuados. ¿Y la sociedad civil?
Por otra parte, la continuidad a lo largo del tiempo del proceso de regeneración y
desarrollo integral de los centros de ciudad es un desafío que no puede enfrentarse más que a
través del aprendizaje de la gestión del conflicto, mediante la gobernabilidad democrática. Sin
embargo, la “participación ciudadana” parece haber encontrado en la “ciudad del espacio
disputado” insuperables limitaciones. En todo caso, conviene evaluar hasta qué punto la
incorporación a los programas y proyectos (incluyendo la definición de las normas de actuación)
de los vecinos, sean estos habitantes, comerciantes o prestatarios de servicios, ha constituido
(¿y sigue representando?) uno de los factores de éxito en los casos relatados de “buenas
prácticas”. Lo mismo que evaluar si, como a veces se argumenta, al implicar a la comunidad en
28 R. Daughtersy E. Rojas, 1988: 78.
29 Es notable el papel que organismos asociativos como Metrópolis, la Asociación de ciudades Patrimonio
Mundial o IULA están jugando en cuanto a la socialización (no globalización) de las políticas urbanas de
las grandes ciudades.
33
el proceso de planeación y ejecución de proyectos, se ha creado un ambiente favorable, tanto
al liderazgo de las autoridades locales, como a la captación de inversiones privadas.
Es cierto que la recuperación de la vitalidad de las áreas centrales de las grandes
ciudades se enfrenta a la competencia que genera la creación de nuevas centralidades
dispersas dentro de las aglomeraciones (centros y corredores comerciales y de servicios); por
esto mismo se trata de regenerar no solo estructuras físicas sino una función esencial que “el
centro” de toda ciudad debe de cumplir: la centralidad, entendida ésta como la accesibilidad
compartida por todos a un espacio colectivo de intercambio y sociabilidad. No es casual que
muchas prácticas den una gran importancia a la cuestión de la imagen y del paisaje urbano, a la
peatonalización de vialidades, al uso de la bicicleta, a la mayor eficiencia y confort del
transporte público o a cómo lograr una reurbanización “verde”.
Por último, conviene advertir que la conservación de los centros históricos de América
Latina, así como la puesta en práctica de programas de regeneración integral de los mismos,
son prioridades cada vez más presentes en las agendas programáticas de los alcaldes y
autoridades locales. Es de reconocer sin embargo que la fuerte presencia de la dimensión
patrimonial en la gran mayoría de los barrios céntricos suele ser generadora de tensiones entre
los “conservadores” del patrimonio y los “desarrolladores” del reciclamiento; conflictos que a
veces parece oponer antiguos y modernos. El proyecto de investigación “Hábitat y Centralidad”
debería aportar algunos elementos de evaluación en torno a una doctrina, todavía en
construcción, de como intervenir en las áreas patrimoniales de los espacios de la centralidad
urbana e histórica.
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