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¿ Qué es el temperamento? el retorno de un concepto ancestral

Authors:
  • Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N. Navarro. Secretaría de Salud. Ciudad de Mexico.
  • Hospital Psiquiátrico Infantil "Dr. Juan N. Navarro"

Abstract

Historia El concepto de que todo individuo manifiesta un estilo peculiar de funcionamiento conductual, básicamente de naturaleza emocional y ligado a su personalidad, fue enunciado desde la edad antigua, en la medicina griega, y sigue aún vigente en nuestros días. Hipócrates en el siglo V a.C. describió cuatro tipos o categorías de individuos: el sanguíneo o alegre, el melancólico o de bilis negra, el colérico asociado con un aumento de bilis amarilla y el flemático ¿al que se le atribuye un exceso de flema¿, propio de los individuos de tipo pasivo o calmado. Este concepto de los humores subyace en las teorías más recientes sobre la relación entre el temperamento y los neurotransmisores (Bond, 2001) y entre éstos y los receptores específicos, genéticamente determinados, asociados con ciertos rasgos temperamentales (Cloninger, 1987; Auerbach, 2001). De ahi que tanto la naturaleza biológico-genética, y ¿humoral¿, como la idea de que las emociones constituyen un rasgo distintivo del temperamento sean temas aún vigentes en las teorías contemporáneas. Visión categórica En 1968, A. Thomas, S. Chess y H. Birch revolucionaron los enfoques sobre el temperamento en la infancia, al hacer notar la cualidad conductual innata de los niños y la influencia que ésta ejerce en el medio. Las teorías entonces predominantes consideraban al niño como receptor pasivo de influencias externas bajo modelos causales de tipo unilineal y unidireccional. Estos autores establecieron nueve categorías conductuales presentes desde el nacimiento: el nivel de actividad; la regularidad o ritmicidad de las funciones, principalmente las de la alimentación, el sueño y la eliminación; la aproximación o retirada a nuevos estímulos como alimentos, juguetes o personas; la adaptabilidad a situaciones nuevas; el umbral de respuesta a los estímulos; la intensidad de la reacción; la cualidad del humor; y la distractibilidad frente a los estímulos indeseables así como la persistencia y la capacidad de atención. Asimismo, señalaron la existencia de tres tipos temperamentales mixtos resultantes de la combinación de las categorías antes mencionadas: temperamento fácil (40% de su muestra), difícil (10%) y lento para adaptarse (15%); el porcentaje restante lo constituye la mezcla de estos tres tipos básicos. Estos autores desarrollaron también el concepto de ¿goodnes or poornes to fit¿ término que hace referencia al grado en qué su tipo temperamental, puede un niño adaptarse o no, al ambiente. Visión de rasgos Goldsmith (1987) y Plomin (1993) consideran que los rasgos de emotividad del niño, la actividad y la sociabilidad son dimensiones fundamentales del temperamento. Rothbart (1988, 1989) destacó la autorregulación y la reactividad del niño como un elemento nuclear del temperamento, entendiéndose la primera como el conjunto de procesos que modulan (facilitan o inhiben) la reactividad y que incluyen la atención, el acercamiento o la retirada, el ataque o la inhibición y, asimismo, la capacidad para autocalmarse. Esta autora también diseñó un cuestionario de conducta del niño para la valoración del temperamento. Visión de perfiles Kagan y cols (1987) son postuladores del concepto de timidez o inhibición conductual como perfil de conducta infantil, moderadamente estable y presente en 20% de los niños de su muestra. Este perfil contrasta con el de los niños desinhibidos que se aproximan a circunstancias y personas sin miedo ni duda, y que constituyen 40% de dicha muestra. Estos autores han estudiado además, la relación entre dichos perfiles y sus diferencias en las respuestas de tipo neurobiológico. Así, la timidez se asocia con una frecuencia cardiaca estable, con altos niveles de hormonas relacionadas con el stress ¿como el cortisol y la norepinefrina¿ y con modificaciones en la presión arterial en respuesta a los estresores y a mayores cambios en los parámetros de la voz cuando se habla en condiciones de stress cognoscitivo leve. Asimismo, se han estudiado las respuestas diferenciales en función del tipo de vínculo específico, y se ha encontrado, por ejemplo, una asociación entre la elevación del cortisol, la timidez y el vínculo inseguro, pero no así en presencia de un vínculo seguro (Nachmias, 1996). Genética, temperamento y neurotransmisores Los estudios de tipo longitudinal realizados en gemelos monozigóticos (Robinson y cols., 1992) han permitido identificar la heredabilidad del temperamento de inhibición conductual bajo modelos de contribución genética no lineal, y sugieren que hay activación y desactivación en las diferentes etapas del desarrollo (Cherny, 1994; Plomin, 1993). Por otro lado, el dato concerniente a la existencia de una asociación entre el rasgo del temperamento denominado búsqueda de lo novedoso (novelty seeking), y un gen para el receptor de la dopamina (DrD4), publicado en 1996 en Nature Genetics (Cloninger y cols, 1996), marcó un hito en la investigación del temperamento. La teoría postula que los individuos con el gen alelo (DrD4) presentan deficiencia de dopamina y buscan experiencias novedosas para incrementar la liberación de dicha sustancia. Hacia la convergencia de modelos y teorías El reconocimiento de que los rasgos mayores de la personalidad representan dimensiones psicobiológicas del temperamento (Eysenck, 1992, 1997; Tellegen, 1985; Watson y Clark, 1993) sin duda, permitirá la convergencia de modelos y teorías, que básicamente admitirían que: 1. El componente genético de la mayor parte de los rasgos de personalidad, es decir, subyacente a las descripciones fenotípicas, ofrece una explicación genética de la conducta. 2. Las dimensiones mayores de la personalidad estudiadas en adultos (neuroticismo y extraversión) están asociadas con la experiencia afectiva y apoyan las bases neurobiológicas del afecto y de la emoción, como base del temperamento. 3. Después de décadas de estudio los investigadores concuerdan en que existe una taxonomía fenotípica de los rasgos de la personalidad. 4. La investigación de la personalidad en adultos ha llevado a los psiquiatras a evaluar cada vez más a la población pediátrica, y a aplicar los modelos longitudinales en niños, lo que permitirá a los investigadores desarrollar una teoría del temperamento y de la personalidad a lo largo del desarrollo del individuo. Los modelos más recientes del estudio del temperamento como el del ¿Big Three¿, son estudios que parten de las teorías de Eynseck. A su vez, Tellegen, Watson y Clark han desarrollado sus propios modelos del Big Three y Cloninger (1987), a partir de un modelo psicobiológico de tres dimensiones genéticamente independientes (búsqueda de lo novedoso, evitación del daño y dependencia a la recompensa) ha agregado a estas, recientemente, una cuarta dimensión (la persistencia). Psicopatología y temperamento Quizá el reto mayor respecto a la utilidad del estudio del temperamento sea el de establecer cuál es la contribución que hacia las respuestas adaptativas o maladaptativas tienen los diferentes perfiles. Hay controversia respecto a si algunas conductas representan rasgos temperamentales que constituyen factores de riesgo o si se trata de características propias del trastorno (Graham y Stevenson, 1987). Dado que la tendencia creciente es la de considerar la psicopatología bajo la perspectiva tanto de factores de riesgo como de protección, se señalan las siguientes asociaciones: Temperamento difícil y trastornos de conducta (Thomas y cols, 1968), inhibición conductual y trastornos de ansiedad (Biederman, 1993), Factor de extraversión y problemas de alcoholismo (Wennberg, 2002), desinhibición conductual y trastornos de conducta externalizados y déficit de atención (Hirshfeld-Becker y cols, 2002) y búsqueda de lo novedoso y abuso de sustancias (Rose, 1995). Respecto a la protección, Werner y Garmezy (1989) han señalado el valor de la actividad y de la sociabilidad en los niños resilientes.
Salud Mental, Vol. 26, No. 3, junio 200316
SUMMARY
History
The awareness of a peculiar style of behavioural functioning in
individuals, basically regarding emotional nature and associated
to personality present in Greek Medicine. Since ancient times, it
still prevails.
Hippocrates in V a.D. described four types of individuals: the
sanguine or cheerful type, the melancholic or of black bile, the
irritable associated to an increase of yellow bile, and the phlegmatic
(due to a phlegm excess), present in the passive or calmed type of
individual.
This old concept is present in more recent theories that
emphasize the relationship between temperament and neurotrans-
missers (Bond, 2001) and between these and specific receptors,
genetically determined, associated to certain temperamental
features (Cloninger, 1987, 1996; Auerbach, 2001). The concept
of biological-genetics, and the “humoral” theory that support the
idea that emotions constitute a distinctive feature of the
temperament, remain valid for contemporary theories.
Categorical vision
In 1968, A. Thomas, S. Chess and H. Birch revolutionized the
temperament´s concept in childhood pointing out the innate
behavioural quality in contrast with predominant theories that
considered children as passive recipients of external influences, as
had been proposed in former unilineal and unidirectional models.
They established nine behavioural categories present from birth:
activity level; regularity or rhitmicity in biological functions, as
feeding, sleep and elimination; approach to new stimuli like foods,
toys or people; adaptability to new situations; answer threshold
to stimuli; intensity of the reaction; humour quality; attention
and distractibility as well as persistence. They pointed out 3
temperamental styles that are combinations of these categories:
easy temperament (40% of their sample), difficult temperament
(10%) and slow to warm up (15%), the remaining percentage
constitutes mixtures of these 3 basic types.
These authors also developed the concept “goodness or poorness
to fit” to make reference to a particular style to respond to the
environment.
Traits´ vision
Goldsmith (1987) and Plomin (1993): considered emotions,
activity and sociability as important temperamental domains.
Rothbart (1988, 1989) highlighted the self-regulation and reactivity
as a nuclear element of temperament; this author considered auto
regulation as a group of processes to modulate (facilitate or inhibit)
reactivity and include attention, approach or retreat, attack or
inhibition as well as the ability to calm. This author also designed
a temperament questionnaire for children.
Profiles´ vision
Kagan et al. (1987) developed the term of shyness or behavioural
inhibition as a profile type of infantile behaviour, which is stable
and present in 20% of the children. This profile contrasts with
disinhibited type of children that approach without fear to events
and people, and it comprise, 40% of the sample.
These authors also studied the relationship between these profiles
and their neurobiologic response types. Shyness is associated to
stable heart rates, high stress hormones levels like cortisol and
norepinephrine, arterial blood pressure modifications and some
changes in the voice parameters when speaking under stress
cognitive conditions. Different studies have been done, to study
the association between cortisol, shyness and insecure attachment,
not present in secure attachment (Nachmias, 1996).
Genetics, temperament and neurotransmissers
Longitudinal studies in monozygotic twins (Robinson and cols.,
1992) have identified the heretability basis of behavioural inhibition,
they also suggested gene activation and deactivation in different
stages of the child development (Cherny, 1994; Plomin, 1993).
The first report of an association between a temperament feature
such as novelty seeking (which is a response to novel stimulus),
and a gene for the dopamine receptor (DrD4), was first published
in 1996 in Nature Genetics (Cloninger, et al. 1996) and establishes
a landmark in temperament research. The theory is that individuals
with (DrD4) dopamine gene lacked in dopamine and they search
for novelty experiences to increase dopamine release.
Toward convergence of models and theories.
The recognition that personality traits represent temperament
psychobiological domains (Eysenck, 1992, 1997; Tellegen, 1985;
Watson and Clark, 1993), will allow convergence of models and
theories that basically would recognize:
1. The genetic component of personality or temperamental traits.
2. Core dimensions of personality studied in adults, such as
neuroticism and extraversion, or behavioural inhibition in
¿Q ES EL TEMPERAMENTO? EL RETORNO
DE UN CONCEPTO ANCESTRAL
Lilia Albores-Gallo*, Ma. Elena Márquez-Caraveo*, Bruno Estañol**
*Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro, Secretaría de Salud. Av. San Buenaventura no 86, Col. Belisario Domínguez, Tlalpan, 14080 México
D.F. E.mail: liliaalbores@hotmail.com, E.mail: marquezmalena@hotmail.com
**Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. E.mail: bestanol@hotmail.com
Recibido primera version:15 de octubre de 2002. Recibido segunda versión: 14 de marzo de 2003. Aceptado: 10 de abril de 2003.
Salud Mental, Vol. 26, No. 3, junio 2003 17
children, are associated to the affective experience and give
support to the neurobiological basis of affection and emotion in
temperament.
3. After decades of studies, investigators have converged in a
phenotypic taxonomy of personality.
4. Research models in adults are being tested in children and
children´s longitudinal research will help researchers to
understand temperament and personalities at long life views.
The most recent models of temperament like the “Big Three”
are studies derived from the theories of Eynseck; Tellegen, Watson
and Clark developed their own Big Three model. Cloninger (1987)
described a psychobiologic model which consisted of three
dimensions genetically independent (novelty seeking, harm avoidance,
and reward dependence).
Temperament and psychopathology
A major challenge nowadays is the study of temperament and its
contribution to adaptative or maladapatative mechanisms in
different healthy or psychopathological responses. Controversy
remains regarding temperamental traits, debating wether these
are risk factors or symptoms of a disorder (Graham and Stevenson,
1987).
Some examples of these associations include the following
characteristics:
Difficult temperament and behaviour dysfunctions (Thomas et
al., 1968), behavioral inhibition and anxiety dysfunctions
(Biederman, 1993), extraversion factor and alcoholism problems
(Wennberg, 2002), behavioural desinhibition and attention deficit
disorder (Hirshfeld-Becker et al., 2002) and novelty seeking and
substance abuse (Rose, 1995).
Finally, temperament as a protective factor has been pointed
out by Werner and Garmezy longitudinal studies who established
activity and sociability as important traits present in the
development of resiliency.
Key words: Temperament, history, character, personality, genetics,
acquired, neurotransmissers, receptors.
RESUMEN
Historia
El concepto de que todo individuo manifiesta un estilo peculiar de
funcionamiento conductual, básicamente de naturaleza emocio-
nal y ligado a su personalidad, fue enunciado desde la edad antigua,
en la medicina griega, y sigue aún vigente en nuestros días.
Hipócrates en el siglo V a.C. describió cuatro tipos o categorías
de individuos: el sanguíneo o alegre, el melancólico o de bilis
negra, el colérico asociado con un aumento de bilis amarilla y el
flemático al que se le atribuye un exceso de flema, propio de
los individuos de tipo pasivo o calmado.
Este concepto de los humores subyace en las teorías más recien-
tes sobre la relación entre el temperamento y los neurotransmisores
(Bond, 2001) y entre éstos y los receptores específicos,
genéticamente determinados, asociados con ciertos rasgos
temperamentales (Cloninger, 1987; Auerbach, 2001). De ahi que
tanto la naturaleza biológico-genética, y “humoral”, como la idea
de que las emociones constituyen un rasgo distintivo del
temperamento sean temas aún vigentes en las teorías contempo-
ráneas.
Visión categórica
En 1968, A. Thomas, S. Chess y H. Birch revolucionaron los
enfoques sobre el temperamento en la infancia, al hacer notar la
cualidad conductual innata de los niños y la influencia que ésta
ejerce en el medio. Las teorías entonces predominantes considera-
ban al niño como receptor pasivo de influencias externas bajo
modelos causales de tipo unilineal y unidireccional.
Estos autores establecieron nueve categorías conductuales
presentes desde el nacimiento: el nivel de actividad; la regularidad
o ritmicidad de las funciones, principalmente las de la alimenta-
ción, el sueño y la eliminación; la aproximación o retirada a nuevos
estímulos como alimentos, juguetes o personas; la adaptabilidad a
situaciones nuevas; el umbral de respuesta a los estímulos; la
intensidad de la reacción; la cualidad del humor; y la distractibilidad
frente a los estímulos indeseables así como la persistencia y la
capacidad de atención. Asimismo, señalaron la existencia de tres
tipos temperamentales mixtos resultantes de la combinación de
las categorías antes mencionadas: temperamento fácil (40% de su
muestra), difícil (10%) y lento para adaptarse (15%); el porcentaje
restante lo constituye la mezcla de estos tres tipos básicos.
Estos autores desarrollaron también el concepto de “goodnes or
poornes to fit” término que hace referencia al grado en qué su tipo
temperamental, puede un niño adaptarse o no, al ambiente.
Visión de rasgos
Goldsmith (1987) y Plomin (1993) consideran que los rasgos de
emotividad del niño, la actividad y la sociabilidad son dimensiones
fundamentales del temperamento. Rothbart (1988, 1989) desta-
có la autorregulación y la reactividad del niño como un elemento
nuclear del temperamento, entendiéndose la primera como el
conjunto de procesos que modulan (facilitan o inhiben) la
reactividad y que incluyen la atención, el acercamiento o la retira-
da, el ataque o la inhibición y, asimismo, la capacidad para
autocalmarse. Esta autora también diseñó un cuestionario de
conducta del niño para la valoración del temperamento.
Visión de perfiles
Kagan y cols (1987) son postuladores del concepto de timidez o
inhibición conductual como perfil de conducta infantil, modera-
damente estable y presente en 20% de los niños de su muestra.
Este perfil contrasta con el de los niños desinhibidos que se aproxi-
man a circunstancias y personas sin miedo ni duda, y que
constituyen 40% de dicha muestra.
Estos autores han estudiado además, la relación entre dichos
perfiles y sus diferencias en las respuestas de tipo neurobiológico.
Así, la timidez se asocia con una frecuencia cardiaca estable, con
altos niveles de hormonas relacionadas con el stress como el
cortisol y la norepinefrina y con modificaciones en la presión
arterial en respuesta a los estresores y a mayores cambios en los
parámetros de la voz cuando se habla en condiciones de stress
cognoscitivo leve. Asimismo, se han estudiado las respuestas dife-
renciales en función del tipo de vínculo específico, y se ha encon-
trado, por ejemplo, una asociación entre la elevación del cortisol,
la timidez y el vínculo inseguro, pero no así en presencia de un
vínculo seguro (Nachmias, 1996).
Genética, temperamento y neurotransmisores
Los estudios de tipo longitudinal realizados en gemelos
monozigóticos (Robinson y cols., 1992) han permitido identificar
la heredabilidad del temperamento de inhibición conductual bajo
modelos de contribución genética no lineal, y sugieren que hay
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activación y desactivación en las diferentes etapas del desarrollo
(Cherny, 1994; Plomin, 1993).
Por otro lado, el dato concerniente a la existencia de una asocia-
ción entre el rasgo del temperamento denominado búsqueda de lo
novedoso (novelty seeking), y un gen para el receptor de la dopamina
(DrD4), publicado en 1996 en Nature Genetics (Cloninger y cols,
1996), marcó un hito en la investigación del temperamento. La
teoría postula que los individuos con el gen alelo (DrD4) presen-
tan deficiencia de dopamina y buscan experiencias novedosas para
incrementar la liberación de dicha sustancia.
Hacia la convergencia de modelos y teorías
El reconocimiento de que los rasgos mayores de la personalidad
representan dimensiones psicobiológicas del temperamento
(Eysenck, 1992, 1997; Tellegen, 1985; Watson y Clark, 1993) sin
duda, permitirá la convergencia de modelos y teorías, que básica-
mente admitirían que:
1. El componente genético de la mayor parte de los rasgos de
personalidad, es decir, subyacente a las descripciones fenotípicas,
ofrece una explicación genética de la conducta.
2. Las dimensiones mayores de la personalidad estudiadas en
adultos (neuroticismo y extraversión) están asociadas con la
experiencia afectiva y apoyan las bases neurobiológicas del afecto
y de la emoción, como base del temperamento.
3. Después de décadas de estudio los investigadores concuerdan
en que existe una taxonomía fenotípica de los rasgos de la per-
sonalidad.
4. La investigación de la personalidad en adultos ha llevado a los
psiquiatras a evaluar cada vez más a la población pediátrica, y a
aplicar los modelos longitudinales en niños, lo que permitirá a
los investigadores desarrollar una teoría del temperamento y de
la personalidad a lo largo del desarrollo del individuo.
Los modelos más recientes del estudio del temperamento como
el del “Big Three”, son estudios que parten de las teorías de Eynseck.
A su vez, Tellegen, Watson y Clark han desarrollado sus propios
modelos del Big Three y Cloninger (1987), a partir de un modelo
psicobiológico de tres dimensiones genéticamente independientes
(búsqueda de lo novedoso, evitación del daño y dependencia a la
recompensa) ha agregado a estas, recientemente, una cuarta
dimensión (la persistencia).
Psicopatología y temperamento
Quizá el reto mayor respecto a la utilidad del estudio del tempe-
ramento sea el de establecer cuál es la contribución que hacia las
respuestas adaptativas o maladaptativas tienen los diferentes per-
files. Hay controversia respecto a si algunas conductas represen-
tan rasgos temperamentales que constituyen factores de riesgo o si
se trata de características propias del trastorno (Graham y
Stevenson, 1987).
Dado que la tendencia creciente es la de considerar la
psicopatología bajo la perspectiva tanto de factores de riesgo como
de protección, se señalan las siguientes asociaciones:
Temperamento difícil y trastornos de conducta (Thomas y cols,
1968), inhibición conductual y trastornos de ansiedad (Biederman,
1993), Factor de extraversión y problemas de alcoholismo
(Wennberg, 2002), desinhibición conductual y trastornos de con-
ducta externalizados y déficit de atención (Hirshfeld-Becker y
cols, 2002) y búsqueda de lo novedoso y abuso de sustancias
(Rose, 1995).
Respecto a la protección, Werner y Garmezy (1989) han seña-
lado el valor de la actividad y de la sociabilidad en los niños
resilientes.
Palabras clave: Temperamento, historia, carácter, personalidad,
genética, adquirido, neurotransmisores, receptores.
HISTORIA
El concepto de temperamento data de la antigüedad
y su etimología deriva del latín temperamentum:
mezcla.
Hipócrates en el siglo V a.C. describió las siguientes
categorías: el tipo sanguíneo o alegre, que reflejaba
un exceso de sangre; el melancólico, que tenía un ex-
ceso de bilis negra; el colérico y violento caracterizado
por un aumento de bilis amarilla, y el flemático, pasivo
o calmado, al que se le atribuyó un exceso de flema
(De la Fuente, 1983).
Los griegos y los romanos en el siglo V a.C. creían
que el balance entre los cuatro humores bilis ama-
rilla, bilis negra, sangre y flema creaban una opo-
sición a dos cualidades complementarias universales:
calor vs. frialdad, y sequedad vs. humedad (Siegel,
1968).
Estas cualidades se relacionaban con los cuatro ele-
mentos fundamentales presentes en el mundo: fuego,
aire, tierra y agua. Los griegos asumían, sin dar una
detallada apreciación de la genética o de la fisiología,
que el equilibrio entre dichas cualidades producía
un estado armónico interno que incluía al raciocinio,
la emotividad y la conducta. Los niños eran impulsivos
e irracionales debido a que nacían con un exceso de
humedad. Galeno propuso que la predominancia de
uno de los humores daba por resultado un tipo
emocional o temperamental que formaba el núcleo
de los cuatro tipos de personalidad. Asimismo,
retomó estas ideas, a las que añadió el humoralismo
de Hipócrates, y definió nueve tipos de temperamen-
to que se derivaban de los humores antes descritos.
La personalidad ideal poseía el adecuado equilibrio
entre las características complementarias de calor-
frialdad, y sequedad-humedad. En los tipos restantes,
menos ideales, dos cualidades pares dominaban al
otro par complementario. Por ejemplo la sequedad-
humedad dominaba a la frialdad-calidez. Estas eran
las categorías temperamentales a las que Galeno
denominó temperamento melancólico, sanguíneo,
colérico y flemático. Cada uno era el resultado de la
falta o el exceso de alguno de los humores corporales
que daban como resultado un desequilibrio de las
cualidades. El melancólico era frío y seco debido a
un exceso de bilis negra, el sanguíneo cálido y húmedo
debido a un exceso de sangre, el colérico cálido y
seco debido a un exceso de bilis amarilla. El flemático
era frío y húmedo debido a un exceso de flema.
Galeno también señaló la influencia que tenían los
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factores externos, especialmente el clima y la dieta:
el cuerpo se hacía más cálido y húmedo en primavera,
por lo tanto las personas se volvían más sanguíneas.
Cuando el cuerpo se volvía más frío y seco en el oto-
ño, predominaba en el individuo un afecto melancó-
lico. Creía que que las diferencias de clima y dieta
influían en las características temperamentales indi-
viduales (Kagan, 1998).
La teoría humoral de Galeno es precursora del con-
cepto moderno de los neurotransmisores (Bond,
2001) y no difiere mucho de las afirmaciones con-
temporáneas respecto a que en el cerebro de los
esquizofrénicos hay un exceso de dopamina, mientras
que en el de los depresivos hay insuficiencia de
serotonina. Tampoco es muy distinta del concepto
sobre las oscilaciones estacionales descritas en el
trastorno bipolar ni del de la depresión invernal que
aqueja a los que viven en países donde esta estación
es muy prolongada.
Dos aspectos del enfoque clásico permanecen vi-
gentes en las teorías actuales sobre el temperamento:
1. El hecho de que hay aspectos biológicos y here-
ditarios que subyacen a las características del tempe-
ramento.
2. Que las emociones son el núcleo y que definen
las características del temperamento.
CARÁCTER Y TEMPERAMENTO
El concepto de carácter se deriva del griego character
término que designa un instrumento grabador y de-
nota la naturaleza psicológica de la persona o su marca.
Aunque el concepto es heterogéneo, frecuentemente
se emplea para designar rasgos de la personalidad
que son moldeados por los procesos del desarrollo y
las experiencias de la vida (De la Fuente, 1983). Por
otro lado el temperamento se refiere a las disposiciones
psicológicas innatas que configuran el núcleo de la
personalidad (Clark, Watson, 1999).
El uso ambiguo de los términos usados para des-
cribir el significado de la palabra temperamento,
generó un caos epistemológico que en 1943 alcanzó
la cifra de 4,500 definiciones de rasgos, y que Cattell
redujo a 35 variables que también otros autores han
investigado (Goldberg, 1981). Allport, en 1927,
intentó definir los términos de “actitud”, “disposi-
ción”, “factor” y “rasgo”. Actualmente todavía se les
emplea ambiguamente igual que a los conceptos de
“dimensión”, “dominio” y “categoría”.
Estos términos son usados como sinónimos pero
en el pasado fueron objeto de grandes controversias.
Tal es el caso del artículo de Titchener (1895) respecto
a la teoría del “tipo” como una reacción simple, en el
que diserta sobre las diferencias entre tipo y “dispo-
sición psicológica” y “actitud”.
Thorndike (1914) destacó las cualidades del rasgo
temperamental como las de una reacción no focal,
específica y singular.
Symonds (1927) introdujo el término de confactor
para designar la conducta constante de respuesta a
elementos comunes en situaciones diferentes.
Perrin y Klein (1926) definen los rasgos como res-
puestas condicionadas a ciertos estímulos. En este
sentido los rasgos se comportan como hábitos con
un significado social. No todos los autores están de
acuerdo con las definiciones anteriores.
Kelley (1926) sostiene que la astucia y el interés
social están relacionados y representan aspectos dife-
rentes de un mismo rasgo. Apunta la idea de la exis-
tencia de una jerarquización de rasgos. Este autor
habla de la agregación de rasgos como super-rasgos o
rasgos-tipo. Catell (1950) dividió los rasgos en dos
tipos principales: de superficie (menos importantes
para la personalidad) y rasgos-base, más importantes
pues constituyen la fuente original para múltiples
respuestas conductuales.
Allport (1927) finaliza con la siguiente definición
de rasgo:
Es una tendencia dinámica de conducta que resulta
de la integración de numerosos hábitos específicos de ajuste
que expresan un modo característico de reacción de los
individuos a los estímulos del medio ambiente.
El rasgo es la unidad de la personalidad y tiene diver-
sas jerarquías y niveles. La personalidad se refiere a la
organización de los rasgos temperamentales.
Respecto al temperamento, en 1937, su definición
fue la siguiente:
El temperamento se refiere a los fenómenos caracterís-
ticos de la naturaleza de un individuo, que incluyen la
susceptibilidad a la estimulación emocional, la fuerza y
la velocidad de la respuesta, la cualidad del humor
prevaleciente y todas aquellas cualidades de la fluctuación
e intensidad del afecto; estos fenómenos son constitucio-
nales y por lo tanto de origen hereditario.
A continuación se revisarán las diferentes teorías
sobre el temperamento y la personalidad; algunas se
basan en el estudio de las variables únicas de rasgos,
mientras que otras (centradas en la persona), en el
estudio de la configuración de múltiples variables.
El debate acerca de los distintos modelos para es-
tudiar rasgos/ tipos, dimensiones/categorías de per-
sonalidad, no debe interferir con la visión más
coherente y holística de que los diferentes enfoques
son complementarios.
En 1953, el psicólogo británico Hans Eysenck pos-
tuló la existencia de varios tipos temperamentales a
partir de la conjunción de dos dimensiones:
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extraversión–introversión y de la estabilidad y
labilidad de las emociones. Las combinaciones de
estos rasgos resultan en tipos de personalidad normal
o patológica. Jan Strelau y sus colaboradores (1983),
consideraron la “reactividad” como rasgo primario
del temperamento y la clasificaron según las diferen-
cias individuales, tanto de grado como de intensidad
(magnitud o amplitud) de la expresión.
Tanto Eysenck como Strelau, derivaron sus mode-
los de la teoría de Pavlov acerca de las propiedades
del sistema nervioso central (SNC). Strelau, poco co-
nocido dentro de la escuela norteamericana, desarrolló
un modelo animal que sin embargo influyó en los
trabajos europeos. La noción general de ambas teorías
(las de Eynseck y Strelau) consiste en que las
diferencias individuales en las propiedades del SNC
(fuerza de la excitación, despertar, cualidad e
intensidad del afecto) influyen en la personalidad.
Los rasgos temperamentales descritos por estos au-
tores se conceptualizan como características afectivas
que se determinan genéticamente y que permanecen
estables desde los primeros años de la vida. Esta opi-
nión refleja la teoría de los griegos de hace 2,500
años.
ESTUDIOS DEL TEMPERAMENTO EN LOS NIÑOS
Estos estudios parten del concepto de que cada indi-
viduo nace con un patrón específico de respuesta
conductual. Los rasgos temperamentales se pueden
ver estimulados o inhibidos por factores externos
como las interacciones, tanto familiares como cultura-
les, ambientales y sociales.
Los estudios de seguimiento muestran que el tem-
peramento permanece casi igual hasta que los niños
cumplen 5 años y medio y que, posteriormente, el
ambiente comienza a influir y a modelar dichos rasgos
con mayor fuerza.
En 1968, Alexander Thomas, Stella Chess y Birch,
revolucionaron los enfoques sobre el temperamento
del niño y resaltaron su capacidad de influir en su
medio. Contrastaron esta perspectiva con modelos
que tradicionalmente consideraban al niño como
receptor pasivo de influencias externas, o de modelos
causales de tipo unilineal y unidireccional.
Los autores recién mencionados son pioneros en la
investigación del temperamento, principalmente en
niños. Lo definieron como el componente estilístico
de la conducta (cómo), diferenciado de la motivación
(porqué) y del contenido de la conducta (qué). El
temperamento está constituido por aquellos atributos
psicológicos que no son secundarios o derivados de
otras características como podrían ser la cognición,
el despertar, la motivación y la emotividad, y siempre
hay que diferenciarlo de las motivaciones, de las capa-
cidades y de la personalidad. La energía, la persisten-
cia y la intensidad son elementos del temperamento.
Catell (1950), Guilford (1959) y Goldsmith (1987)
influyeron en los trabajos de Thomas y Chess, quienes
establecieron nueve categorías del temperamento que
son las siguientes:
1. Nivel de actividad: el componente motor presen-
te en el funcionamiento de un niño, dado por la
proporción de actividades diurnas y periodos in-
activos.
2. Regularidad rítmica: la predictibilidad o la falta
de ésta en el tiempo de cualquier función. Se
puede analizar con relación al ciclo de sueño y
vigilia, al hambre, al patrón de alimentación o al
esquema de eliminación.
3. Aproximación o aislamiento (retirada): la natu-
raleza de la reacción inicial ante cualquier nuevo
estímulo, ya sea que se trate de un alimento, un
juguete, o una persona. Las respuestas de
aproximación son positivas, tanto si contienen
expresiones afectivas (sonrisas, verbalizaciones),
como si pertenecen a la actividad motriz (deglutir
un nuevo alimento, alcanzar un nuevo juguete).
Las reacciones de aislamiento son negativas, ya
sea que se acompañen de reacciones afectivas
(como llanto, muecas, gestos) o si se expresan al
rechazar el juguete o el alimento.
4. Adaptabilidad: respuestas a situaciones nuevas o
alteradas. La naturaleza de las respuestas iniciales
no es motivo de preocupación sino la facilidad
con la que son redirigidas o modificadas hacia una
dirección deseada.
5. Umbral de respuesta: el nivel de intensidad de la
estimulación necesario para evocar una respuesta
discernible, independientemente de la forma es-
pecífica que la respuesta pueda tomar o de la
modalidad sensorial afectada. Las conductas usadas
son aquéllas concernientes a las reacciones a los
estímulos sensoriales, los objetos ambientales y
los contactos sociales.
6. Intensidad de la reacción: el nivel de energía de la
respuesta, independientemente de su cualidad o
dirección.
7. Cualidad del humor: la cantidad del afecto pla-
centero, feliz y amistoso, en contraste con la
conducta displacentera, poco amistosa o poco feliz.
8. Distractibilidad: la efectividad de los estímulos
ambientales extraños, que interfieren o alteran la
dirección de la conducta iniciada (ongoing).
9. Persistencia y capacidad de atención: Estas dos
categorías están relacionadas. La capacidad de
atención concierne a la cantidad del tiempo en
Salud Mental, Vol. 26, No. 3, junio 2003 21
que una actividad particular es mantenida o
seguida por el niño.
La persistencia se refiere a la capacidad de mantener
una actividad a pesar de los obstáculos para llevarla a
término.
El análisis cuantitativo les permitió formular tres
constelaciones además del resultado de la combinación
de las categorías individuales que tienen un significado
funcional. Son las que se describen a continuación:
A. Temperamento fácil: es la combinación de la re-
gularidad biológica, de las tendencias de acerca-
miento a lo nuevo, de la adaptabilidad rápida al
cambio, y de un afecto predominantemente
positivo de intensidad leve o moderada. Este gru-
po constituye 40% de la población estudiada.
B. Temperamento difícil: es lo opuesto del tempe-
ramento fácil, principalmente en cuanto a la irre-
gularidad biológica. Hay tendencias de aislamien-
to hacia lo nuevo, lenta adaptación al cambio y
frecuentes e intensas expresiones negativas. Se
presenta en 10% de la población estudiada.
C. Temperamento de adaptación lenta (slow to warm
up): incluye tendencias de aislamiento hacia lo
nuevo, lenta adaptación al cambio y frecuentes
respuestas negativas de leve intensidad. Estas per-
sonas a menudo son consideradas como tímidas.
Comprenden 15% de la población (S Chess, A.
Thomas, 1991).
La aportación más importante de estos autores fue
el hecho de introducir el concepto del niño como
persona activa. Este concepto fue insinuado por otros
autores en disciplinas distintas a la paidopsiquiatría;
tal es el caso de Rousseau quien en su libro "Emile",
escrito en 1762, concibió al niño como una persona
separada que, activamente, es capaz de descubrir el
mundo. Piaget también concibió al niño como un
ser capaz de contribuir al conocimiento de la realidad
por medio de sus funciones cognoscitivas.
TEORÍAS DEL TEMPERAMENTO POR RASGOS
Muchas teorías acerca del temperamento son un en-
foque de los rasgos y asumen que las cualidades tem-
peramentales pueden calificarse a lo largo de dimen-
siones continuas en los individuos. David Buss y
Robert Plomin (1987) reafirmaron que el tempera-
mento es heredable; es un conjunto de rasgos de
personalidad estables, es decir, genéticamente influi-
dos, que aparecen en la infancia durante el primer
año de vida y que permanecen relativamente estables
a través del tiempo. Consideran que los rasgos como
la emotividad del niño, la actividad y la sociabilidad
son dimensiones fundamentales del temperamento.
Han sugerido que los niños calificados en los extremos
de estas dimensiones, pueden ser cualitativamente
diferentes de aquéllos que están en la media.
Las emociones básicas son el núcleo de la teoría de
Goldsmith (Goldsmith, Campos, 1987; Goldsmith
H, Campos J, 1990), quien define al temperamento
como el conjunto de diferencias individuales en la
expresión de las emociones básicas primarias. Estas
constituyen la serie de procesos que modulan un perfil
emocional. Los autores recién citados señalaron las
características temporales y la intensidad, como
cualidades principales del temperamento.
Mary Rothbart (1988, 1989) enfatizó que la auto-
rregulación y la reactividad son características prin-
cipales y que constituyen elementos centrales para
organizar el temperamento. Describió las respuestas
biológicas de reactividad y los diversos procesos de
modulación del Self. Define la reactividad como las
respuestas conductuales de excitabilidad y del des-
pertar (arousability) que son endocrinas y propias del
sistema nervioso central y autónomo. Los signos de
reactividad incluyen respuestas de conducta motriz
y respuestas fisiológicas. La autorregulación se refiere
a los procesos que modulan (facilitan o inhiben) la
reactividad e incluyen la atención, el acercamiento o
retirada, el ataque o inhibición, y la capacidad para
auto calmarse. Estos procesos pueden observarse en
las conductas del niño, tales como el sonreír, el
disgusto ante las restricciones, el miedo, el nivel de
actividad, la tranquilidad y la duración en la
orientación. Asimismo, en 1981, dicha autora ya
había desarrollado el cuestionario de conducta del
niño que es uno de los instrumentos más usados para
valorar su temperamento.
TEORÍAS DEL TEMPERAMENTO POR PERFILES
Otra manera de conceptuar el temperamento es me-
diante la diferenciación entre las personas por perfiles
de comportamiento. Aun cuando dichas conductas
puedan calificarse en escalas continuas, las combina-
ciones pueden crear categorías temperamentales del
niño. Una analogía con este tipo de teoría podría ser
la medición de hormonas sexuales en la sangre, que
al combinarse pueden dar dos tipos de categorías de
menores: niño y niña.
Kagan y cols. (1987) son autores del concepto de
inhibición conductual o timidez, perfil que es mo-
deradamente estable y representativo de 20% de los
niños estudiados, con manifestación incipiente
después de los 18 meses.
Salud Mental, Vol. 26, No. 3, junio 200322
Estos autores estudiaron dos tipos de niños, desde
la infancia temprana hasta la adolescencia, y señalaron
que sus perfiles pueden predecir la conducta emer-
gente en edades posteriores. A edades tempranas los
niños inhibidos se apegan a sus madres y lloran
cuando se ven confrontados a situaciones extrañas o
a individuos desconocidos. Estos niños parecen
tímidos y penosos. Los niños desinhibidos se
aproximan a los sucesos y las personas sin miedo y
sin dudas. Parecen sociables y no manifiestan sentir
miedo. Las observaciones de estos niños realizadas a
lo largo del tiempo indican que este tipo de perfiles
tiende a ser continuo, aunque desplieguen tendencias
que varían según el nivel de desarrollo de cada uno.
Los perfiles de comportamiento en estos niños se
asocian con perfiles fisiológicos que involucran sitios del
cerebro y del sistema nervioso central que contribuyen
al miedo y a las reacciones de alarma o del despertar.
Los niños inhibidos, en contraste con los desinhibi-
dos, tienen frecuencias cardiacas estables, y altos ni-
veles de las hormonas relacionadas con el estrés como
el cortisol y la noreprinefrina, así como modificacio-
nes en la presión arterial en respuesta a estresores, y
mayores cambios en los parámetros de la voz cuando
hablan en condiciones de estrés cognoscitivo leve
(Snidman N., 1995). Los estudios de cortisol en la
saliva muestran resultados contradictorios; algunos
estudios (Kagan y cols., 1987) muestran altos niveles
de cortisol en casa y en el laboratorio entre los niños
con inhibición conductual. Otros autores han mos-
trado niveles elevados en niños desinhibidos (Tennes
y Kreye, 1985).
Estos resultados conflictivos pueden explicarse por
la relación entre el vínculo y el temperamento de
inhibición conductual. Los niños con inhibición
conductual y vínculos inseguros con los padres mos-
traron cortisol elevado mientras que los niños
inhibidos conducidos por padres con los que tenían
un vínculo seguro no presentaron esta elevación en
el cortisol (Nachmias, 1996).
Estas diferencias dan sustento al hecho de que exis-
ten contribuciones biológicas para los estilos tempe-
ramentales y también destaca la importancia de
estudiar el vínculo como un factor íntimamente
asociado al temperamento.
Se han realizado estudios muy interesantes para
calcular el tono vagal a partir del análisis de la varia-
bilidad de la frecuencia cardiaca. Se piensa que el
tono vagal refleja el nivel de entrada (input), del
sistema nervioso parasimpático al corazón (Porges,
1992), que se puede medir mientras el niño realiza
una serie de tareas, y que provee información respecto
de la regulación del sistema nervioso autónomo. Los
niños pequeños con inhibición conductual han
mostrado frecuencias cardiacas con menor variación
que los niños extremadamente desinhibidos o los
controles no inhibidos, lo que sugiere posibles
diferencias en la regulación neural entre los grupos
(Kagan, Snidman, 1991; Porges, 1992).
TEMPERAMENTO Y MEDIO AMBIENTE
Algunos autores han señalado la importancia de es-
tudiar los factores ambientales y el temperamento.
Chess y Thomas formularon el concepto interaccio-
nista de goodness to fit antes mencionado y usaron los
términos de matches (buena adaptación), y de
mismatches (mala adaptación) entre la persona y el
medio ambiente. En cierto sentido este es un concepto
evolutivo nacido de la teoría darwiniana que postula
que aquellos organismos con características más
adaptativas al medio ambiente (goodness to fit) tienen
una mayor posibilidad de sobrevivir. Sin embargo,
hay muchos modos en que el organismo puede lograr
una interacción adaptativa, es decir no hay una forma
fija o “correcta” para esta interacción. Así, hay algunos
estudios acerca de la relación de estos dos factores.
Los niños que han sido objeto de maltrato muestran
potenciales P300 cognoscitivos cuando se les pide
detectar una cara enojada en contraste con una cara
sonriente; los niños que no han sufrido abuso no
muestran esta respuesta (Pollack y cols., 1997).
Es necesario en el futuro, desarrollar instrumentos
que midan eficazmente la interrelación del medio am-
biente con el temperamento.
GENÉTICA Y TEMPERAMENTO
Otra importante área de investigación es la de los
estudios en genética. En ausencia de un gen específico
identificable que controle la inhibición conductual,
el grado de concordancia en los patrones de conducta
de los gemelos monocigotos comparados con los
dicigotos, es interesante. Un estudio longitudinal de
gemelos mostró que el puntaje de inhibición en esta
muestra fue poco estable a lo largo de 12 a 24 meses.
Los puntajes de inhibición en estas edades fueron
mayores para las niñas que para los varones (Robinson
y cols., 1992).
El patrón de inhibición conductual fue determina-
do genéticamente en todas las edades que se estudiaron.
Aunque estos puntajes se modifican después de 10
meses de evaluación, este cambio se debe principal-
mente a los factores genéticos más que a los ambienta-
les (Plomin y cols., 1993). Es claro que los genes ope-
ran activándose y desactivándose en diferentes etapas
Salud Mental, Vol. 26, No. 3, junio 2003 23
del desarrollo, lo que sugiere que los modelos lineales
de contribución genética son poco probables (Cherny
y cols., 1994; Plomin y cols., 1993). A esta circuns-
tancia se le atribuyen también las fluctuaciones de los
diferentes factores del temperamento cuando se miden
a lo largo del desarrollo. Algunos estudios recientes
han documentado la relación entre la inhibición
conductual y los trastornos de ansiedad. Existe cierta
evidencia de que algunos niños, hijos de padres con
ataques de pánico con agorafobia, tienen puntajes
elevados de inhibición conductual en la infancia
temprana en comparación con el grupo control
(Rosenbaum, 1988). La noción de que el temperamen-
to es heredable está presente desde las primeras
definiciones. El primer informe sobre la presencia de
una asociación entre el rasgo del temperamento:
"búsqueda de lo novedoso", y un gen para el receptor
de la dopamina (DrD4), se publicó en Nature Genetics
(Cloninger, Adolfsson, Svrakic, 1996). La teoría señala
que los individuos con el gen alelo (DrD4) presentan
deficiencia de dopamina y buscan experiencias
novedosas para incrementar la liberación de esta
sustancia (Cloninger, Svrakic, Przybeck, 1993).
CONVERGENCIA DE LAS TEORÍAS DEL TEMPERAMENTO
Un elemento cardinal para la resolución del debate
ha sido el reconocimiento de que los rasgos mayores
de la personalidad representan dimensiones
psicobiológicas del temperamento (Eysenck, 1992,
1997; Tellegen, 1985; Watson y Clark, 1993).
Así, en estos estudios se reflejan tres factores prin-
cipalmente:
1. La mayor parte de los rasgos de la personalidad
tiene un componente genético, es decir subyacente
a las descripciones fenotípicas; por lo tanto hay
una explicación genética de la conducta.
2. Las dimensiones mayores de la personalidad es-
pecialmente el neuroticismo y la extraversión han
sido intensamente asociadas con las diferencias
individuales en la experiencia afectiva. Esto
confirma las bases neurobiológicas del afecto y de
la emoción y por lo tanto, la base emocional del
temperamento.
3. Después de décadas de estudio los investigadores
concuerdan en que existe una taxonomía fenotípica
de rasgos de personalidad.
MODELOS ESTRUCTURALES DEL TEMPERAMENTO
El “Big Three” como marco teórico estructural Este
modelo tiene como base las teorías de Eysenck; en el
ápex de jerarquía se encuentran los dos principales
rasgos, el neuroticismo y la extraversión, que com-
prenden los modelos llamados super factores. En el
siguiente nivel de jerarquía, se aprecian amplias di-
mensiones que pueden descomponerse en distintos
rasgos que se correlacionan: por ejemplo la extraver-
sión puede subdividirse en asertividad (en el sentido
de la empatía), sentido de adaptabilidad, alegría y
energía. Estos factores a su vez, se pueden descomponer
más aún, en constructos más específicos que incluyen
rasgos más delimitados, como la verborrea y los há-
bitos conductuales.
Todos estos factores deben conceptualizarse de ma-
nera más integral. Sin embargo ha sido más fácil es-
tudiar la base genética de la extroversión y del
neuroticismo, que otros factores de jerarquías más
bajas. En este modelo los super factores son los orga-
nizadores básicos del marco teórico, pero al
estudiarlos también se analizan los datos de los
factores de menor jerarquía. Este modelo generó la
necesidad de diseñar un instrumento que se llamó
de los Tres Grandes (Big Three) es decir, de los tres
super factores designados como: 1. Neuroticismo/
Emotividad Negativa (N/EN), 2. Extraversión/
Emotividad Positiva (E/EP) y 3. Desinhibición y
Constricción (DvC).
Otros autores han desarrollado sus propios mode-
los del Big three, como Tellegen (1985) y Watson y
Clark (1993).
Cloninger (1987) formuló un modelo psicobio-
lógico de tres dimensiones que son genéticamente
independientes y que presentan los siguientes rasgos:
1) búsqueda de lo novedoso (NS) o la tendencia
hereditaria hacia la búsqueda de excitación e interés
por los estímulos novedosos. Este rasgo está mediado
por la dopamina que actúa en el sistema de activación
conductual, que a su vez se asocia con un patrón de
respuesta fisiológica del despertar, aumentando la fre-
cuencia cardiaca y disminuyendo el umbral de sen-
sación. 2) Evitación del daño (harm avoidance) (HA)
es la tendencia hereditaria a responder intensamente
a señales de estímulos adversos estimulando el sistema
de inhibición conductual, probablemente a través
de la serotonina; ejerce una influencia moduladora
sobre la respuesta de búsqueda de lo novedoso (NS).
3) Dependencia a la recompensa (reward dependence)
(RD) es la tendencia a responder intensamente a
estímulos o señales de recompensa y a mantener la
conducta previamente asociada con la recompensa,
esta respuesta está mediada por la noradrenalina en
el sistema de mantenimiento o persistencia
conductual (Behavioural maintenance). Más tarde
agregó otro rasgo que nombró persistencia, lo que
dio como resultado 4 factores del temperamento. Una
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revisión posterior del modelo (Cloninger, 1993) le
permitió formular tres factores del carácter: 1) Self
Directedeness (SD), que es la habilidad de regular la
conducta y de comprometerse con las metas elegidas,
2) Cooperatividad (C), que es la capacidad de
identificarse y aceptar a los demás. Estos dos factores
SD y C tienen 5 rasgos. Por último, 3) Self
trascendensce que representa la capacidad de identifi-
carse como parte integral del universo. Diseñó
asimismo en 1967 el Cuestionario de Personalidad
Tridimensional (TPQ). En unión con Svrakic y cols.
(1993), documentó que las bajas calificaciones en
SD y C predicen riesgos de trastornos de personali-
dad, por lo que este instrumento representa un
método alternativo y económico para establecer la
presencia o la ausencia de trastornos de la personali-
dad. Después, diseñó el Junior TCI para adolescentes,
y recientemente un cuestionario adaptado para
preescolares (Constantino JN, Cloninger CR, 2002).
Posteriormente Costa y McCrae (1992) desarro-
llaron el modelo The Big Five y el cuestionario para
medirlo, denominado NEO Personality Inventory
(NEO-PI), con el que se demostró una alta correlación
entre las repuestas del auto informe con las del
observador (Bagby, 1998).
Este modelo consta de 5 super factores:
1)Neuroticismo y Estabilidad emocional, 2)Extra-
versión, 3)Compulsividad/confiabilidad, 4) Cooperativi-
dad y Antagonismo, 5) Apertura a las experiencias
(Block,1995; Digman, 1990; Goldberg, 1993; John,
1990). Hay evidencia de que los 5 factores tienen
un sustento biológico derivado de los estudios
genéticos (Costa y McCrae, 1992; Jang y cols.,
1996); y de que también los rasgos de jerarquías más
bajas tienen su propia base genética (Jang y cols.,
1998).
Esta estructura ha demostrado ser muy sólida en
los análisis realizados en niños y en adultos de diversas
culturas (Ahadi, 1993; Jang y cols., 1998; McCrae,
1997).
Finalmente, es importante señalar que algunos es-
tudios realizados en diversas partes del mundo han
hallado diferencias entre el temperamento y los
niveles de actividad y socialización, así como en las
reacciones hacia lo extraño y poco familiar, en la
interacción madre-hijo, y en el desempeño escolar.
Asimismo han encontrado ciertas diferencias
culturales (Caudill y Weinstein, 1969).
PSICOPATOLOGÍA Y TEMPERAMENTO
Probablemente la mayor utilidad del estudio del tem-
peramento sea el establecer qué contribución aportan
los diferentes perfiles descritos, al área de la
psicopatología. Sin embargo, numerosos paidopsi-
quiatras han cuestionado el concepto del tempera-
mento como factor de riesgo, sugiriendo que estos
perfiles representan características del trastorno
(Graham y Stevenson, 1987).
Los estudios de seguimiento de los niños con tem-
peramento difícil muestran que para los 9 años de
edad 70% de estos niños desarrolla un trastorno de
conducta (Thomas y cols., 1968). Sin embargo otros
autores han cuestionado el temperamento difícil
como factor de riesgo en el medio rural, cuyas
consecuencias son distintas debido a la mayor
flexibilidad en los horarios y a las pocas situaciones
novedosas que requieren de habilidades especiales de
adaptación (Malhotra S, 1989).
Algunos estudios recientes han documentado la re-
lación entre la inhibición conductual y los trastornos
de ansiedad. Existe cierta evidencia de que algunos
niños hijos de padres con ataques de pánico con ago-
rafobia, presentan puntajes elevados de inhibición
conductual en la infancia temprana en comparación
con el grupo control (Rosenbaum, 1988). Estudios
de seguimiento en niños en edad escolar identificados
como inhibidos conductualmente, muestran que tie-
nen una elevada incidencia de trastornos psiquiátricos,
incluyendo trastornos de ansiedad, al compararlos
con el grupo control no inhibido (Biederman y cols.,
1993).
Otros autores han encontrado correlación entre el
factor de Extraversión y los problemas de alcoholismo
(Wennberg P, 2002).
Recientemente se ha demostrado que los niños con
desinhibición conductual tienen altas tasas de pre-
valencia de problemas de conducta externalizadores,
de trastornos afectivos y de trastorno por déficit de la
atención. Estos resultados sugieren que la desinhibi-
ción puede ser un precursor temperamental para el
desarrollo de algunos problemas de conducta espe-
cialmente el trastorno por déficit de atención
(Hirshfeld-Becker DR, Biederman J, 2002). La
asociación de un gen para el receptor de dopamina
con el rasgo "búsqueda de lo novedoso" y el abuso de
sustancias también han sido documentadas (Rose,
1995).
En resumen, el concepto moderno del tempera-
mento se deriva del concepto ancestral de los griegos.
Ha demostrado ser de gran valor heurístico y es muy
probable que en el futuro se cuente con más estudios
que correlacionen los datos biológicos y genéticos,
con los rasgos temperamentales.
Salud Mental, Vol. 26, No. 3, junio 2003 25
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... En línea con lo anterior, se hallaron también correlaciones significativas entre niveles de metabolitos de la serotonina y SCON, Vista y CF+C>C (Lundbäck et al., 2006), pero no con DEPI ni CDI. Son varias las teorías o modelos psicobiológicos de la personalidad que postulan la relación entre serotonina, ansiedad y depresión (Albores-Gallo, Márquez-Caraveo, & Estañol, 2003), y dicha relación está ampliamente documentada (Gjerris et al., 1987;Mann, 2003). Es necesaria más investigación en esta área para poder lograr un acercamiento más adecuado a la temática, y poder mejorar también la metodología aplicada al Rorschach a futuro. ...
Article
This paper presents a systematic literature review on the Rorschach test and the psychobiology of personality. Rorschach remains one of the worldwide reference psychological tests, about to be a hundred hears since its inception. Moreover, in recent years there are processes of deep transformation in models, theories, diagnostic criteria and types of interventions in clinical psychology and psychiatry. In this process neurosciences occupy a central role. It is therefore essential to assess relevance and validity of the Rorschach in that new landscape. After analyzing concerning literature, there are findings that claim that relevance and validity, but even more questions and research trends to explore.
Thesis
Full-text available
El objetivo de esta investigación es analizar la relación entre las dimensiones de la personalidad y los estilos de conducción en los conductores de la provincia de Tungurahua. En cuanto a la metodología, se emplea un paradigma post-- positivista, diseño no experimental, enfoque cuantitativo, alcance descriptivo y correlacional, con corte transversal. Con respecto a los instrumentos, se utilizó: ficha sociodemográfica, el Inventario Multidimensional de Estilo de Conducción (Gonzáles, 2017), para evaluar estilos de conducción y el Cuestionario de Personalidad Big- Five (Bermúdez, 2007), para evaluar las dimensiones de la personalidad. Los participantes fueron 113 estudiantes de la escuela de conducción privada de la provincia de Tungurahua, que aspiran a la licencia de conducción tipo B. Los resultados indican que el estilo más presente en la población fue el estilo prudente de conducción y el menos presente fue el estilo agresivo de conducción. Con relación a las dimensiones de personalidad; la dimensión de Energía y Afabilidad estuvieron dentro del promedio y la dimensión Tesón por encima del promedio, en un rango superior. Por último, los resultados mostraron diversas correlaciones positivas entre el estilo prudente de conducción y la dimensión tesón, entre el estilo ansioso de conducción y la dimensión de apertura a la experiencia, a su vez, correlaciones negativas entre el estilo agresivo de conducción y la dimensión de afabilidad.
Article
Child temperament has proved a useful predictor of personal fit, academic performance and social integration. A study of the temperament was made with 68 participants in an Early Stimulation Program for Babies at Risk. Half of the mothers received information and advice about their child's temperament. The trait "Level of Activity" interacted with the Development Quotient (p=.026). The agreement between mother and an external observer was low (kappa
Article
En la presente investigación se revisa el modelo psicobiológico de personalidad propuesto por C R Cloninger y se lo aplica al estudio y comparación de un grupo de pacientes con diagnóstico de Trastorno Bipolar en eutimia, divididos en subgrupo Bipolar I y subgrupo Bipolar II, versus un grupo equivalente de controles sanos sin diagnóstico psiquiátrico (véanse más adelante los criterios de inclusión y exclusión). Luego de analizar los datos con diversas técnicas estadísticas, se encontró que los subgrupos de pacientes presentaron disminución en valores correspondientes al ítem Dependencia de la Recompensa (RD) de la dimensión del temperamento y de las variables del carácter correspondientes a Autodirección y Cooperatividad en comparación con los controles. Un segundo análisis de los datos con técnica de regresión logística mostró que niveles decrecientes de las variables Búsqueda de Novedad (Novelty Seeking) y Persistencia resultan predictores de las tentativas de suicidio en el grupo de pacientes bipolares.Los presentes hallazgos resultan de utilidad para avanzar sobre los conocimientos sobre esta patología compleja y resultan trascendentes en aspectos relacionados con el pronóstico y el manejo de las complicaciones a lo largo de la evolución.
Chapter
Longitudinal research is an essential element in the investigation of human development over time, with considerable advantages over more widely used cross-sectional research designs. This book examines the scope for longitudinal studies in a range of developmental fields, emphasizing the advantages of this approach for the investigation of causal mechanisms and processes and the dynamics of development over the lifespan. It also discusses methodological issues and some of the practical and ethical problems that longitudinal research may present. The distinguished contributors review normal and disordered development in the emotional, cognitive and social domains, including valuable discussions of gene-environment interactions, the maturation of the human brain, and issues relating to ageing.
Article
It is suggested that the scientific status of psychology is put in danger by the lack of paradigms in many of its fields, and by the failure to achieve unification, psychology is breaking up into many different disciplines. One important cause was suggested by Lee Cronbach in his 1957 presidential address to the American Psychological Association: the continuing failure of the two scientific disciplines of psychology - the experimental and the correlational - to come together and mutually support each other. Personality study in particular has suffered from this disunity, and the debates about the number of major dimensions of personality illustrate the absurdity of the situation. Examples are given to show that by combining methods and theories typical of these two disciplines, one can put forward paradigms that would be impossible without such unification. Such a paradigm is suggested for personality and intelligence.
Article
We used multiaxial structured interviews and questionnaires to evaluate the ability of self-reports on seven personality dimensions to predict independent interview diagnoses of DSM-III-R personality disorders. We studied 136 consecutive adult psychiatric inpatients, excluding those with psychosis, organic mental disorders, and severe agitation. Sixty-six patients had interview diagnoses of DSM-III-R personality disorders. Most also had mood disorders. We confirmed the hypotheses that self-reports of low selfdirectedness and cooperativeness strongly predicted the number of personality symptoms in all interview categories, whereas the other factors distinguished among subtypes as predicted. Selfdirectedness and cooperativeness also predicted the presence of any personality disorder by differentiating patients varying in risk from 11% to 94%. Patients in clusters A, B, and C were differentiated by low reward dependence, high novelty seeking, and high harm avoidance, respectively. We conclude that low self-directedness and cooperativeness are core features of all personality disorders and are validly measured by the seven-factor Temperament and Character Inventory, but not the five-factor NeuroticismExtraversion-Openness inventory. Each DSM-III-R personality disorder category is associated with a unique profile of scores in the seven-factor model, providing an efficient guide to differential diagnosis and treatment.
Article
• To investigate the role of "behavioral inhibition to the unfamiliar" as an early temperamental characteristic of children at risk for adult panic disorder and agoraphobia (PDAG), we compared children of parents with PDAG with those from psychiatric comparison groups. Fifty-six children aged 2 to 7 years, matched for age, socioeconomic status, ethnic background, and ordinal position, were blindly evaluated at the Harvard Infant Study laboratory, Cambridge, Mass. The rates of behavioral inhibition in children of probands with PDAG, with or without comorbid major depressive disorder (MDD), were significantly higher than for our comparison group without PDAG. Further, the data suggest a progression of increasing rates of inhibition from the comparison group without MDD (15.4%), to MDD (50.0%), and to comorbid PDAG and MDD (70%) and PDAG (84.6%). In contrast, the rate of behavioral inhibition in children of probands with MDD did not meaningfully differ from the comparison group without MDD. Behavioral inhibition to the unfamiliar, as defined and measured in the previous work of the Harvard Infant Study program, is highly prevalent in the offspring of adults in treatment for PDAG. These children appear to be at risk for distress and disability in childhood and also perhaps for development of psychiatric disorder in later childhood and adulthood.