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¿QUÉ
OCURRE
~UANDO
EL RESULTADO ESTA LEJOS?
VIOLENCIA Y TEORÍA DE JUEGOS
María del Pilar Castillo
y
Boris Salazar
Investigadores del Cidse. BOrÍsSalazar es Profesor del Departamento
de Economía de la Universidad del Valle.
Resumen
Castillo, María del Pilar y Salazar, Boris. n¿Qué ocurre cuando el
resultado está lejos? Violencia y teoría de juegos", Cuadernos de
Economía,
v.
XVII, n. 28, Bogotá, 1998, páginas 95-116
Este articulo estudia
el
comportamiento
de
los actores del conflicto
armado colombiano (Fuerzas Armadas, guerrilla
y
paramilitares) con
el
enfoque dinámico, no tradicional,
de la
teoria
de
juegos, según
el
cual
el
punto
de
partida para cada juego
es
un estado temporal que,
a su
vez,
es el
resultado
de la
historia anterior del conflicto. Esta
historia involucra no sólo
la
formación
de
un conjunto
de
estrategias,
sino
la
percepción creada del enemigo,
la
identificación
de
sus
debilidades
y
de su
capacidad
de
amenaza, y=e).desarrollo
de
t.ecrioloaies
para atacarlo eficientemente. En
el
caso colombiano,
de
acuerdo
a la
percepción mutua
de
los contendientes
y
a la
explotación que hacen
de
la
economia civil para mantener
su
esfuerzo militar, encontramos que
el
escalamiento del conflicto
es el
curso
de
acción más probable.
La
irrupción
de
los parami1i tares
y
su
estrategia
de
control
de la
población mediante
el
terror contribuyen, también,
al
escalamiento
del conflicto
y
a
hacer más complejo
el
camino hacia una solución
negociada del mismo.
Abstract
Castillo, María del Pilar y Salazar, Boris. nWhat Happens when the
Result is Far Away? vio1ence and Game Theory", Cuadernos de
Economía,
v.
XVII, n. 28, Bogotá, 1998, pages 95-116
This article studies the behavior
of
the actors in Co10mbia's armed
conf1ict (armed forces, guerrillas and parami1itaries) with the dyna-
mic, non-traditiona1 approach
of
game theory, according
to
which the
starting point
of
each game is
a
temporal state which, in turn, is
the resu1
t of
the ear1ier history
of
the conf1ict. This history invo1 ves
not on1y the formation
of
a
set
of
strategies, but also the perception
created
of
the enemy, the identification
of
his weaknesses and
of
his
threat capacity, and the deve10pment
of
technologies
to
attack him
efficient1y. In the Co10mbian case, in accordance wi th the mutual
perception
of
the contenders and their exp10itation
of
the civil
economy
to
support their mi1itary effort, we find that escalation
of
the conf1ict is the most probable course
of
action. The irruption
of
the parami1itaries and their strategy
of
contro11ing the popu1ation
through terror also contribute
to
the escalation of the conflict and
to
making the path
to a
negotiated settlement more complexo
UN JUEGO PARA EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO
Son más de cuarenta años de conflicto en Colombia sin que el resultado
final haya estado a la vista en algún momento. Por el carácter y la forma
de las acciones y declaraciones de los actores visibles, parecería que aún
se encontraran en el día de su enfrentamiento. Llámese inercia, acomo-
damiento, cooperación indirecta, 'empate militar',la situación está allí,
inexplicada, paradójica y terca. Este artículo intenta pensar el problema
de este prolongado conflicto desde el punto de vista de la teoría de
juegos. No pretende encontrar una explicación general, lanzar una nue-
va hipótesis sobre su origen y desenvolvimiento histórico o predecir
cuál será el comportamiento más probable de los participantes en el
futuro ni el resultado del juego en que se encuentran (si es que, en ver-
dad, se trata de un juego). Sus metas son más modestas. Al responder
ciertas preguntas desde la óptica de la teoría de juegos, pretende encon-
trar intuiciones metodológicas que permitan iniciar el análisis del com-
portamiento de grupos e individuos inmersos en una situación de inte-
racción estratégica prolongada.
Las preguntas son las siguientes: ¿Qué puede decir la teoría de juegos
ante una situación en la que los participantes saben y aceptan que el
resultado final está lejos y que, en últimas, no depende de sus acciones
presentes?, ¿ante una situación en la que uno de los actores no ha elegido
participar por decisión voluntaria? y ¿de una situación en la que los
jugadores son tan heterogéneos en lo institucional y lo económico? El
elemento central de nuestras preocupaciones metodológicas es la valo-
ración y el uso del tiempo por parte de los actores heterogéneos, en
términos institucionales, de un conflicto prolongado. Y aquí, lo que pue-
da y no pueda decir la teoría de juegos, sus fortalezas y debilidades, sus
proposiciones y silencios serán decisivos para empezar a entender el
98
CUADERNOS DE ECONOMÍA
comportamiento estratégico de los actores fundamentales (guerrilla
y
Fuerzas Armadas) del conflicto armado colombiano.
¿Por qué la teoría de juegos? Partimos de una conjetura: la profusión de
estudios sociológicos, políticos e históricos sobre este conflicto colom-
biano no indica un agotamiento de este campo de investigación sino la
necesidad de buscar nuevos enfoques metodológicos. En particular, la
ausencia de modelos analíticos -que planteen sus restricciones
y
el
comportamiento de los agentes comprometidos en el ejercicio en forma
explícita, hasta alcanzar resultados transparentes- es notoria en un
área en la que todo parece ser posible
y
en la que cualquier resultado
puede ser aceptable dependiendo del enfoque del investigador
y
de la
coyuntura específica que esté estudiando. Por ello, este artículo sugiere
y
explora una alternativa analítica
y
metodológica de uso creciente en
el estudio de situaciones de interacción estratégica en la política, la bio-
logía
y
la economía: la teoría de juegos.
Como es bien conocido,la teoría de juegos ofrece un conjunto de instru-
mentos teóricos que permiten modelar problemas económicos, políticos
ysociales, siempre ycuando sean estructurados como juegos, es decir,
que sus participantes sigan un conjunto conocido de reglas
y
cumplan
las condiciones de racionalidad postuladas en forma explícita al comien-
zo del ejercicio. En este marco, la aplicabilidad de la teoría de juegos
presenta dos dificultades: de un lado, el cumplimiento estricto de los
requisitos formales mencionados
y,
de otro, la exclusión de todos aque-
llos comportamientos que caben en el marco estrecho de las reglas ex-
plícitas del juego pero que se relacionan en forma decisiva con el papel
de la sorpresa y de lo inesperado en el mundo real [Shackle 1972,438].
Sin embargo, la existencia de límites formales es, al mismo tiempo, un
indicio de flexibilidad
y
generalidad. En efecto, aquellas condiciones
formales que no se cumplen en una situación de juego pueden indicar
la existencia de problemas de investigación válidos tanto para la situa-
ción de conflicto que se quiere estudiar como para la misma teoría de
juegos. Problemas que, además, no son detectables
y
no han sido detec-
tados desde una perspectiva metodológica distinta. De allí las preguntas
que, desde la teoría de juegos, hacemos con respecto al conflicto armado
colombiano: ¿Quiénes son los jugadores? ¿A qué juegan? ¿Qué tanto
sabe cada uno del otro (es decir, ¿cuáles son sus respectivos conjuntos
de información?) ¿Cuáles son sus remuneraciones o pagos económicos
y
políticos? ¿Qué tan fuerte es el papel de las amenazas
y
de la disuasión
en un conflicto prolongado? ¿Cuál sería el papel de la sorpresa y de lo
inesperado en conflictos de larga duración? ¿Cuál es el horizonte tem-
poral del juego para sus aspirantes?
¿QUÉ OCURRE?
99
La teoría de juegos es una disciplina en expansión y su dominio cubre
hoy campos tan diversos como la economía, la política, la biología y la
estrategia militar. Por eso, es necesario definir en qué sentido preciso la
teoría de juegos es relevante para estudiar el caso colombiano. La exten-
sa bibliografía revisada por Ben O'Neill [1994], en su reseña de los mo-
delos de juegos de paz y guerra, muestra que sus aplicaciones al campo
de las situaciones de conflicto son múltiples y variadas. Sin embargo, la
especificidad del conflicto armado colombiano obliga a concentrar
nuestros esfuerzos en ciertas aplicaciones y problemáticas. En efecto,
éste se caracteriza por su muy larga duración, la dependencia de ambos
adversarios de recursos de la economía civil para mantener el esfuerzo
militar, la existencia de asimetrías en los arreglos institucionales de los
contendientes, la lejanía temporal del resultado definitivo y la existencia
de información incompleta (por la percepción equivocada de las Fuerzas
Armadas acerca de la estrategia del enemigo).
Estas características llevan a desechar modelos cuya esencia y estructura
no se ajustan a la situación colombiana y obligan a construir un modelo
que no coincide en forma exacta con los modelos existentes. La diver-
gencia inicial está en que, igual que en los modelos de conflictos inter-
nacionales, nuestra situación no permite usar funciones de utilidad car-
dinal por la inexistencia de una mercancía extensiva (dinero o un bien
con sus funciones) que pueda representar los pagos involucrados en el
juego, lo que llevaría a usar matrices de 2 x 2 con propiedades ordinales
de los pagos. La dificultad básica para usar funciones con propiedades
cardinales es la imposibilidad de recolectar datos válidos y homogéneos
a partir de las percepciones de los protagonistas del conflicto.
El trabajo persistente y original de Steve Brams [1988, 1994, 1997a,
1997b] sugiere que las funciones de utilidad con propiedades ordinales
más apropiadas, en términos intuitivos, para representar los resultados
de las elecciones de agentes enfrentados a situaciones de conflicto y que
en las situaciones en que el tiempo cuenta, bien sea por su larga duración
o por su carácter secuencial, es decisivo modelar el
statu quo,
o equilibrio
presente del juego, como resultado de un juego anterior, a partir del cual
los agentes toman decisiones estratégicas, representadas en las matrices
de 2 x 2ya mencionadas. La pertinencia de ese enfoque es evidente: dada
la larga duración de nuestro conflicto y la lejanía temporal de un resul-
tado definitivo en la percepción de los protagonistas, es necesario tener
en cuenta el tiempo y la percepción de los jugadores acerca de las estra-
tegias del otro para determinar su comportamiento y los resultados
posibles. En su
Theory of Moves
[1994], Brams plantea una alternativa
teórica para tratar esos dos problemas en el marco de la teoría de juegos.
Así, en lugar del punto de partida abstracto y sin contexto usual en la
100
CUADERNOS DE ECONOMÍA
mayoría de los juegos tradicionales, Brams propone un punto de partida
(statu quo)
que es el resultado de la historia pasada del juego y, por tanto,
un reflejo del conocimiento que los jugadores han acumulado en su
experiencia anterior. Por ello, los jugadores de Brams no comienzan do-
tados de una racionalidad abstracta, postulada
a priori,
sino de una ra-
cionalidad resultante de un juego anterior y de la historia concreta en la
que han construido sus expectativas y sus formas de razonar y tomar
decisiones. En sus propias palabras: "Este punto de partida da a los
juegos un comienzo, dotándolos de una historia que ayuda a explicar el
comportamiento posterior de los jugadores" [Brams 1994,4].
Pero esto no es suficiente. El problema del efecto del tiempo sobre las
decisiones de los jugadores no ha sido aún resuelto. Brams propone,
entonces, jugadores capaces de tener en cuenta las respuestas más in-
mediatas a las acciones de sus adversarios y de 'ver' (lo que no es el
equivalente exacto de calcular) más allá, hasta discernir la estabilidad
de los resultados obtenidos después de una serie pensada de jugadas y
respuestas. El efecto fundamental de esta propuesta es el diseño de ju-
gadores dotados de una racionalidad 'no miope' que les permite ver la
estabilidad de diferentes resultados y generar preferencias sobre ellos,
a partir de la capacidad adquirida (en la que la historia juega un papel
fundamental) para seguir secuencias de jugadas y respuestas hasta arri-
bar a resultados estables.
Su pertinencia para el caso colombiano se apoya en dos hechos: la exis-
tencia de una situación que parece insuperable y en la que ninguno de
los dos contendientes parece tener los incentivos y la voluntad para
cambiar el carácter del conflicto y buscar una salida en el mediano plazo;
segundo, ligado al anterior, su muy larga duración. Estos dos hechos
configuran un statu qua profundo y duradero que parece reflejar una
extraña coexistencia entre la economía civil y las instituciones que la
respaldan, de un lado, y, del otro, la instensificación del enfrentamiento.
Cualquier esfuerzo por entender el comportamiento de los oponentes
debe, primero, intentar comprender la historia que los ha llevado a com-
portarse como se comportan para luego estudiar las alternativas posi-
bles y discernir diversos cursos de acción y resultados estables. La dife-
rencia decisiva con otros enfoques es que en vez de explicar ese
comportamiento por supuestos errores de juicio, por transformaciones
repentinas de sus objetivos políticos o por cambios en el clima político
del país o en sus condiciones estructurales, suponemos adversarios do-
tados de una racionalidad (producto de su historia pasada) que, a partir
del examen de diversos cursos de acción posibles, prefieren el presente
y dan lugar a un
statu quo
que no puede romperse con simple buena
voluntad. De paso, la pertinencia y el éxito de las posibles conversacio-
¿QUÉ OCURRE? 101
nes de paz entre el Estado y los alzados en armas deben juzgarse en este
contexto. Sin entender cuál es el
statu qua
del conflicto, cómo está con-
formado, en qué tipo de comportamiento y de historia se basa, y de
dónde proviene su estabilidad y solidez, cualquier discusión sobre las
posibilidades reales de las conversaciones de paz no pasa de ser un
ejercicio de buena voluntad sin mayores repercusiones analíticas ni
prácticas.
¿A QUÉ JUEGAN?
Como ocurre en ciertos relatos, los protagonistas sólo serán conocidos
(o desconocidos) en forma más precisa al final. Suponemos que existen
dos participantes, la guerrilla y las Fuerzas Armadas, sin definir en for-
ma explícita su carácter, recursos y estrategias, con la esperanza de que
el ejercicio metodológico que proponemos los vaya construyendo, pieza
a pieza, hasta lograr una imagen de lo que pueden ser en tanto agentes
de una situación de juego. Que el Estado y la sociedad civil no aparezcan
como actores fundamentales es una elección deliberada cuya validez el
lector juzgará a su debido tiempo. Intuimos que el Estado no ha tomado
en serio el conflicto, que no ha seguido una estrategia clara y persistente,
y que ha intentado políticas de paz coyunturales y pasajeras. El caso de
la población civil es más difícil. A lo largo del conflicto, su posición ha
sido ambigua y compleja; ha sido su objeto, ha generado los recursos
económicos requeridos para prolongarlo, ha participado activamente
en él. Existe la posibilidad de que el resultado de nuestro experimento
metodológico sea un muñeco más del doctor Frankestein.
Imaginemos la siguiente situación: un grupo cualquiera (no importa el
principio ni su origen histórico apolítico) se organiza en forma militar
y política para derrocar el poder existente. El Estado responde con su
organización armada, las FA constitucionales y, en especial, con el ejér-
cito. Dado el tamaño inicial de la fuerza insurgente y las circunstancias
en que surge (los límites entre bandolerismo e insurgencia guerrillera
no son del todo claros), el ejército adopta la estrategia de aniquilarla. Por
momentos, la estrategia parece dar resultado (los ataques a las 'repúbli-
cas independientes' a comienzos de los sesenta, la cuasi destrucción del
ELN en los setenta), pero el conflicto se prolonga más allá de lo que, por
definición, cualquier conflicto armado tradicional pudiera hacerlo. La
prolongación temporal redefine el conflicto en forma decisiva: si las FA
no logran exterminar el núcleo insurgente inicial, el horizonte temporal
del juego cambia hasta convertirlo en un nuevo juego o en una nueva
situación de conflicto. Ahora, los actores deberían percibir (así no lo
digan en forma explícita y no haga parte directa de sus estrategias) que
102
CUADERNOS DE ECONOMÍA
el resultado final está lejos y que, por tanto, depende en forma decisiva
de sus acciones presentes. La distinción entre el cambio objetivo en las
condiciones temporales del juego y la percepción de los jugadores es
fundamental. Si uno de ellos no percibe ese cambio objetivo y continúa
usando la estrategia correspondiente a un conflicto tradicional de corta
duración y alta intensidad militar da a su enemigo una ventaja estraté-
gica permanente. Una de nuestras hipótesis tentativas es la de que las
FA han mantenido, en forma inercial, una estrategia de aniquilación, sin
contar con los medios y recursos necesarios para llevarla a cabo [Rangel
1996], y sin tener en cuenta el cambio en el horizonte temporal. Sin
embargo, no se trata de un simple error estratégico de las FA o de una
visión miope del carácter del conflicto; por el contrario, hay varias ra-
zones para explicar el cambio temporal del conflicto y las elecciones
estratégicas de las FA Yla guerrilla.
Si se considera que la guerrilla y las FA son arreglos institucionales y
actores de un conflicto, se detectan varias asimetrías que pueden servir
como bosquejo inicial de una explicación futura más sólida. Primero que
todo, las FA son una institución del Estado colombiano cuya actividad
no genera los recursos que le permiten existir es decir, su remuneración
económica no depende de la eficiencia de la actividad militar sino que
es parte del presupuesto del Estado. Su monto depende de las relaciones
con el gobierno y el Congreso y de la percepción de estos últimos (junto
con la difusa y manipulable 'opinión pública') sobre la necesidad de
ampliar o reducir el presupuesto de defensa. En cambio, la remunera-
ción económica de la guerrilla depende de su actividad ilegal (extorsión,
secuestros, contratos de seguridad, asaltos). La asimetría es transparen-
te: la guerrilla y las FA valoran la consecución de recursos económicos
en forma diferente. Mientras que para estas últimas los recursos son
finitos, pero independientes de la eficiencia de sus acciones, para la
primera, los recursos económicos que hoy consigue le dan acceso a ma-
yores recursos mañana y la llevan a escalar su acción subversiva para
mantener su expansión económica y territorial.
En cuanto a la supervivencia institucional, la continuidad de las FA no
depende de la eficiencia de sus acciones, mientras que la supervivencia
de la guerrilla depende, en forma estricta, de sus acciones y de sus efec-
tos económicos. Este es el impacto de la 'sombra del tiempo', o depen-
dencia con respecto al tiempo, comentado por Skarpedas y Syropoulos
[1996] en un artículo pionero sobre las relaciones entre interacción a
largo plazo y cooperación. El argumento de estos autores es aplicable al
conflicto armado colombiano. En toda interacción de largo plazo hay
una relación entre las decisiones que hoy toman los agentes y sus accio-
nes de mañana. La teoría de juegos, en especial el trabajo teórico y ex-
¿QUÉ OCURRE? 103
perimental de Axelrod [1984], muestra que esa relación estratégica lleva
a que los agentes comprometidos en situaciones repetidas de juego tien-
dan a cooperar porque las retaliaciones de sus rivales superan los bene-
ficios económicos inmediatos de las acciones no cooperadoras. Sin em-
bargo, este comportamiento estratégico deja por fuera la posibilidad de
que el impacto de las acciones de hoy influya en la magnitud de los
recursos económicos que el agente tendrá a su disposición en el futuro,
lo que refuerza la inclinación al conflicto como forma de asegurar el
control de un mayor monto de recursos en el futuro. La similitud entre
la estrategia militar y económica de la guerrilla colombiana y el uso
estratégico del tiempo en situaciones de conflicto prolongado no es una
simple coincidencia. El proyecto político y militar de la guerrilla colom-
biana siempre ha tenido el tiempo de su lado. Como plantea Rangel
[1996,77], la guerrilla tiene mucho espacio y fuerza por ganar para, si
es del caso, negociar en condiciones más favorables con el Estado. Sin
embargo, su uso del tiempo como recurso estratégico no está ligado,
como plantea Rangel, a su origen rural y a su percepción del tiempo
como un recurso abundante, sino a la importancia que da al futuro da-
dos los recursos económicos y el territorio que pueda controlar. Su es-
tricta visión racional del futuro, que depende de lo que pueda acumular
hoy, lleva al escalamiento gradual del conflicto por un efecto de retro-
alimentación: a mayor escalamiento mayores recursos a su disposición;
los que, a su vez, le permiten escalar el conflicto con mayor poder de
fuego y control territorial y conseguir mayores recursos económicos, y
así sucesivamente. Este proceso tiene un límite económico: el acceso a
los recursos económicos sólo puede llegar hasta un punto que no ponga
en peligro la viabilidad de la actividad económica de sus víctimas.
En el caso colombiano hay un hecho esencial que puede ayudar a expli-
car la inusual duración del conflicto armado: ambos contrincantes ex-
plotan o utilizan el excedente de la economía civil sin participar direc-
tamente en ella y, por tanto, sin incurrir en los costos directos de su
actividad militar. Desde su perspectiva del presente, ambos tendrían una
fuente inagotable de recursos económicos. Aquí debe subrayarse
la
pers-
pectiva desde la cual evalúan su disponibilidad de recursos: un presente
sin costos económicos directos que los lleva a percibir la existencia de una
fuente de recursos en apariencia interminable.
Si analizamos esta situación desde el punto de vista de la teoría de las
jugadas
(Theory of Moves)
de Brams [1994, 1997a, 1997b], obtenemos al-
gunos resultados interesantes sobre su carácter y sus perspectivas. En
lugar de situarse en el contexto usual, en el que unos agentes racionales
juegan simultáneamente y alcanzan un equilibrio de Nash, Brams su-
pone que toda situación de juego es el resultado de una historia anterior
104
CUADERNOS DE ECONOMÍA
que desemboca en un estado a partir del cual los jugadores deciden
cómo continúan su interacción. Una alternativa entre otras es que si los
jugadores consideran que no hay incentivos para moverse del estado en
que se encuentran, éste se mantendrá y se convertirá en un
statu qua
cuya
inercia proviene de la historia anterior y de la falta de incentivos de los
jugadores para alejarse de ella.
En este contexto metodológico, proponemos estudiar el conflicto colom-
biano mediante la construcción de bloques definidos por sus situaciones
de juego distintas, relacionadas así: el resultado o conjunto de resultados
de una situación de juego sirve como insumo o como parte del conjunto
de información de otra situación que cubre un campo más amplio de la
interacción estratégica entre los contendientes. Más en concreto, el juego
del escalamiento estaría compuesto por dos contendientes (las FA y la
guerrilla) que tienen la opción de escalar o no escalar el conflicto armado
y una regla de comportamiento según la cual la guerrilla prefiere derro-
tar a su enemigo y derrocar el régimen existente, y las FA prefieren
aniquilar a su adversario. Dado el conocimiento que tenemos de los
contendientes y de su particular forma de explotación del excedente de
la economía civil, de la información de que dispone cada uno, de las
expectativas mutuas sobre su comportamiento, poder y objetivos, inten-
tamos ordenar las alternativas existentes.
En primer lugaz ninguno de los adversarios tiene incentivos para dete-
ner en forma unilateral el escalamiento del conflicto. Como plantean
Brams y Kilgour [1988, 17] en su análisis de las carreras armamentistas,
no hay ningún incentivo para que los adversarios salgan del terrible
equilibrio del escalamiento. Aún más, la estructura del juego definido
en el contexto general del Dilema del Prisionero llevaría a una situación
de 'trampa', en la que el equilibrio inevitable es el escalamiento de la
lucha armada. El orden de preferencias acerca de los resultados se define
así: en una escala de 4 a 1, en la que el 4 representa el mejor resultado
posible y 1 el peo~ el mejor escenario para cada jugador sería el desarme
unilateral del otro y su consiguiente derrota, es decir; la alternativa con
un pago de 4 para el que no se desarme y un pago de 1 para el pacifista.
Como los adversarios son racionales, en cuanto prefieren el mejor curso
de acción para sí mismos, ambos evitarán caer en ese escenario y optarán
por el escalamiento del conflicto. Pero, a diferencia del análisis de Brams
y Kílgouz la 'trampa' del escalamiento del conflicto no sería la segunda
peor opción sino la segunda mejor para ambos (3 y 3), por una caracte-
rística particular y estructural del conflicto colombiano: la explotación
del excedente de la economía civil convierte a los actores en
free riders
desde el punto de vista económico, los libera de la restricción económica
tradicional presente en otros conflictos y en los modelos económicos que
¿QUÉ OCURRE?
105
tratan estas situaciones. Esa explotación tiene, como se indicó, un límite:
la existencia misma de excedentes y, en general, la viabilidad de la eco-
nomía nacional. Quizá ésta sea una de las razones por las que el conflicto
limitado, funcional a la economía de mercado y sobre todo a ciertas
economías de enclave o ligadas al mercado mundial (petróleo, cocaína,
amapola, banano) puede perpetuarse a primera vista
én
forma inexpli-
cable. Debe subrayarse, sin embargo, que la coexistencia entre conflicto
armado y economía no novedosa en los estudios sobre la violencia co-
lombiana. Carlos Ortiz [1985, 1995], en su trabajo sobre las relaciones
entre economía y violencia en el Quindío, ya la había comentado en
forma original.
La matriz siguiente sintetiza los resultados sugeridos hasta ahora. Los
números de las columnas corresponden a los pagos que recibiría el ju-
gador 2, la guerrilla, de acuerdo con sus estrategias. Los números de las
filas corresponden a las FA. Erepresenta la opción de escalar el conflicto
y D significa desarme, bien sea unilateral o negociado.
Eo
E3,3 4,1
o
1,4 2,2
Aquí, la segunda peor opción para ambos (2, 2) sería una cesación del
conflicto impuesta desde afuera y contraria a sus objetivos. El término
'desde afuera' tiene importantes consecuencias para evaluar el éxito de
las negociaciones de paz que se quieran emprender en Colombia. En
efecto, el gobierno y grupos de la sociedad civil son los que hoy están
interesados en abrir un proceso de negociaciones que desemboque en
la cesación del conflicto armado, y no los actores mismos del conflicto.
Las FA, cuando no son abiertamente críticas del proceso, tienden a guar-
dar un silencio significativo, mientras que la guerrilla actúa en forma
reticente, esperando las ofertas de los comisionados e intensificando su
actividad militar. De modo que uno de los errores más gruesos y deci-
sivos de los analistas es el de acusar a los contendientes de 'sabotear' el
proceso de paz o de no mostrar la suficiente voluntad para coronar con
éxito las negociaciones. Su error obedece a que no conceden ninguna
sistematicidad a la acción de los contrincantes y no entienden la muy
particular coexistencia entre economía y conflicto en Colombia. De nue-
vo, la supuesta miopía de los adversarios y su falta de buena voluntad
podrían explicarse por su peculiar situación de 'huéspedes' armados de
106 CUADERNOS DE ECONOMÍA
la economía civil, y por la percepción estratégica que del conflicto y de
su historia se han formado en su ya muy larga duración.
¿Cómo justificar el equilibrio de escalamiento? Es en este punto donde
se aprecia el sentido de la metodología que proponemos. En efecto, para
describir, justificar y generar el escalamiento (en términos del crecimien-
to del poder de fuego de los contrincantes -en especial de la guerrilla-,
del avance de ésta hacia la consecución de su objetivo inmediato de
expansión territorial, y en términos de la percepción que de la intensi-
dad del conflicto tienen los mismos contrincantes) debe diseñarse un
juego basado en ciertas reglas explícitas de comportamiento, cuyo re-
sultado estable sea precisamente un equilibrio de escalamiento del con-
flicto. Los modelos económicos de la familia conformada por los traba-
jos de Garfinkel [1991], Hirshleifer [1991, 1995], Skarpedas [1992] y
Skarpedas y Syropoulos [1996] pueden ser útiles para describir esta
situación y generar los resultados estables correspondientes.
Estos dos últimos autores proponen un modelo de dos períodos depen-
diente del tiempo, en el que agentes simétricos deciden si cooperan o no
en el largo plazo. En este contexto, la no cooperación implica aumentar
la inversión en armas y, en nuestros términos, el escalamiento del con-
flicto. La pertinencia del modelo de Skarpedas y Syropoulos (5 y 5) para
la situación colombiana reside en la valoración explícita del tiempo que
hacen los agentes: los recursos que hoy obtienen con el uso de las armas
determinan el monto de recursos que obtendrán mañana; por tanto, a
mayores recursos apropiados hoy mayores recursos futuros. Más aún,
cuanto mayor sea la valoración del futuro, mayores serán los incentivos
para apropiarse de los recursos hoy mediante una mayor inversión en
armas. El modelo de 5 y 5 es interesante porque, para obtener sus resul-
tados de largo plazo, no supone irracionalidad o miopía en el compor-
tamiento de los agentes. Por el contrario, supone una conducta racional,
con previsión de largo plazo y alta valoración del futuro. Lo que no
implica que, en términos colectivos o sociales,la conducta de los agentes
no sea obviamente negativa y despilfarradora.
En el caso colombiano hay un elemento adicional que refuerza las pre-
dicciones del modelo de 5 y 5: la explotación de los recursos de la eco-
nomía civil por los contendientes. Aquí la simetría no viene dada por
un comportamiento idéntico de los actores (como en el modelo de 5 y
5) sino por su utilización de los recursos de la economía civil, a cuyo
producto no contribuyen en modo alguno, y por estar libres de la dis-
yuntiva propia de esta familia de modelos: producción económica o
inversión en armas. Esta configuración es especial porque, a diferencia
de los conflictos internacionales y de otras guerras de insurgencia, los
contrincantes' explotan' la economía civil sin poner en peligro su viabi-
¿QUÉ OCURRE?
107
lidad (por eso el juego que proponemos podría llamarse" explotando la
economía civil" .). La reciente oferta del ELN de cobrar un impuesto de
guerra a la firma multinacional para evitar el secuestro (retenciones
económicas, en el lenguaje de esta organización) va en ese sentido; no
se trata de destruir la economía del enemigo hasta llevarlo a la parálisis
total sino de hacer un uso 'racional' de la economía civil para incremen-
tar su poderío militar y su papel de Estado en las zonas que controla.
Es obvio que la complejidad del problema no puede cubrirse con dos
juegos relacionados por la estrategia de escalamiento. Por ello, nuestra
metodología supone el diseño de un conjunto más amplio de juegos
interrelacionados que aspira a cubrir otros aspectos significativos del
conflicto. Así, buena parte del avance territorial y económico de la guerrilla
puede apreciarse no tanto en sus logros militares sino en las relaciones y
alianzas que ha cristalizado, bien sea por la fuerza, la propaganda o la
voluntad, con distintos grupos sociales. Nuestra propuesta considera estas
alianzas o relaciones como juegos de mutua dependencia, es decir, como
la posibilidad de que uno o ambos adversarios inicien juegos con otros
individuos o grupos sociales para mejorar su posición con respecto a su
adversario fundamental, bien sea ampliando su conjunto de informa-
ción o incrementando sus recursos económicos. Aunque la teoría postu-
la la independencia de los juegos, los desarrollos recientes permiten
introducir información proveniente de otros juegos [Brams 1994, 1997a;
Lapan y Sandler 1993]. La ganancia en términos de realismo y del uso
explícito de la historia y del conocimiento a disposición de los agentes
es evidente, y es una superación clara de una de las limitaciones más
conocidas de la teoría de juegos.
Sugerimos, entonces, los siguientes juegos de la guerrilla: prestación de
servicios de protección a la población civil, sea por la fuerza o la volun-
tad. Con este juego, la guerrilla alimenta su conjunto de información.
Podría plantearse así: en algunas regiones, la guerrilla presta servicios
de seguridad a cambio de un pago o del simple apoyo de la población.
Los equilibrios del juego estarían dados por los recursos económicos, la
información y el apoyo político que obtiene la guerrilla, y por el orden,
la seguridad y la protección para la población civil. Este juego podría
denominarse 'jugando al Estado'. El éxito de la guerrilla está en relación
inversa con la presencia del Estado. Aquélla mantiene un juego de apro-
piación violenta de recursos con la porción más rica de la población, y
el equilibrio termina siendo también un intercambio de seguridad por
recursos económicos, que se impone por la imitación y la amenaza creí-
ble, como mostramos en otro trabajo [Castillo y Salazar 1996]. Mantiene
un juego con los dirigentes locales, en el que a cambio de apoyarlos les
exige ciertas medidas económicas y políticas (según el Cinep.Ia guerrilla
1.08
CUADERNOS DE ECONOMÍA
fue responsable de 778 amenazas a la población civil en 1997); así par-
ticipa en forma activa en la elaboración y ejecución de planes de desa-
rrollo y afianzamiento de su poder local.
Cuando la población civil o sus grupos más amenazados (altos ingresos)
deciden tomar parte activa en el conflicto mediante la financiación de
cuerpos paramilitares, se abre otra situación de juego que contribuye a
escalar el conflicto. En efecto, el avance de los grupos paramilitares en
territorios dominados por la guerrilla no hace más que desplazar o es-
calar el conflicto. La guerrilla, acosada por la acción paramilitar, tiende
a desplazarse a otros territorios o intenta, cuando el momento es propi-
cio, recuperar el territorio perdido. La población civil lleva la peor parte;
no sólo asume el costo directo de la guerra sino que debe desplazarse a
otras regiones. Esta guerra generalizada por el control de la población
(y su división en 'amigos' y 'enemigos', con las consecuencias destruc-
tivas ya conocidas) ha impuesto un costo adicional a la población y a la
economía civil: el desplazamiento de población como efecto de estrate-
gias de destrucción del apoyo civil a la guerrilla y, en particular, de la
población que se percibe como desleal a la fuerza que domina o intenta
dominar el territorio [Hincapié 1997].
El uso de estas nuevas tecnologías de control de la población genera
problemas estratégicos que hacen aún más difícil analizar el caso colom-
biano y predecir su desarrollo. La situación es paradójica; por un lado,
la introducción de esas nuevas tecnologías por las organizaciones para-
militares es un indicio del avance territorial y militar de la guerrilla,
y,
por otro, es un síntoma de la precariedad de su control territorial y de
las limitaciones de movilidad y velocidad de respuesta generadas por
su transformación en ejército. La falta de movilidad del ejército regular,
que con tanto éxito ha explotado la guerrilla, es ahora capitalizada por
los paramilitares en su accionar contra una guerrilla que ha ganado
presencia territorial, que parece controlar algunos territorios, y que por
ello no puede responder con la celeridad adecuada a los ataques para-
militares sobre la población civil. La dificultad estratégica que la acción
paramilitar impone a las organizaciones guerrilleras es evidente: si la
lucha se convierte en una lucha por la lealtad o al menos por la no
hostilidad de la población civil (por desplazamiento o desaparición), y
si no es posible responder en el terreno de la guerra al avance parami-
litar, la única respuesta posible parece ser la de actuar sobre la población
civil, intimidando y desplazando a informadores y colaboradores de la
fuerza invasora, y cayendo en una simetría peligrosa con el enemigo.
Esta debilidad de la guerrilla se constata en el avance permanente de las
fuerzas paramilitares, en la relativa eficacia con que 'limpian' un terri-
torio mediante el terror sobre la población civil y en la notoria lentitud
¿QUÉ OCURRE?
109
de la guerrilla. Es más, las últimas acciones paramilitares fueron anun-
ciadas; meses atrás, el jefe paramilitar, Carlos Castaño, había anunciado
por diversos medios de comunicación hacia dónde se dirigirían sus es-
fuerzos intimidatorios. Las masacres en Mapiripán y algunos lugares
de Antioquia y Córdoba corroboraron ese anuncio.
En términos más formales, la estrategia paramilitar consistiría en minar
el apoyo de la población civil a la guerrilla, usando la movilidad y la
sorpresa que antes estaban del otro lado, sin combates directos con las
fuerzas enemigas, buscando dos resultados básicos: uno, el apoyo de la
población civil, es decir, su cambio de bando o la superación de su pre-
caria neutralidad; dos, en caso de no lograr el anterior; el desplazamiento
de la población civil y la 'desaparición' del territorio como espacio con-
trolado por la guerrilla. En ambos casos se trata de romper el control
territorial de la guerrilla modificando la lealtad de la población civil. Y
aunque es obvio que los paramilitares prefieren el control total de la
población a su desplazamiento, ambos resultados son una derrota para
la guerrilla. Es indudable que la guerrilla conoce la estrategia paramili-
tan pero no sabe cómo enfrentarla en el terreno militar. Por eso su res-
puesta se reducirse a imitar las acciones del enemigo: restarle apoyo civil
aislando y golpeando a sus probables colaboradores. Con estos elemen-
tos podemos plantear el siguiente juego: los paramilitares disputan a la
guerrilla el control sobre la población civil en los territorios en que ésta
se mueve como 'pez en el agua o donde hay bonanzas económicas por
disputar. Las estrategias fundamentales para los paramilitares serían
atacar (A) o no atacar (NA) y, para la guerrilla, esperar (E) y no esperar
(NE). En el primer caso, atacar implica ejercer el control sobre la pobla-
ción de un territorio en disputa o bajo control de la guerrilla. En el
segundo, esperar supone no emprender ninguna acción preventiva ni
disuasiva contra los paramilitares, mientras que no esperar implica em-
prender acciones directas contra ellos. Dada la alta movilidad de estos
últimos, cualquier acción de la guerrilla supone una búsqueda y un
seguimiento de las fuerzas enemigas y exponerse, por tanto, a confron-
taciones con las FA regulares.
Usando el orden de preferencia de Brams, obtenemos la siguiente matriz
de pagos de 2x 2 (la guerrilla en las columnas, y los paramilitares en las
filas) para el juego' controlar la población civil':
NE E
NA 1,2 2,4
A3,3 4,1
110
CUADERNOS DE ECONOMÍA
El primer resultado (1,2) implica la inmovilidad paramilitar, su incapa-
cidad para atacar o su falta de recursos para atacar en ese territorio
particular. Para la guerrilla, implica una actividad riesgosa e inútil, y su
posible descuido de áreas importantes ante las FA regulares.
El resultado (3, 3) supone la confrontación total entre la guerrilla y los
paramilitares. Un ataque paramilitar coincidiría con el inicio de un ofen-
siva guerrillera en un territorio dado. Aunque los paramilitares tienden
a evitar confrontaciones directas con la guerrilla, su razón de ser es
mantener la ofensiva sobre los territorios dominados por el enemigo. A
su vez, la guerrilla prefiere una confrontación directa con los paramili-
tares y ésta sería la segunda opción en su conjunto de preferencias.
El arreglo (2, 4) deja entrever la inactividad bélica de los paramilitares
y la cercanía de una posible derrota o la aceptación de una salida nego-
ciada. Para la guerrilla, implica la consolidación indisputada de sus lo-
gros territoriales y una situación deseable para emprender, desde una
posición superior, negociaciones de paz. Por eso, es la primera alterna-
tiva (4) en su conjunto de preferencias.
El último arreglo (4, 1)corresponde a la situación que hoy se vive en ciertas
zonas; el avance paramilitar no encuentra ninguna resistencia. Mientras
que, por falta de movilidad o por el factor sorpresa, la guerrilla no puede
cubrir los espacios que le disputan los paramilitares, y éstos ejercen control
sobre la población civil. Territorios 'recuperados' o poblaciones enteras des-
plazadas por la aplicación del terror como tecnología de guerra garantiza-
rían el mejor resultado posible para los paramilitares.
Todo esto lleva a considerar un problema crucial del conflicto colombia-
no, ¿cuál es el papel de la población civil? De un lado, la población y la
economía civil asumen en forma pasiva el costo económico del conflicto.
Del otro, participan en forma activa, tomando partido por uno de los
contendientes o financiando la actividad paramilitar, y contribuyen al
escalamiento del conflicto por un efecto de retroalimentación. Cabe pre-
guntar cuál debería ser la estrategia activa de la población civil. ¿Podría
considerar la opción de no contribuir con sus recursos económicos al
avance del conflicto?, ¿podría adoptar una conducta de desobediencia
civil frente a los agentes principales del conflicto? Cualquier intento de
diseñar una política de paz y de negociación debe tener en cuenta su
nuevo papel, no sólo de fuente de recursos económicos sino de objeto
del conflicto.
Ahora bien, una de las apuestas estratégicas decisivas es la que se juega
alrededor del siguiente problema: si bien el avance territorial de la gue-
rrilla es indiscutible, ¿hasta dónde puede ir ese avance? ¿Tiene un límite
natural en la profunda división campo-ciudad persistente en el país?
¿QUÉ OCURRE?
111
¿Hay, en el caso de la guerrilla, un
trade off
implícito entre expansión
territorial y movilidad? ¿La dirección de la guerrilla percibe este pro-
blema? Silo hace, ¿cómo lo piensa y qué efecto tiene sobre su estrategia?
Este es otro elemento fundamental para entender el carácter limitado
del conflicto colombiano. Schelling [1960]da una pista: el carácter limi-
tado puede depender de límites geográficos o accidentes físicos. La di-
visión entre el campo y la ciudad ha permitido que la guerrilla avance
en el campo o en las zonas alejadas de los centros urbanos, mientras que
las ciudades permanecen en general por fuera de su radio de acción.
Sobrepasar ese límite es una de sus pruebas de fuego y una de las apues-
tas estratégicas decisivas. De hecho, las Farc, en su Séptima Conferen-
cia Nacional de 1982, determinaron no sólo el avance estratégico ha-
cia "el lugar en el que se reúnen todas las contradicciones de la
sociedad colombiana" [Alape 1994], es decir, Bogotá, la capital, sino
la formación de un ejército del pueblo y no ya de frentes guerrilleros
sin objetivos estratégicos definidos. Ese proyecto estratégico se ha
venido cumpliendo, como constata su presencia y actividad crecien-
tes en los municipios de la Sabana de Bogotá [Peña 1997] y su indis-
cutible crecimiento como organización militar; de diez frentes en 1980
pasó a 60 frentes en 1994 [Echandía 1994]. Desde el punto de vista de
la teoría de juegos, lo interesante es analizar la percepción de los
contendientes acerca de estas tendencias y apuestas estratégicas.
Guerrilleros de las Farc, entrevistados por Carina Peña muestran su
clara percepción del problema:
En la Sabana la mayor parte de los municipios los utilizamos como territo-
rios de paso, porque en esta zona la guerrilla no está interesada en tomar
posesión absoluta de los territorios. Es parte de nuestro accionar como gue-
rra de guerrillas. No queremos hacer repúblicas independientes ya que la
vida de los guerrilleros está en la transhumancia. Lo sostenible en la relación
con los territorios es poder popular, en ayudar a que la propia población se
encargue de elaborar sus propias plataformas de lucha [Peña 1997, 95-96].
Esta percepción no se circunscribe a la Sabana de Bogotá. En general,
la guerrilla colombiana enfrenta un dilema estratégico: ¿Cómo hacer
que su evidente avance territorial no la haga más vulnerable desde el
punto de vista militar? ¿Cómo mantener la movilidad propia de la
guerra de guerrillas y consolidar, al mismo tiempo, sus avances terri-
toriales? Esta apuesta estratégica se ve reforzada por la irrupción de
los grupos paramilitares por cuanto destruyen el apoyo civil a la
guerrilla mediante la eliminación física y el terror contra la población
civil. Ante la erosión de su base civil, la guerrilla debe optar por
movilizarse hacia otros territorios o responder con la misma moneda,
es decir, golpeando selectivamente a la población civil. Al hacerlo,
refuerza su carácter de guerrilla móvil y extiende el conflicto a otros
112
CUADERNOS DE ECONOMíA
territorios, pero pierde credibilidad política. Desde la perspectiva del
conflicto en su conjunto,
10
que ha logrado la interacción entre guerrilla
y grupos paramilitares es la extensión e intensificación del conflicto en
todo el territorio nacional y su escalamiento hacia una guerra irregular
de vastas proporciones, una de cuyas consecuencias más catastróficas
es el creciente desplazamiento de la población civil en los territorios en
disputa, cambiando en forma rápida y violenta la configuración política
del país.
De nuevo, Schelling [1960] da pistas para entender la interacción per-
manente entre los actores del conflicto armado colombiano. La clave está
en considerar el papel de la percepción mutua en la formación de expec-
tativas sobre la conducta y los planes del adversario, es decir; en la for-
mación de expectativas mutuamente consistentes. En situaciones de
conflicto limitado (en las que los adversarios no pueden o no buscan
aniquilar al otro) la cooperación y la coordinación sólo surgen de la
interacción conjunta entre los contendientes. De entrada, no hace parte
de sus planes. Sólo el conocimiento del otro, la percepción de sus capa-
cidades y de su poder de amenaza lleva a valorar la cooperación como
un medio para la supervivencia o como una forma de preservar la esta-
bilidad de la situación.
El problema de la percepción estratégica del otro es decisivo para en-
tender el porqué de la súbita y sorpresiva ventaja de la guerrilla detec-
tada en el último año. Las FA, al percibir erróneamente el carácter de la
guerrilla (político-militar o bandoleril) y sus estrategias en la coyuntura
posterior a los acuerdos de paz con el M-19 y el EpI, concedieron, sin
saberlo, una ventaja estratégica a las Farc y al Eln, ventaja de la que sólo
hoy comienzan a ser conscientes. Esta percepción errónea tiene una lar-
ga historia, narrada en buena parte por Pierre Gilhodés (citado en Sán-
chez y Peñaranda [1995]). Es la historia de la formación de un enemigo
a partir de las reglas de la Guerra Fría y de la lucha por la hegemonía
mundial entre el capitalismo y el socialismo soviético. Paradójicamente,
la caída del Muro de Berlín y el colapso del bloque soviético provocaron
un rezago decisivo en la percepción que las FA tenían de su enemigo.
Al terminar la Guerra Fría, desapareció el vínculo político de la guerrilla
con una causa mundial y quedó desnuda su operación ilegal contra el
Estado y la economía civil. El tono de los analistas de las FA era incluso
paternalista: ante la derrota definitiva del comunismo mundial, ¿qué
más podían hacer los guerrilleros colombianos aparte de reconocer su
derrota estratégica y su bancarrota ideológica y terminar de una vez por
todas su acción subversiva? [Rodríguez 1990]. El rezago en la percepción
de las FA resultó demasiado peligroso porque las llevó a pensar a su
enemigo en los términos en que pensaba a las cuadrillas fragmentadas
¿QUÉ OCURRE? 113
de bandoleros de finales de los cincuenta
y
principios de los sesenta,
pasando por alto la nueva estrategia de expansión territorial
y
econó-
mica de la guerrilla. En el vacío estratégico creado por la percepción
equívoca de las FA, la guerrilla avanzó silenciosa
y
seguramente.
¿Qué ocurre cuando un adversario tiene una apreciación equívoca per-
manente del rival
y
de la situación global? Las FA no parecen haber
cambiado su valoración de la guerrilla desde los años setenta. El único
cambio apreciable está en el escalamiento verbal de su desvalorización
del adversario: bandoleros, cuadrillas, narcoguerrilla. Podríamos pre-
guntar, ¿se trata tan sólo de la aplicación de viejos métodos de propa-
ganda, descalificar el enemigo, rebajarlo a la condición de bandido, no
reconocerlo como adversario?, ¿o se trata de un auténtico error de per-
cepción, traducible en pérdidas estratégicas? Desde el punto de vista del
conflicto, esto supone no conocer o desconocer sistemáticamente al ad-
versario, no percibir su naturaleza ni sus objetivos estratégicos. Esta
estrategia pudo tener alguna eficacia durante la Guerra Fría, pero una
vez terminado el conflicto matriz, ¿cómo puede ser defendible? Si las
FA en realidad no se han adaptado ni han querido aprender de las nue-
vas condiciones, ¿no es esto una evidente debilidad de su acción estra-
tégica?
Esta percepción equívoca puede llevar a que la parte que juega así co-
meta errores sistemáticos
y
conceda ventajas permanentes a su rivaL Es
decir, se puede dar una acumulación sistemática del lado mal'percibi-
do'. Esa acumulación puede resultar en territorios controlados, comba-
tes victoriosos, bajas
y
deterioro del sistema de valores de la parte' equi-
vocada'. En Colombia, la guerrilla, como rival 'mal percibido', ha
acumulado avances significativos a costa de un adversario que se niega
a aceptarla como rival estratégico. Al mismo tiempo, su avance territo-
rial en las condiciones de las nuevas tecnologías de control de la pobla-
ción introducidas por los paramilitares ha mostrado su debilidad básica:
su falta de velocidad
y
movilidad relativas frente a un enemigo que tiene
de su lado la movilidad
y
la sorpresa. Pero esta recién descubierta debi-
lidad de la guerrilla va de la mano con la creciente
y
casi absoluta inca-
pacidad del Estado para mantener el monopolio de la fuerza
y
para ser
un contendiente eficaz de la guerrilla en el campo militar. De allí la
creciente complejidad estratégica del conflicto colombiano
y
lo inapro-
piado de pensarlo como una guerra irregular entre un Estado clásico,
que lucha que mantener el monopolio de la fuerza,
y
un conjunto de
organizaciones subversivas que pretenden derrotarlo.
114
CUADERNOS DE ECONOMÍA
CONCLUSIONES PROVISIONALES
Puesto que los actores del conflicto armado colombiano no incurren en
costos económicos directos, el enfoque de Brams sugiere un resultado poco
alentador para el futuro de unas posibles negociaciones de paz.
El
statu qua
se mantendría porque los actores garantizarían su supervivencia y la de
sus estrategias sólo a través del escalamiento. El desarme unilateral y la
negociación impuesta desde afuera serían opciones no deseables para am-
bos oponentes. En Colombia, a diferencia de las carreras armamentistas
tradicionales, la trampa del escalamiento no es superable con amenazas
creíbles u ofertas de paz razonables porque los adversarios no deben elegir
entre producción económica o inversión en armas.
El papel de la población civil ha sido y es ambiguo. Cuando participa
activamente (mediante la financiación de grupos paramilitares o el apo-
yo a uno de los bandos) contribuye a su escalamiento y , en una u otra
forma, continúa financiándolo. Cuando es pasiva, es víctima de las es-
trategias de homogeneización de la población a través del terror arma-
do. No es fácil descubrir un papel positivo para la población. Una pista
podría ser la decisión de no financiar más el conflicto. La idea de no
pagar a ninguno de los dos bandos parece atractiva, pero le falta la
necesaria viabilidad política, que sólo se logra con la acción autónoma
de la sociedad civil.
La adopción de las nuevas tecnologías de control de la población por las
organizaciones paramilitares no sólo ha contribuido al escalamiento del
conflicto sino que ha mostrado la debilidad relativa de las ganancias
territoriales de la guerrilla y el carácter oscilante e incierto de su control
territorial. Como dice el filósofo francés Paul Virilio [1996], el territorio
es siempre cambiante y redefinido sin término por los cambios en las
tecnologías de guerra que usan los contendientes. Así, la única forma
de estabilizar las ganancias territoriales es la formación de alianzas per-
manentes con otras fuerzas. Más allá del debate legal y de derechos
humanos, las alianzas reales, en términos de objetivos y enemigos co-
munes, han permitido estabilizar el dominio de ciertas zonas, una vez
que la estrategia militar de ejercer el terror sobre la población civil ha
tenido éxito.
La fragmentación del territorio nacional, la división entre el campo y la
ciudad, la vastedad del territorio y la similar tecnología del conflicto que
usan los contendientes llevan a pensar en la viabilidad del
statu qua
en
términos del escalamiento y la prolongación del conflicto armado.
¿
QUÉ OCURRE? 115
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